
Por Jessica Huamán
El estado nutricional de la población peruana es bastante preocupante, ya que por un lado aún tenemos presente a la desnutrición crónica infantil y la anemia, mientras que por otro lado tenemos presente al sobrepeso y la obesidad. Llamándose a esta problemática la conocida “doble carga del malnutrición”, la cual le cuesta a nuestro país 10.5 mil millones de dólares o el 4.6% del PBI, esto según el documento “El costo de la doble carga de la malnutrición: impacto social y económico en Perú” presentado por el Programa Mundial de Alimentos y el Ministerio de Salud.
En este sentido, y haciendo un análisis del estado nutricional de la población peruana, vemos cómo el exceso de peso (sobrepeso u obesidad) está presente en el 62.7% de la población mayor de 15 años de edad, esto según el Documento ”Perú, Enfermedades no transmisibles y transmisibles 2021”, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Situación preocupante que va en aumento, siendo una de las causas el consumo excesivo de productos ultra procesados los cuales contienen “nutrientes críticos” en exceso, como el sodio, azúcar, grasas saturadas y grasas trans.
Además, si realizamos una identificación según el tipo de malnutrición por exceso, vemos que el 36.9% de los peruanos mayores de 15 años padece de sobrepeso, presentándose una prevalencia en el 35.6% de mujeres mayores de 15 años y en el 38.2% de hombres mayores de 15 años. Siendo las regiones más afectadas: Áncash (40.2%), Pasco (40.9%), Madre de Dios (39.6%), Lambayeque (39.2%) y Moquegua (38.9%).
Por otro lado, la obesidad también se encuentra presente en nuestro país, teniendo una prevalencia en el 25.8% de peruanos mayores de 15 años, presentándose en el 30% de mujeres mayores de 15 años y en un 21.4.2% de hombres mayores de 15 años. Siendo las regiones más afectadas: Tacna (35%), Moquegua (34.8%), Madre de Dios (31.9%) y Lima (31.1%).
Cabe resaltar que el sobrepeso y obesidad son la punta del iceberg de las consecuencias de los hábitos de vida poco saludables, ya que los resultados más graves son las enfermedades crónicas no transmisibles como la Diabetes Tipo II, Hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, entre otras. Teniendo según el ENDES 2021, al 21.7% de las personas de 15 y más años de edad con hipertensión arterial, al 41,1% de las personas de 15 y más años de edad con riesgo cardiovascular muy alto y al 4,5% de las personas de 15 y más años de edad con diabetes mellitus. Enfermedades que pueden ocasionar otras comorbilidades como insuficiencia renal, ceguera, pie diabético, amputaciones, entre otras consecuencias las cuales ocasionan discapacidad y por ende traen un deterioro en relación a la calidad de vida que dichas personas puedan tener en el futuro.
Estas cifras nos demuestran la importancia de tomar acciones inmediatas para hacer frente a la doble carga de malnutrición que se presenta en la población peruana, pero además de responder desde las políticas públicas de los diferentes de niveles de gobierno. Ya que la responsabilidad para garantizar un estado nutricional adecuado en la población, recae tanto en el gobierno central, así como también en los gobiernos locales.
Es por ello necesario resaltar las políticas alimentarias que existen en la Municipalidad de Lima, pero que hasta el momento no se han reglamentado. Como por ejemplo la ordenanza 2366, aprobada el 26 de junio del 2021 y que promueve la generación de entornos saludables para los niños, niñas y adolescentes en Lima Metropolitana, la cual crea 3 programas: “Lima Aprende Saludable”, “Lima Come Saludable” y “Puntos Saludables”, una ordenanza que promoví durante mi gestión como regidora, y que podría contribuir a la generación de una ciudad saludable, pero que lamentablemente hasta el momento no se logra poner en práctica. Agregando a esta la ordenanza 2350, que aprueba la Semana de la Alimentación de Lima Metropolitana, ordenanza 2524que declara a Lima como ciudad que promueve, protege y apoya la lactancia materna, etc.
Por ello, es importante que como ciudadanos, incidamos para que nuestras nuevas autoridades municipales comprendan que su labor es proteger la salud y la nutrición de la población de su jurisdicción, no solo a través de intervenciones o proyectos de corto plazo, sino también con políticas locales tangibles, con presupuestos reales y con voluntad política.