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Opinión

Gustavo Gorriti: La puesta en escena y el objetivo real

En la presentación de su denuncia contra el presidente Pedro Castillo, escoltada por fiscales y policías de gesto fruncido y en rigurosa formación, la fiscal de la Nación, Patricia Benavides, proclamó que “servirse de un cargo público para enriquecimiento personal, resulta no ya inmoral sino criminal y abominable”.
¡Bien dicho, fiscal! La palabra “criminal” está algo devaluada por el uso indiscriminado y hasta libertino de los posgraduados de Azángaro. Pero “abominable” conserva su fuerza original.Ambas palabras juntas potencian la imagen de rechazo casi bíblico a las degeneraciones morales que orientan la acción de los inicuos; aquellos que infligen la desgracia a sus pueblos sin que les importe el avance de la lepra en sus propias almas.

El problema –de la fiscal de la Nación, no de la frase–, es que ese potente concepto exige aplicarse en 360 grados y no solo en 45. Ella apuntó solamente a Pedro Castillo y su entorno, pero la fuerza de la expresión alcanzó con igual o mayor impacto al Congreso e incluso a la propia fiscal de la Nación.

Es que hay palabras, hay conceptos que no se dejan secuestrar.

Hablar de “la corrupción en el Poder” y enfocarla solo en el patético inquilino de Palacio de Gobierno, reducido básicamente a la impotencia, sería un grueso desacierto si no fuera, como es, parte de una estrategia para llevar a la ultraderecha al poder.

Ese es el escenario y tal es el guión, una vez despejada la neblina de las demagogias y tinterilladas, que se construye y nos toca enfrentar.

Veámoslo con un golpe de vista rápido pero sobre todo preciso.

Primero, aunque sobra decirlo, lo repito con claridad. El presidente de la República, Pedro Castillo, es un pésimo gobernante que ha agravado su incompetencia por la probada corrupción de su entorno y por las incontrovertibles acciones de encubrimiento que él mismo perpetró.

La corrupción del gobierno de Castillo

La denuncia fiscal y la investigación policial del caso contienen mucha hojarasca y toscas distorsiones, pero dentro de ellas hay datos y hechos que conforman una valiosa información.

La mayoría de esta proviene de las confesiones de unos cuatro colaboradores eficaces (de identidades más que evidentes), quienes –pese a que intentan manipular sus delaciones para atenuar sus propias fechorías y perjudicar a sus enemigos– relatan eventos que, luego de las debidas corroboraciones y correlaciones, podrán componer un importante cuadro probatorio.

Esa corrupción se escenifica con un elenco de pillos y pilletes tramposos pero incompetentes hasta para el robo y el encubrimiento (a excepción de un par de delatores que llegaron al caso con la experiencia adquirida por una larga trayectoria de trampas, cutras y reveserías).

Es la proverbial banda del choclito que, por no saber ubicar la bóveda, bolsiquea a las cajas y cajeros de las ventanillas … y hasta eso lo hacen con torpeza.

¿Son esos corruptos incompetentes, un peligro inédito en nuestra historia, el primer caso de “la corrupción en el Poder”?

Creo que incluso alguien que acabara de arribar del planeta Ganímedes encontraría ridícula la noción.

En el Perú, la historia distante y, sobre todo, la cercana, nos ha enseñado bien lo que es y cómo opera la corrupción. No en “el Poder” sino en los Poderes.

Presidente Pedro Castillo. (Foto: Andina)

Porcentajes de cutra

Sabemos, aunque falte precisión contable, cómo funcionó y cuánto robó la corrupción durante el fujimorato.

Sabemos también hasta dónde alcanzó parte de esa corrupción durante los años de Lava Jato, que cubren casi todas las presidencias de este siglo. (Y digo parte porque no hemos investigado los muchísimos otros casos de cutra, fuera de Lava Jato, que ocurrieron en paralelo y quedaron impunes). Conocemos bastante sobre sus actores, sus métodos y tenemos una buena aproximación sobre las sumas robadas en ese caso a los ciudadanos del Perú.

