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Opinión

Fernando Villarán: La mano invisible manchada de petróleo

Los economistas convencionales[1] tienen como piedra angular, base filosofal y sólido cimiento de su pensamiento económico, la famosa tesis planteada por el gran economista Adam Smith: “Busca tu propia ganancia y promoverás el interés público, llevado por la mano invisible del mercado. Persiguiendo tu propio interés promueves con más efectividad lo que es bueno para la sociedad”[2]. El mayor promotor, impulsor y propagandista de esta tesis fue el conocido y brillante economista Milton Friedman. Por universidades, gobiernos, empresas y plazas iba predicando que el egoísmo y la codicia eran los principales motores de la economía. Escribía que los dueños de empresas y sus CEO debían buscar maximizar sus ganancias y no tenían que preocuparse de otra cosa, pues la mano invisible del mercado se iba a encargar de convertir este propósito particular, este interés privado, en bienestar general, en bien común.

Llegó a decir, incluso, que los empresarios que abrazaban la teoría de la “responsabilidad social corporativa”, y se preocupaban por sus trabajadores, el ambiente y su sociedad, estaban practicando el “más puro socialismo”, estaban traicionando a sus accionistas[3]. Él mismo, todos sus alumnos y seguidores, los famosos “Chicago Boys”, se dedicaron a esparcir su teoría y las políticas económicas derivadas de la misma, por todo el mundo, convenciendo en el camino a Augusto Pinochet, Margaret Thatcher, Ronald Reagan, una buena parte del universo empresarial, otra buena parte de la clase política mundial, una regular parte del mundo académico, y a la mayoría de periodistas de medios masivos.

Regresando al hoy; la empresa Bloomberg, la mayor fuente de información para los inversionistas e inversores en todo el mundo, ha publicado un reciente informe[4] sobre la inflación en Estados Unidos y el mundo, en el que se afirma lo siguiente: “Los crecientes precios de la energía contribuyeron a empujar a EEUU a una recesión a mediados de la década de 1970, y también en principios de la década de 1980 y la de 1990, al tiempo que impulsaron la inflación y redujeron el poder de compra de los consumidores. Impulsados por la reducción de la producción en Arabia Saudita y Rusia, los precios del petróleo han subido casi 30% desde junio de este año.”

Decir Arabia Saudita y Rusia es un eufemismo, ellos saben perfectamente que las decisiones sobre la producción de petróleo y la manipulación de los precios internacionales de este commodity no la realizan los rusos ni los saudíes. Estas decisiones las toman los CEO de ARAMCO, la empresa petrolera más grande del mundo, y de ROSNEFT, la mayor petrolera rusa; ellos son: Amin Nasser e Igor Sechin. Como ambas empresas son estatales, y sus decisiones tienen amplias repercusiones no sólo económicas sino también políticas y sociales, antes de mover un dedo les consultan a los jefes de estado de sus respectivos países; es decir, al rey Salmán Bin Abdulaziz (o su hijo Mohamed Bin Salmán) y al presidente Vladimir Putin. Estos cuatro individuos deciden, por si y ante sí, que los precios deben subir o bajar.

Como dice el informe de Bloomberg, esta reducción voluntaria de la producción y la consiguiente alza del precio del petróleo va a afectar a todo el mundo, a cada uno de nosotros; nos va a reducir el presupuesto a 8,000 millones de personas y va a generar mayor hambre en millones de personas en varios lugares del planeta. Por favor, me pueden decir, ¿cómo es que el interés personal, particular, de estos cuatro individuos se transforma en el interés general, en el bienestar de todos?

Es posible que algunos digan: la industria del petróleo es un caso especial, siempre ha sido así, y por lo tanto no se puede generalizar. Les pongo otro sector más reciente: la industria digital. Sam Altman es el joven que estudió ciencias de la computación en la universidad de Stanford, dueño de la empresa OpenAI, desde la cual inventó el programa ChatGPT, la mayor aplicación de la inteligencia artificial en estos momentos. Su empresa fue, casi inmediatamente, adquirida por Microsoft, la empresa de Bill Gates. Google, Facebook, Amazon y Twitter están haciendo lo mismo; en su carrera por dominar el naciente mercado de la Inteligencia Artificial están comprando todo el talento y creatividad relacionado con esta industria. Siguientes preguntas: ¿El mercado convertirá el interés privado de Gates, Page, Zuckerberg, Bezos y Musk de maximizar sus ganancias personales y empresariales en las mejores aplicaciones posibles de la inteligencia artificial, en mayores beneficios para la humanidad? ¿Vamos a dejar en manos de estos cinco billonarios la utilización exclusiva de esta poderosa tecnología, y posiblemente el destino (distópico o utópico) de la humanidad? Por si acaso, estas preocupaciones no son sólo mías; Juval Harari, el genial historiador y filósofo israelí, autor de Sapiens, las expresa en cuanto foro tiene oportunidad.

La tesis de Adam Smith fue válida y correcta, él la elaboró a fines del siglo XVIII, en plena revolución industrial inglesa, en donde predominaban las pequeñas empresas, los emprendedores, los investigadores y los inversionistas de riesgo[5]; es decir, en el momento en que existía un mercado de competencia perfecta. El problema es que hoy esa competencia perfecta sólo existe en pequeños mercados locales y en algunos mercados internacionales, como el automotriz, que tiene una gran variedad de marcas y modelos, mucha diversidad de precios, ingreso libre de productores, e incluso de países. Pero en la mayoría de mercados, como los dos ya mencionados, predominan los monopolios, los oligopolios y los gobiernos corruptos (comprados por los primeros), y por lo tanto la tesis de Adam Smith ya no se puede aplicar en forma indiscriminada.

Insistir en generalizar la tesis de Smith para todos los mercados y todos los países, es simplemente abandonar el terreno de la ciencia económica y pasarse al terreno de la ideología política, una ideología que defiende los intereses de los más poderosos y el mantenimiento del statu quo.

Fuente: Revista Ideele N°311.

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