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Opinión

Juan Manuel Robles: Prensa alternativa, urgente.

Como muchos, he disfrutado enormemente la conferencia de prensa con la que el gobierno rompió el monopolio idiotizante de los domingos por la noche (de todas las tradiciones peruanas, ver noticias falsas con música de terror cuando termina el domingo debe ser la más siniestra). Fue una gran jugada y una intervención necesaria. Después del audio nauseabundo de Acuña mangoneando a la presidenta del Congreso y presionándola para trabajar por sus intereses, era necesario incidir en la entraña delincuencial de un congreso que quiere dar lecciones morales. Sobre todo, me ha gustado que el premier Aníbal Torres se refiera a la prensa alternativa como fuente de información válida. Por supuesto, no soy idiota. No me compro la pantomima tampoco: esos medios alternativos tenían algunos voceros que parecían cultores de una antigua tradición (el oficialismo). Pasivos, adormilados, mansitos.
Pero me gusta la mención de Torres porque me hace recordar que sí necesitamos, a gritos, una prensa alternativa.
Alternativa a la dictadura de los anunciantes, que ha generado que creamos que sus intereses son los nuestros. Durante años, la línea base de la neutralidad la han puesto cuatro grupos de poder económico con línea directa a gerentes de información. Sus intereses han dictado el sentido común. Siempre recuerdo cuando, durante el gobierno de Humala, se discutía la ley de comida saludable; aparecieron en los iluminados sets de la televisión privada peruana nutricionistas que defendían a las empresas (en nombre de asociaciones dudosas creadas por esas mismas compañías). Allí estaban esos periodistas, tratando encontrar el punto medio (¿medio octógono?), sensibilizados realmente por el peligro que corría nuestra “libertad de decidir”. Una prensa alternativa a esos romances, es urgente.
Alternativa a ombliguismo capitalino. Perú es uno de los países más centralistas de la región, pero su prensa hegemónica es ya un extremo. Ni siquiera la diversidad de Lima se ve en los platós de los canales. No hablemos de la migración en la propia ciudad, y su variedad de colores y fisonomías. De hecho, uno encuentra más gamas de acentos peruanos en una escuela de posgrado en Nueva York que en un noticiero nacional. No se trata de algo menor, genera efectos colaterales: la tolerancia al racismo, por ejemplo. Viene un señorito de la vieja política y hace un comentario discriminador; el periodista no dice nada ni lo echa del set. Se ríe. No sorprende la naturalidad con la que, luego, crea una categoría extraña en la discusión política: los “chotanos” y los “paisanos”. Necesitamos una alternativa a esa miopía.
Alternativa al media training en la sombra. Se ha vuelto una penosa costumbre que haya periodistas de cierto brillo juvenil cuyo paso a la madurez se traduce en una incursión en las relaciones públicas, en la asesoría a la “imagen” de terceros. Eso no sería un problema si no fuera porque esos periodistas ¡continúan siendo periodistas! Ascienden y siguen viviendo esta vida paralela. Por supuesto, la práctica genera que, más temprano que tarde, busquen a estos periodistas multifacéticos para que, además de “entrenarlos”, el medio donde trabajan los entreviste bonito y contenga la mala prensa. Sí, se parece un poco al pago de cupos. Es prensa bamba: el periodista entrevista a su cliente, o a su potencial cliente, pero la audiencia no lo sabe. La justificación suele ser: es que es un señor decente, conozco a su familia hace años, y yo hago un trabajo honrado. Necesitamos una alternativa a esos ágapes.
Alternativa a la expedientitis. Todos saben que en un país como el Perú no podemos confiar en la Policía ni en muchos de nuestros jueces. Y sin embargo, cuando el expediente policial del líder sindicalista acusado llega a las manos del editor, ¡a publicarlo sin chistar! El reportero se pone a transcribir. Comillas y conectores. Le dicen periodismo de investigación, pomposamente. Merecemos una alternativa a esos dateros.
Alternativa a la cachita. La prensa arrogante nos ha habituado al periodista con actitud del bacán del barrio cuando mira a un interlocutor que no es del cogollo. “¿De dónde has salido, ah?”, dice la periodista muy pagada de sí misma. Sin escuchar, sin ver. Necesitamos una alternativa que amplifique nuestra percepción, no que la achique.
Alternativa al consenso de Washington. La prensa peruana hegemónica sigue manejando un concepto de desarrollo que bien podría firmar Carlos Boloña o los Chicago Boys. Crecimiento y chorreo. Son informadores que actúan como si estuviéramos en los últimos años del siglo anterior. Como si todavía fuera cool ver a Gorbachev en el comercial de Pizza Hut o en un anuncio de Louis Vuitton. Como si todavía fuera válido creer en la narrativa de la desigualdad “buena” y el consiguiente desprecio a cualquiera que pida más Estado o más equidad. Necesitamos una alternativa a esas sonrisas unánimes llenas de sorna anti lucha social.
Alternativa a la estupidez. Generalmente no soy muy paranoico ni comparto esa idea de que los poderosos quieren controlar nuestras mentes, pero cuando veo lo que ocurre en el Perú, dudo. La prensa de televisión llama a videntes para hablar del futuro del gobierno, espiritistas para conversar con seres del más allá, escritores que revelan los secretos de la personalidad de un político analizando su firma. Y quienes lo hacen son los periodistas de saco y corbata, serios y modositos. No se confundan. Cuando uno tiene todos los recursos y aun así apela a la charlatanería, hay dolo. Intención de estupidizar y de hacer una división social: fantasías que pueden pasar por verdades… si los que miran son pobres; total, da raiting. Necesitamos una alternativa a esa peligrosa condescendencia.
Alternativa a la amnesia. La frivolidad y la ignorancia suelen ser caldo de cultivo para una tara más definitiva: el olvido. El periodista debe existir, entre otras cosas, para ser ese servidor público que nos recuerda, con fecha, lo que olvidamos. Un profesional con la información mínima que le permita, por ejemplo, saber la diferencia entre Sendero Luminoso y el MRTA, y conocer al menos las más oprobiosas matanzas y masacres del Ejército. Lo que tenemos es un repetidor de consignas que dice “maldito terruco” mientras sonríe a un terrorista de Estado. Una alternativa es imperiosa.
Alternativa a la incultura. Son demasiados periodistas hegemónicos increíblemente incultos. Es un abuso.
Por supuesto, y lo repito, no se genera una prensa alternativa buscando a dedo a medios pequeños para usarlos como carne de cañón contra la prensa mala. La prensa no puede ser un campo de batalla, una guerra donde para informarse la audiencia tiene que calcular qué tanto calla cada bando. Pero sí hay otras formas de generar prensa alternativa: ampliando el espectro, con más canales y estaciones de radio, con financiamiento parcial público, autónomo, medios que representen a diversos sectores de la sociedad, fomento a pequeñas empresas de comunicación. Para que esos actores sociales nos muestren el mundo que no conocemos, los problemas que permanecieron ocultos, las paradojas difíciles que obviamos, y todo eso que nunca vimos por culpa de una televisión que repite el libreto eterno de este domingo a las ocho.
Fuente: (Por Juan Manuel Robles. Hildebrandt en sus trece # 602)

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