Escribe Daniella Cabello, alumna de Negocios Internacionales de la Universidad del Pacífico.
Desde que Putin ordenó el despliegue de tropas en territorio ucraniano, China ha destacado por su ambigüedad al definir una posición en este nuevo ajedrez geopolítico. Si bien no ha hecho explícito su apoyo, el discurso acrítico de Xi y diplomáticos chinos deja ver entre líneas la complicidad inherente a una narrativa que no condena. Alguna vez unidos en duelo por el colapso de la Unión Soviética, los grandes autócratas de Asia y Europa, Xi Jinping y Vladímir Putin, también comparten el deseo de debilitar el poder norteamericano. Los medios chinos aún sostienen que la invasión es justificable y que su causa se atribuye al mal actuar de Estados Unidos, pues se le culpa de haber propiciado, junto con la OTAN, un escenario de guerra con el fin de proveer armas a Ucrania. Se sabe también que la versión de los hechos sostenida por los medios chinos no hace más que proliferar la conspiración de laboratorios estadounidenses de bioarmas en tierra ucraniana.
Debemos remontarnos a 2014 para entender el precedente de la relación Moscú-Pekín en las disputas territoriales sostenidas contra Ucrania. Hace 8 años, Rusia anexó Crimea y ello desembocó en una serie de sanciones económicas ejercidas por la UE. No obstante, el régimen de Putin fue capaz de suavizar el golpe gracias a un acuerdo pactado con su homólogo chino: un paquete para la provisión de gas valorizado en $400bn.
En el lapso de una semana, Estados Unidos y la Unión Europea reaccionaron a la reciente invasión rusa con un conjunto de medidas para presionar su salida, todas ellas orientadas al aislamiento económico del Kremlin. Dichas represalias han comprendido sacar a Rusia del sistema bancario internacional (SWAP), congelar activos alocados en el extranjero y cancelar asociaciones con compañías de dicha nacionalidad. El dirigente ruso volteó una vez más al gigante asiático tras ser excluido de gran parte del mercado internacional. ¿Podría Xi Jinping frustrar los esfuerzos de occidente por aislar al Kremlin? Xi Jinping declaró ante la opinión pública, semanas previas a la invasión, que la relación con Rusia constituye una alianza carente de límites. Este simbolismo mediático fue acompañado de un acuerdo para la exportación de carbón ruso valorizado en $20bn.
Iniciada la guerra, China no ha tenido reparos en capitalizar beneficios del aislamiento de Rusia, esto se refleja principalmente en la compra de crudo a precios excepcionalmente bajos. En mayo se registró a Rusia como el principal proveedor de petróleo de China, liderazgo que le arrebató a Arabia Saudita. A tres meses del oscuro 24 de febrero, la participación rusa en el stock chino de crudo aumentó en 55% respecto al 2021.
Sin embargo, históricamente, la UE ha sido el mayor cliente de Rusia en cuanto a recursos energéticos. Específicamente, este proveía 40% del gas y 26% del petróleo. Dada la guerra, el bloque occidental optó por cortar las importaciones de gas en dos tercios. Además, en el 2021, el intercambio comercial entre Rusia y la UE fue aproximadamente dos veces mayor al de Rusia y China. Rusia evidentemente se ha visto forzada a desenvolverse en un contexto comercial altamente restringido, donde China ha intentado sopesar la caída en la demanda de sus exportaciones. Así, el pasado mayo, las exportaciones rusas con destino a China incrementaron en 80% en comparación a mayo 2021.
Parece improbable la ruptura entre China y Rusia; sin embargo, no es secreto alguno que la invasión rusa no ha sentado bien a Pekín. Hace 9 meses la relación comercial entre China y Ucrania para la venta de cebada y trigo parecía consolidarse, esta intención se materializó en el acuerdo entre la Asociación de Granos Ucraniana (UGA) y la Asociación China del Pequeño y Mediano Emprendedor (CASME). Con miras a diversificar su cadena de valor en bienes primarios, China duplicó sus pedidos de cebada ucraniana entre el 2020 y 2021. A pesar de ser prácticamente autosuficiente respecto al abastecimiento de trigo, China terceriza un 7% de este y así parte de su seguridad alimentaria recae en manos de agentes externos. China, caracterizada por la aversión a la incertidumbre, ha realizado mediante la Corporación Nacional China de Cereal Aceite y Alimentos (COFCO) una inversión de $50 millones abocada a la implementación de un terminal portuario en Mariúpol. Se estimaba que gracias a esto el cargamento pudiera hasta triplicarse, pero la ciudad alguna vez considerada crucial en términos logísticos, está actualmente en ruinas como consecuencia de los ataques rusos.
Por otro lado, la producción de semiconductores del líder asiático requiere de neón para su elaboración masiva. Ergo, la guerra ha sido significante de retraso al notar que 45%-54% de dicha materia prima era provista por Ingas y Cyroin, dos compañías ucranianas.
En definitiva, el vigente conflicto bélico entre Rusia y Ucrania ha llevado al gigante asiático a repensar sus inversiones en las distintas etapas de la cadena de valor global. La estrategia china en Europa podría verse socavada por la priorización de la “soberanía y seguridad” rusa. Pero Xi Jinping, admirador declarado del exoficial de la KGB, parece darle más importancia a la fuerza que lo une a Rusia: ser el contrapeso de Estados Unidos. Ello podría explicar la reciente noticia de la construcción de un puente para conectar la ciudad rusa Blagoveschensk con Heine, una ciudad ubicada en norte de China. A día de hoy, los integrantes del BRICS, Rusia y China, han tomado decisiones que evidencian una alianza cohesionada, a pesar de que esta no se haga explícita en la tibieza de la diplomacia asiática.