Este no es el lugar ni el momento para comparar la dimensión de la corrupción en esos gobiernos con la del actual, pero dejo solo el siguiente dato para una rápida comparación.

De acuerdo con las delaciones de por lo menos uno de los colaboradores eficaces de ahora, las coimas por adjudicaciones tramposas de obras civiles en este gobierno (como el caso del puente Tarata), serían del 0.5% del valor de la adjudicación. La mitad de ese porcentaje, dijeron, sería para Castillo.

En el caso Lava Jato, en contraste, donde los montos por obra civil contratada fueron exponencialmente mayores, el promedio de la coima por una adjudicación corrupta (la mayoría lo fue), fue del 3% del monto de la obra.

La misma diferencia se repite en varios otros ámbitos típicos de corrupción. Desde pactar el resultado de arbitrajes, hasta vender los ascensos a general en, sobre todo, la Policía.

Así que ya ven: El gobierno de Castillo entró con el hambre de cutra de una piraña en ayuno, pero fue monse hasta en eso.

Las corrupciones y los poderes

Ladrón es ladrón, desde el que roba gallinas hasta el que saquea naciones, y todos deben ser castigados en relación a la gravedad y el daño de sus fechorías; una vez que la culpa haya sido probada y establecida.

Pero disfrazar la realidad con burdas altisonancias y distorsiones semánticas, que presentan a la banda del choclito como si fuera la mafia rusa con esteroides; mientras se ignora por completo los trasfondos de la historia reciente y a los otros actores (ninguno de ellos secundario o de reparto) de “la corrupción en el poder”, no se explica solo como una confusión de los hechos o limitación intelectual de los investigadores. Hay otros factores que son los que cuentan en realidad.

Veamos primero a la presunta Savonarola de la avenida Abancay, la fiscal Benavides. ¿Le interesa en verdad luchar contra “la corrupción en el poder” y evitar la “obstrucción de la justicia”?

¿Por qué decapitó entonces la investigación que dirigía la fiscal Bersabeth Revilla sobre las liberaciones de narcotraficantes a cambio de sobornos, en la que la principal investigada era la jueza superior Enma Benavides, hermana de la fiscal de la Nación?

Fiscal Bersabeth Revilla. (Foto: IDL-Reporteros)

¿Eso es obstrucción de la justicia, o no? Cuando para justificar el abuso se utilizan argumentos endebles, que se demuestran falsos y mentirosos, ¿cómo se define eso dentro del concepto de organización criminal?

¿Qué dicen, de paso, los fiscales que han salido en comunicados públicos en supuesta defensa de la autonomía del Ministerio Público y en defensa de la fiscal de la Nación? ¿Es parte de esa autonomía el derecho a descabezar investigaciones sobre crímenes graves porque afectan a la familia de la fiscal de la Nación? ¿No es ese un concepto digno de Blanca Nélida Colán?

Aparte de eso, ¿y las otras investigaciones sobre corrupción en el poder? El ultraderechista Rafael López Aliaga acaba de ser elegido alcalde de Lima. ¿Y las investigaciones que lo comprometen en lavado de activos y en ilegalidades descubiertas gracias al caso de los Panama Papers? Parte de esas investigaciones comprenden manejos financieros en la Caja Metropolitana de Lima. Ahora será el alcalde que quiere imitar a Bukele de El Salvador, que utilizó la alcaldía metropolitana para saltar a la presidencia y el poder autoritario sin control alguno que tiene hoy en ese país. En fin, la ambición no es ilegal, pero ¿y las importantes investigaciones pendientes?

El distorsionado escenario actual, que se retroalimenta con la cobertura tabloidera de la prensa cartelizada, es la que presenta al patético Castillo como actor central de una corrupción inédita, que enfrentarían las fuerzas virtuosas de la fiscalía respaldadas por un Congreso presuntamente indignado ante tanta podredumbre.

