A estas alturas no sé si me indigna más que el Congreso no apruebe el adelanto electoral o la ingenuidad de quien sigue creyendo que este Congreso deslegitimado iba a hacerlo. De que aún se puede esperar algo de esa institución que se ha labrado a pulso sus niveles de desaprobación. ¿Se puede esperar algo de ellos? Permítanme dudarlo.
El Perú movilizado lleva señalando el camino y apuntando a la única salida desde el 8 de diciembre mientras el poder mediático los ignora: la renuncia de Boluarte es la vía. Y lo es porque, como la primera ficha del dominó, inicia una sucesión de hechos necesaria.
Pero esa renuncia no vendrá por decencia, iluminación privada o conciencia del momento político por parte de la presidenta. Solo ocurrirá si la presión la obliga a ello y los poderes que cogobiernan con Boluarte la sienten más costosa que beneficiosa. Las movilizaciones sostenidas son claves para ello. Una vez más el Perú movilizado señala el camino y, en lugar de remedar al poder mediático y su invisibilización de la realidad para delinear así realidades que le acomodan, toca escuchar más a quienes desde el primer día tuvieron clarísimo el carácter de este gobierno dictatorial.
Y quienes lo tuvieron claro no son los y las analistas caseritos de la tele, sino los terruqueados por los poderes que desde las calles han impulsado una agenda política que parecía imposible pero hoy se consolida ya como un sentido común: fuera Boluarte, cambio de mesa directiva de congreso, adelanto electoral a 2023 y referéndum por una Nueva Constitución.
Cuando la democracia se fractura solo hay una vía de recuperarla: darle la voz y el poder a los protagonistas. A la gente. A todos y todas. Al pueblo.