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Opinión

Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara,: La bipolaridad política de izquierda y derecha en el Perú

“El poder, es como un violín.

se toma con la izquierda

y se toca con la derecha.”

Eduardo Galeano.

Los sociólogos reconocemos que la izquierda y la derecha en el plano político han servido para orientarse en el espectro político a punto que sean esquematizado en el mundo global, desde dos miradas para observar las sociedades: desde la planificación centralizada y otra desde la iniciativa privada, igualdad frente a libertad. Pero se han puesto en evidencia que solo les interesa los intereses de sus ideologías.

En la teoría política, la distinción entre izquierda y derecha tiene su origen con a la Revolución francesa cuando los diputados defensores de la soberanía nacional, la igualdad política y fiscal, se ubicaron a la izquierda del presidente de los Estados Generales; y los defensores de las prerrogativas monarquistas del orden feudal, lo hicieron a la derecha. Desde este significativo hecho, los términos pasaron al vocabulario político que hoy utilizamos, pero el concepto ha evolucionado con el correr del tiempo.

Hoy en el Perú las diversas disputas en las cúpulas partidarias de los partidos políticos de derecha e izquierda, se han hecho evidente desde los últimos 30 años, y se presentan en la sociedad bipolarmente. Los peruanos y peruanas están, altamente desencantados de los partidos dominantes en el espectro político a raíz del engaño, nepotismo y el clientelismo, así como por los casos de corrupción, crimen organizado y asalto sexual que se han revelado y que no han sido procesados justamente. Pareciera que el electo político burócrata adquiere un estatus de intocable con derecho a enriquecerse.

En el Perú durante el 2021 hubo 94.789 actos delincuenciales, según el informe anual del Sistema de Denuncias Policiales. Los delitos denunciados aumentaron en 18% en relación con el año anterior donde se registraron 79.920 actos delictivos. Más de 17 mil casos de violencia contra niñas, niños y adolescentes y 1,338 casos de violencia sexual contra menores de edad fueron registrados en los Centro Emergencia Mujer en el 2022.

De acuerdo con Latino barómetro 2018, la confianza de la ciudadanía peruana con su policía se ubicó en 32 %, por debajo del promedio latinoamericano de 35 % y muy por atrás de otros países sudamericanos como Uruguay (59 %), Chile (48 %), Ecuador (46 %), y Argentina (38 %).

De igual forma, la confianza en el Poder Judicial es la tercera peor de la región, con apenas 16%. La enorme inestabilidad en el Ministerio del Interior ha afectado el desarrollo, implementación y seguimiento de políticas contra la delincuencia. Desde el 2000 han pasado 36 ministros en la citada cartera. Con ese altísimo nivel de cambios es sumamente complicado enfrentar al crimen de una manera estratégica y coherente.

El Perú gasta en pagos de salarios a un parlamentario de la república,15,600 nuevos soles al mes, además de 7,617 soles por concepto de “función congresal”. También tiene la posibilidad de destinar una cantidad de dinero para asesores, técnicos, un coordinador, un auxiliar y un asistente, lo que puede sumar un total de 35 mil soles por despacho.  Los funcionarios como el superintendente de Banca, Seguros y AFP perciben más de 43 mil soles; el presidente del Banco Central de Reserva (BCR) 42 mil soles; la superintendenta nacional de Administración Tributaria cerca de 34 mil soles; el contralor general de la República 40 mil soles; y los magistrados del Tribunal Constitucional ganan 30 mil soles.

En comparación el ingreso promedio de un peruano que percibe mensualmente por un trabajo en el área urbana en el Perú se ubica en 1,505.00 soles, Según sexo, el ingreso promedio de los hombres se incrementó en 260.50 soles y el ingreso de las mujeres en 82.60 soles. En el caso de Lima Metropolitana, ingreso promedio mensual se ubica en 1,667.60 soles, y el 2021 presentó un crecimiento de 109.20 soles. La disparidad salarial es otra de las brechas que genera pobreza.

El poder económico de la derecha neoliberal, neoconservadora y de la izquierda neo-populista, neoliberal con mercado en la política peruana languidece. 30 años que enmarcan a seis presidentes envueltos por escándalos de corrupción. En el Perú la corrupción se ha convertido en sistémica. Contando desde Alberto Fujimori, hasta Martín Vizcarra, han sido seis los mandatarios con procesos judiciales, investigaciones, condenas, destituciones del Congreso, e incluso un suicidio, por casos de corrupción. Un flagelo que socava la legitimidad de las instituciones, y mantiene a la nación en constante inestabilidad política.