¿Hacemos un breve repaso por las fuerzas del Congreso que movilizan esta campaña y sus relaciones con los casos más importantes de la corrupción durante los últimos treinta años? (Casos que, por lo demás, estarán recién en condiciones de entrar a juicio, gran parte de ellos con un impresionante respaldo de prueba acusatoria, pero que se encontrarán en muy serio peligro si la ultraderecha asume el control del Estado).

Ese repaso, en verdad, no es necesario. Ni siquiera la conmoción de la pandemia fue suficiente para que la gente olvide quiénes están en y cómo manejan el Congreso. Pese a su bien ganado desprestigio, hasta Pedro Castillo tiene tres veces más aprobación que el actual Congreso.

Y a ese Congreso recurre la fiscal de la Nación para plantear la denuncia contra Castillo y poner en sus manos el desenlace de la situación.

¿Por qué? Porque detrás de toda la postiza indignación y la impostada coreografía hay un cálculo frío para tomar el poder.

Sacar a Castillo, pero que se quede el Congreso.

La vacancia exige por lo menos 87 votos. Y nuevas elecciones. No tienen lo uno y no quieren lo otro.

Con la denuncia de la fiscal, con toda su farisea solemnidad y amenazadora presión al voto de los congresistas, se les abre el camino.

Suspender a Castillo mientras se lo investiga. Lo tendrán suspendido todo el tiempo que sea necesario, y más, para legitimar su toma del poder del Estado y su permanencia en él. Y ahí harán todas las maniobras y acciones necesarias para fortalecer a la ultraderecha, debilitar al máximo cualquier oposición y hacer posible una larga y superlativamente rentable permanencia en el poder.

Para eso sobran los abogados que justificarán que basta la mayoría simple del Congreso quizá más despreciado en la historia, para suspender a Castillo y tomar el  poder.

Ya se los ve, ahora mismo. A los que chillaban hace pocos meses reclamando la sacrosanta integridad de la Constitución vigente y exigiendo salir de los convenios internacionales; pero que ahora defienden sentenciosamente la primacía constitucional de los convenios internacionales y la necesidad de “interpretar” su propia Constitución, para solucionar su déficit aritmético. ¿No tengo 87 votos? A la mitad más uno sí llego. ¿Y la Constitución? Tenemos constitucionalistas que justifican cualquier cosa. ¿Pero sus argumentos no son medio caviares? ¡Shh!

Y así, a través de la maniobra que protagoniza la fiscal de la Nación, se intentará que ese grupo, ese Congreso tome el poder, pese al repudio del 95% de la gente a la posibilidad de ese desenlace.

¿La vicepresidenta Boluarte? Ya la empapelaron con lo de las firmas del club Apurímac. No es obstáculo para ellos … a menos que ella sorprenda con una energía hasta hoy desconocida.

Esa es la realidad detrás de toda la histriónica movilización de la investigación contra “el Poder”.

¿Las hoy dormidas fuerzas democráticas lo permitirán?

Espero que no.

¿Qué hay que hacer? ¿Defender a Castillo?

Por supuesto que no.

Castillo es un presidente incompetente y presuntamente corrupto, cuyas acciones solo han servido para fortalecer a la ultraderecha. Paradójicamente, ha sido su mejor instrumento, la piñata perfecta.

Castillo debe salir. Y el Congreso junto con él.

Que se vayan todos. Que haya nuevas elecciones; y que las fuerzas democráticas se movilicen al máximo para evitar el triunfo de fascistas de izquierda o de derecha.

Es un camino lleno de riesgos, en los escenarios actuales. Pero no hacer nada lleva a la certeza del triunfo de las mafias autoritarias, donde crecerán las pesadillas orwellianas, la boyante corrupción se disfrazará de integridad y, como en la escena final de la “granja de animales”, los cerdos, ya consolidada la conquista de la granja, terminarán de consumar la metamorfosis de la realidad y del lenguaje.

Esas, lo muestra la historia, son las más eficaces cadenas de los tiranos. La mentira intimidante que se eterniza vistiendo el uniforme de la verdad falsificada.

Fuente: IDL- Reporteros

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