La palabra mediocre se utiliza para definir a una persona que carece de valor para su entorno. Su etimología deriva del latín mediocris, que significa “común”, “ordinario” y “medio” Un mediocre es alguien incapaz de realizar actividades de manera satisfactoria o bien, que no se esfuerza lo suficiente para que estas sean apreciadas por la colectividad. Generalmente, este es aplicado a los sujetos con cualidades, habilidades y metas que no se adecuan a las expectativas, o resultan insuficientes.
La palabra mediocre puede ser utilizada en otros aspectos: un amor mediocre es una manera de amar a medias; en otros ámbitos, como en la esfera gubernamental existen los políticos mediocres, que son mandatarios ineficientes que no se esfuerzan por el bienestar de los ciudadanos.
Hoy en el Perú político se ha puesto en evidencia la mediocridad; como un estilo de gobernanza y gobernabilidad. La mediocridad política está en los partidos políticos conducidos por caudillo extraídos del pasado gamonal del profundo del Perú tal es el caso peruano, donde se repartían tierras, propiedades y favores a cambio de prebendas políticas. A ello podemos agregar la mediocridad de los políticos mediocres, con poco o nada estudios y conocimientos de políticas de estado. La renovación política del liderazgo en el Perú está ausente.
Hoy han adquirido nombres propios llamados asesores de las sombras, que desde las sombras organizan tildados: fiestas, reuniones en las sombras, repartijas de puestos de trabajos, asesoran la realización de “obras”, crean días efímeros para convertirlo en llamados feriados “patrióticos”, como la propuesta legislativa el día del “torito de pucara” y otras semejantes.
El político mediocre es incapaz de usar su imaginación para concebir ideales que le propongan un futuro por el cual luchar. El político mediocre con lleva a la crisis de gobernabilidad. La crisis de gobernabilidad nos remite a la capacidad del gobierno para procesar demandas de la sociedad y darle respuesta oportuna, y la gobernanza nos conduce a pensar en la necesaria complementariedad que requiere la capacidad gubernativa, mediante la acción participativa y horizontal de actores políticos, y económicos.
De ahí que el político mediocre se vuelva sumiso a toda rutina, a los prejuicios, a las domesticidades y así se vuelva parte de un rebaño o colectividad, cuyas acciones o motivos no cuestiona, sino que sigue ciegamente. El político mediocre es dócil, maleable, ignorante, un ser vegetativo, carente de personalidad, contrario a la perfección, solidario y cómplice de los intereses creados que lo hacen borrego del rebaño social. En su vida acomodaticia se vuelve vil, escéptico y cobarde.
Un político mediocre no acepta ideas distintas a las que ya ha recibido por tradición; aquí se ve en parte la idea positivista de la época, el hombre como receptor y continuador de la herencia biológica, sin darse cuenta de que justamente las creencias son relativas a quien las cree, pudiendo existir hombres con ideas totalmente contrarias al mismo tiempo. A su vez, el hombre y político mediocre entra en una lucha contra el idealista por envidia, intenta opacar desesperadamente toda acción noble, porque sabe que su existencia depende de que el idealista nunca sea reconocido y de que no se ponga por encima de sí.
El político mediocre piensa que la historia se inicia con él, y entuba los hechos históricos de una sociedad, y no puede entender que el bosque se mas grande que su mundo ególatra. Los mediocres no son genios, ni héroes, ni santos, se caracterizan por negar la realidad y responsabilizar a otros de sus errores y tienen una conducta impropia.