En 30 años de gobiernos de Fernando Belaunde, Velasco Alvarado, Francisco Morales, Valentín Paniagua, Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski, Francisco Sagastegui, Martin Vizcarra,  y Castillo, ninguno ha dado respuesta a los objetivos propuestos en los proyectos originales de sus ideologías o planes de gobiernos; más bien, la ideología se ha utilizado para mantener la contingencia partidaria y provocar la cohesión social como afirma Michaavelli en su obra ‘El Príncipe’, “no hay que cambiar leyes ni costumbres”…”es importante mantener la cohesión social” y “tampoco te metas con los más desprotegidos, más bien utilízalos para tus propios intereses”, (El Príncipe. 1513) entre otras aseveraciones que, seguramente, se han aplicado en la cultura política peruana abogando a los principios y preceptos de las ideologías que solo han servido para manipular a la gente que se encuentra con poco conocimiento, educación y formación política.  Lo que reafirmo que No es determinante ser de izquierda o derecha para gobernar; lo que sí es necesario es darles cumplimiento a las necesidades de los ciudadanos, de los pueblos, de las personas, que son muchas, y que no son propias de una ideología: los problemas económicos y sociales no tienen ideología partidaria.

García Nava doctor en filosofía, en su libro, Izquierda y Derecha: ¿una tipología válida para un mundo globalizado? hace referencia que “la ideología son etiquetas que se utilizan en el argot político para diferenciar lo que las sustentan, y que los ciudadanos también emplean como categorías que les permiten ubicarse en el horizonte político en el periodo de elecciones, además de ser referentes que sirven para orientarse en torno a las opciones que los políticos van adoptando en su actuación gubernamental. Pero tanto la derecha como la izquierda han evolucionado y en la actualidad la vida política va más allá de esta bipolaridad ideológica’. (2014)

Los problemas económicos y sociales en el Perú nos son propios de una ideología no tienen tinte partidario, y la clase política peruana y políticos tradicionales no han entendido y se aferrar a dogmas y estribillos de bipolaridad ideológica. La cultura política peruana esta tan distante y no se ha desarrollado. Las campañas en el Perú no han sido utilizadas para proponer ni argumentar, lo que deja mucho de desear de sus líderes políticos bipolares que están al frente de las campañas partidarias. Por ejemplo, frente a la vacancia presidencial de Pedro Castillo o frente a la postura que se vayan todos, la intransigencia y los argumentos carentes de legalidad constitucional y sentidos común son evidentes que están dentro de la bipolaridad política. Las marchas y contra marchas en la capital de Lima que tiene 9,674.755 habitantes y representan el 29,7 % de la población total del Perú de 32,62.948 han puesto en evidencia que la clase política peruana y los partidos políticos de derecha o izquierda solo les interesa sus agrupaciones políticas, sus agendas personales o de sus ideologías. Esto puede explicar la ausencia de la sociedad civil y los jóvenes en las marcha y contra marchas por el hartazgo que se resume en la expresión que se vayan todos. Si la clase política pensara fuera de la ideología bipolar entendería que la salida no es la vacancia presidencial o el cierre de congreso. Esto requiere la modernidad de la política, construyendo debates visionarios y que la academia presente propuestas teóricas para la modernidad de la política y del estado.

Hoy en el mundo, la realidad evoluciona rápidamente y con ella la política y las ideologías han evolucionado inevitablemente y si los partidos y lideres políticos no se entienden o visualizan esta nueva realidad se quedan soñando en el pasado, creyendo que las características de la sociedad no cambian y se debe mantener la antigua forma de hacer política; esa misma forma de pensar que ha dejado en el Perú en una crisis de gobernabilidad y crisis política por más de 30 años de corrupción sistémica y un sistema económico que no puede despegar al mundo y adecuarse a los nuevos retos tecnológicos y la inteligencia artificial.

Esa misma ideología de derecha e izquierda que los políticos y partidos dicen amar tanto a los pobres, hicieron tan poco por ellos que multiplicaron la pobreza, y la corrupción.

Los intereses de las cúpulas partidarias y del actual congreso legislativo y el ejecutivo son claras: no perder el poder económico y político que por los cargos públicos que hasta la fecha han tenido; los lujos para sus familiares y privilegios en la toma de decisiones, incluso fuera de la ley.

El Perú requiere de un presidente que represente los intereses de las principales fuerzas productivas y sociales y le de rumbo de futuro a ese desequilibrio en el control del poder que por más de 30 años nos a entrampado. El Perú debe ver al futuro, pero esto no será posible si sus gobernantes, legisladores, funcionarios, partidos políticos, organizaciones sociales, profesionales y la sociedad civil no lo hacen, poniéndose al frente de una realidad nacional que se desarrolla independientemente de la bipolaridad ideológica.

Hay que dar la oportunidad de reivindicar a tal sistema político que se encuentra resquebrajado, pero que tiene una gran responsabilidad y solo podrá hacerlo si se mejora la calidad de vida de la gente; de la niñez, de las personas de la tercera edad, sin acceso a educación; de las adolescentes violadas; de la juventud sin empleo;  de las mujeres abusadas sexualmente; de la delincuencia, de políticos corruptos, y de formar líderes comprometidos de verdad, valores morales y éticos de una sociedad de ciudadanos.

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