La dictadura cogobernada de todos los poderes es un problema, pero también son parte del problema aquellos “demócratas” que proponen intercambiar las élites actuales representadas por la ultraderecha, por otras élites más moderadas, pero mantener de fondo una democracia de élites, en lugar de apostar por una democracia real y profunda con todos y todas en igualdad de condiciones.
Llamar maximalista a una salida que un 69% de peruanos y peruanas exige como es la Asamblea Constituyente es precisamente eso. Es reconocer desde coordenadas derechohumanistas que la represión es un problema, pero no reconocer que quienes se movilizan no solo tienen derecho a movilizarse, sino a participar, decidir, gobernar, proponer, etc. Es, en suma, lo que venimos diciendo hace mucho tiempo en este espacio: hay un sector de nuestra clase académica, cultural y política que puede ser antifujimorista -y en eso nos encontramos- pero no es realmente demócrata en términos amplios. Una cosa es oponerse a una opción, otra es deslegitimarla llamándola “maximalista”.
Al final del día el análisis de hace meses se mantiene: sólo hay dos vías para salir de la crisis. O salimos de ella recomponiendo unas élites donde se intercambien unas por otras pero se sostenga el modelo democrático en clave oligárquica o ilustrada, o salimos de ella con un nuevo pacto social que refrende una nueva forma de interrelación y de construcción democrática. Una democracia real.
Y eso sigue en disputa. Una lástima que algunos de los referentes de la democracia peruana no sean capaces de entender este momento político e histórico donde la democracia está más en las calles que en las instituciones. Y donde un referéndum por una Nueva Constitución es un vector clave para volver a mirarnos. Seguir llamándolos “maximalistas” sólo demuestra que en este último mes no han aprendido lamentablemente nada.
