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Opinión

Huaycán, ciudad de la esperanza, por Marisol Pérez Tello

Esta es la historia del desencuentro, del abandono, del olvido, pero también de la unidad, de la fortaleza, de la imaginación, del trabajo colectivo, de la comunidad y sobre todo de la esperanza; que nos sirva de ejemplo.

Huaycán es conocida como la ciudad de la esperanza.

El 15 de julio celebró 40 años.

Con más de 200.000 habitantes, se declaró de interés nacional que se convierta en distrito, y como lamentablemente suele pasar, varios años después, siguen esperando.

Su aniversario fue la oportunidad de evidenciar el sentido de pertenencia de sus pobladores, recordar a sus mártires, agradecer a sus fundadores y soñar el futuro.
La Comunidad Urbana Autogestionaria de Huaycán nace del empuje de sus pobladores y del Gobierno municipal, pero termina siendo víctima de lo que pasa en nuestro país.

Se planificó, se convocó a la gente, se solicitó la adjudicación de terrenos, se incorporó al plan de desarrollo, se reunieron por meses, se diseñó y se frustró.
Se explicaba en la necesidad de cubrir una demanda de vivienda, fruto de los desplazamientos generados por Sendero Luminoso, buscando oportunidades, desarrollo y, sobre todo, escapar de la violencia.

Los cambios de Gobierno, la debilidad de nuestro sistema, la burocracia y la idiotez hicieron que algo que pudo haber sido bien ejecutado terminara siendo ocupado por quienes debían ser beneficiarios, pero a quienes abandonaron.

Varios años después, sin servicios y con Sendero Luminoso amenazando la tranquilidad, soportados en su organización se defendieron y movilizaron. Es de esa manera como, en una de las marchas exigiendo servicios, falleció Rafael Flores a los 19 años y, varios años después, Pascuala Rosado, quien fue asesinada por terroristas. Así, con mártires y sacrificio, como tantos pueblos, fueron logrando avanzar y satisfacer necesidades básicas que el Estado está obligado a garantizar, pero olvida.

Esta es la historia del desencuentro, del abandono, del olvido, pero también de la unidad, de la fortaleza, de la imaginación, del trabajo colectivo, de la comunidad y sobre todo de la esperanza; que nos sirva de ejemplo.

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