Inspirado en el mítico GEIN, que en los 90 logró capturar al cabecilla terrorista Abimael Guzmán, López Aliaga busca replicar ese éxito, pero en un escenario completamente distinto. Hoy, la amenaza no proviene de una cúpula terrorista que se oculta en las sombras, sino de una delincuencia que se ha apoderado de las calles, de los barrios, de las vidas. La extorsión es el nuevo mecanismo de control, el sicariato, la moneda de cambio. El “terrorismo urbano”, como lo llama el alcalde, ha encontrado en Lima un terreno fértil para florecer, y hasta ahora la respuesta de las autoridades ha sido insuficiente, vacía de propuestas y saturada de improvisación.
Es cierto que cualquier paso en la dirección correcta es bienvenido. No podemos seguir tolerando que los extorsionadores y sicarios actúen con impunidad, mientras los limeños viven con miedo. Pero, ¿será suficiente la creación de este grupo? El GEIM, bajo el liderazgo del general José Baella, un hombre con experiencia en la lucha contra el terrorismo, promete utilizar tecnología avanzada como cámaras de vigilancia con inteligencia artificial y recompensas por información que lleve a la captura de los criminales más peligrosos. Parece un plan ambicioso, con la dosis adecuada de modernidad y eficiencia, pero la realidad es que enfrentamos una problemática mucho más compleja.
El crimen organizado, como el cáncer que es, ha extendido sus tentáculos por cada rincón de la ciudad. No basta con tecnología. No basta con recompensas. Se necesita una estrategia de largo aliento, una coordinación real entre los municipios, la Policía Nacional y el gobierno central. Aquí es donde López Aliaga debe demostrar que su propuesta no es solo un movimiento para calmar las aguas, sino una acción decidida y firme que integre a los mejores expertos en seguridad, porque si no sabe cómo enfrentar este monstruo, no debe dudar en llamar a quienes sí lo conocen. La seguridad no puede depender de una sola figura política, sino de un esfuerzo conjunto, sin egoísmos ni protagonismos vacíos.
En este panorama, es urgente que Lima y sus ciudadanos se levanten como un solo cuerpo, no solo para reclamar por mayor seguridad, sino para participar activamente en su construcción. La tecnología y la vigilancia son herramientas poderosas, pero es la voluntad ciudadana, la denuncia, el no callar, lo que dará la vuelta al juego. Ya no podemos tolerar que la delincuencia controle nuestras vidas.
López Aliaga ha propuesto algo que, si se ejecuta con inteligencia, puede ser el primer paso hacia una Lima más segura. El GEIM es una respuesta necesaria en tiempos de crisis, pero necesita algo más que tecnología para ser efectivo: necesita una estrategia integral que involucre a la ciudadanía, que no tema recurrir a expertos en seguridad y que vaya más allá de la coyuntura política. No se trata solo de apagar el fuego, sino de evitar que siga encendiéndose.
Es hora de que Lima recupere sus calles, su tranquilidad, su paz. Y para lograrlo, todos, desde el gobierno central hasta el vecino más común, debemos estar dispuestos a dar un paso adelante. Hoy más que nunca, el combate a la delincuencia debe ser frontal y sin titubeos.