Recientemente, se realizó un homenaje al destacado historiador y sociólogo Nelson Manrique mediante la creación de un mural en la esquina de las avenidas Giráldez y Ferrocarril en Huancayo. Este acontecimiento es de gran importancia, ya que evidencia el impacto de su obra en su lugar de origen. Para aquellos que mantenemos un estrecho vínculo con la región, este reconocimiento nos llena de orgullo, pues consideramos a Manrique como el historiador emblemático de la sierra central. Antes de revisar sus valiosos aportes a la historia regional, reseñaremos su destacada trayectoria.
Después de concluir sus estudios en la unidad escolar Santa Isabel, Nelson Manrique se adentró en el campo de la Ingeniería Agrónoma en Lima, pero pronto descubrió su pasión por la Sociología. Bajo la tutela de Alberto Flores Galindo, completó una maestría en Sociología en la Universidad Católica del Perú y posteriormente emprendió sus estudios doctorales en Historia y Civilizaciones en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de París. En sus más de cuarenta años como sociólogo e historiador, Manrique ha investigado y profundizado en diversos temas de gran relevancia: la participación de los indígenas en la guerra contra Chile, la historia económica y social de las regiones central y sur del país, la violencia política, el estudio del racismo y la historia del APRA. Además, ha incursionado en investigaciones relacionadas con la sociedad virtual y las nuevas tecnologías.
Uno de los campos más prolíficos en los que Nelson Manrique contribuyó significativamente a las ciencias sociales en el Perú fue la historia regional. Sus valiosos aportes a través de sus estudios sobre la sierra central y sur son fundamentales para comprender las dinámicas de las poblaciones andinas en el siglo XIX. De hecho, estos trabajos representaron algunos de los primeros proyectos de investigación que emprendió durante su posgrado en Sociología. Aunque inicialmente tenía la intención de estudiar los aspectos socioeconómicos de la reforma agraria en la sierra central, bajo la recomendación de Flores Galindo, decidió enfocarse en el proceso económico que precedió a dicha reforma en la región de Junín.
Es fascinante que la primera publicación de Manrique sobre el tema adquiriese bastante relevancia y reconocimiento en la comunidad académica. Su libro Campesinado y nación: las guerrillas indígenas en la guerra con Chile (1981), que investiga la participación indígena durante la Guerra del Pacífico, es ampliamente reconocido por muchos historiadores como una de las mejores obras que existen en el Perú sobre ese periodo. Manrique sostiene que el surgimiento del nacionalismo campesino en la sierra central fue una consecuencia directa de las circunstancias excepcionales generadas por la guerra. En este contexto, los campesinos priorizaron la lucha contra los invasores, suspendiendo temporalmente sus demandas étnicas y de clase. No fue sino hasta el final de la guerra que los conflictos de clase se intensificaron, como resultado de la traición y la postura entreguista adoptada por los terratenientes en favor del ejército chileno, así como su rechazo a Andrés Avelino Cáceres y a la resistencia.
Además de ofrecer una perspectiva innovadora sobre las dinámicas sociales y políticas de las comunidades indígenas en la construcción de su identidad nacional en momentos de crisis, la obra de Manrique generó un debate interesante con otros destacados científicos sociales, como Heraclio Bonilla, Henri Favre y Julio Cotler. Estos académicos argumentaban que las tensiones étnicas se impusieron sobre la solidaridad nacional, lo que llevó a confrontaciones entre peruanos en función de sus afiliaciones étnicas. En consecuencia, los indígenas combatieron indistintamente tanto a los blancos chilenos como a los peruanos, dado que ambos eran vistos como invasores.
Lo interesante de este debate es que se dio entre una nueva generación de historiadores marxistas, lo cual añade una dimensión interesante al intercambio de ideas: fue evidente el grado de ortodoxia de cada uno de ellos. Aunque Bonilla no lo expresara explícitamente, consideraba que aceptar la existencia de un nacionalismo popular era contradictorio, ya que lo veía como un producto de la burguesía. Por su parte, Manrique se apoyaba en las ideas de Marx para afirmar que el nacionalismo indígena surgió en circunstancias en las que el tiempo histórico se aceleró debido a las condiciones específicas de la guerra. No obstante, las evidencias que utilizó Manrique para respaldar la existencia de un comportamiento patriótico por parte de los indígenas son contundentes y hasta ahora no han sido refutadas. Sin duda, esta obra representó un punto de inflexión al complejizar las identidades y lealtades durante tiempos de conflicto, a través del estudio de una región en particular.
En los años siguientes, Nelson Manrique consolidó su contribución a la historia regional a través de varias obras. En su libro Mercado interno y región: la sierra central 1820-1930 (1987), examina las particularidades de la forma de acumulación en la sierra central, donde la ganadería, la minería y la producción de aguardiente desempeñaron un papel fundamental en el desarrollo de un mercado interno regional. Estas características establecen a la sierra central en una posición única en comparación con otras regiones como la costa central y norte, y la sierra sur. Asimismo, en su obra Yawar Mayu: sociedades terratenientes serranas 1879-1910 (1988), profundiza en las comparaciones entre la sierra sur y central, tanto desde una perspectiva económica como social. Plantea que la zona sur exhibe una menor integración económica y se caracteriza por un fuerte gamonalismo que ejerce una coerción significativa sobre la población indígena, en contraste con la situación en la sierra central. Un análisis más monográfico del sur andino, específicamente de la región de Arequipa, la encontramos en Colonialismo y pobreza campesina: Caylloma y el valle del Colca siglos XVI-XX (1986), así como en su tesis doctoral, donde ofrece un panorama general de la historia económica de Arequipa durante el siglo XIX y principios del siglo XX. Ambas permiten comprender mejor la evolución histórica de la región y su relación con el colonialismo y la pobreza campesina a lo largo de varios siglos.
Todos estos planteamientos son resumidos en su obra Historia de la República (1995). En este texto, destaca la importancia de no centrarse únicamente en Lima: es bastante engañoso que esta ciudad capture la esencia de todo el Perú. En lugar de basarnos en generalizaciones, es fundamental prestar atención a las dinámicas regionales y comprender cómo contribuyen a la historia nacional en su conjunto. Este enfoque permite una visión más completa y enriquecedora de la diversidad de experiencias y realidades que conforman la historia peruana.