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Opinión

Tribuno: Europa deberá aprender a ser potencia de segundo orden

Durante siglos, Europa se autoproclamó el pináculo de la civilización. Desde sus castillos, universidades y parlamentos, dictó normas, impuso lenguas, destruyó culturas enteras y se atribuyó la misión de “civilizar” al resto del mundo. A su paso dejó colonias saqueadas, pueblos subordinados y memorias heridas. Luego, tras dos guerras mundiales que la destrozaron, se rindió ante la supremacía estadounidense. Pero ni la derrota ni la decadencia lograron borrar su arrogancia histórica.

Hoy, en pleno siglo XXI, Europa –y con ella Estados Unidos– sigue atrapada en una mentalidad imperial, incapaz de aceptar que el mundo ha cambiado. Que ya no están solos al frente. Que ya no son el centro de la ciencia, la cultura o la innovación. Asia, África y América Latina están produciendo conocimiento, tecnología, arte y poder con una fuerza que no puede seguir siendo ignorada ni ridiculizada.

El declive que se resisten a aceptar

Europa envejece, se encierra, se asusta. Sus economías apenas crecen. Sus juventudes emigran. Su influencia se reduce. Pero sus élites se aferran a una nostalgia imperial. Hablan de “valores occidentales”, de “modelo europeo”, como si fueran verdades universales. Siguen mirando al sur con superioridad, como si los tiempos coloniales no hubieran terminado.

Lo que viene será más duro: tendrán que saborear lo que significa ser una potencia de segundo o tercer orden. Y no será solo en cifras macroeconómicas. Será en sus calles. En sus mercados. Verán cómo se llenan de productos, servicios e innovaciones provenientes del Sur Global. Los teléfonos de China, el software de India, los alimentos de Perú, la energía de África. Y más aún: verán a sus propias poblaciones sufrir condiciones de precariedad similares a las que provocaron en el sur durante siglos.

¿Están preparados para la humillación?

Porque una cosa es dominar y otra es ser dominado. Europa y Estados Unidos no están acostumbrados a que les dicten condiciones. Pero el tiempo histórico se está invirtiendo. Así como el sur del mundo soportó generaciones de saqueo, desprecio y miseria impuesta, el norte tendrá que aprender a vivir en una nueva realidad donde ya no manda.

Lo que vendrá no será venganza, sino justicia histórica. Veremos si pueden ser humildes, si pueden aceptar su nuevo lugar en el mundo con dignidad. Veremos si aprenderán a respetar a quienes siempre despreciaron.

El nuevo mundo es multipolar

El futuro no tiene un solo eje. Será multipolar, diverso, dinámico. Y eso es bueno. El problema es que quienes estuvieron en la cima no quieren bajarse del trono. Europa y Estados Unidos deben prepararse para ser tratados como trataron: con indiferencia, con condescendencia, con subordinación. O, si son sabios, podrían optar por cooperar, integrarse, aportar desde un nuevo lugar, más justo y más humano.

Pero para eso se requiere algo que nunca han cultivado en serio: humildad. Reconocer que no son los únicos, que no tienen el monopolio del progreso ni de la moral. Que el sur también piensa, también crea, también innova, también lidera.

El gran cambio ya empezó

La historia se mueve. El sur global ha despertado. Ya no pide permiso. Ahora exige respeto. Y si Europa y Estados Unidos quieren un lugar en el futuro, deberán dejar de comportarse como si todavía estuviéramos en 1850. El tiempo del monólogo se acabó. Bienvenidos al diálogo global.

Y si no están listos, que se preparen: pronto conocerán lo que es vivir bajo las reglas que ellos mismos impusieron a otros. No como castigo, sino como lección.

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