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Opinión

Laura Arroyo Garate: Allanar para señalar, señalar para violentar, violentar para eliminar

Esta mañana, la Policía Nacional del Perú ha allanado el local de la Confederación de Comunidades Campesinas y el local del partido político Nuevo Perú. Da igual de qué partido seas, en qué organización social milites, cuál ideología defiendes o si estás o no a favor del gobierno actual. Lo que denuncia la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos es indignante para cualquier demócrata y tiene un nombre.
Ojo, no es que allanen cualquier lugar. No es una decisión arbitraria.
No “pasaban por ahí” los policías. Han elegido determinados lugares. Han asumido que en determinados espacios debían intervenir buscando a manifestantes que, por cierto, no hacen nada más que estar en un lugar pasando la noche porque, ojo, manifestarse no es un delito. Pernoctar en un local, tampoco. Contar con pancartas, lo mismo. Pero en el Perú de hoy los derechos son un buen difuso, en lugar de una garantía.
Que allanen sólo algunos lugares específicos es un señalamiento. Apunta a determinados espacios que, solo por ese prejuicio ejercido desde el poder, envía un mensaje: estos espacio políticos son “peligrosos”, “azuzadores” o, en la narrativa del gobierno, “terrucos”. De esta forma se le quita legitimidad a algunas ideas. Y al hacerlo se atenta contra la libertad política. Contra la libertad de opinión esa que dicen defender los que defienden también el oligopolio mediático que hoy terruquea a diestra y siniestra.
Como si 21 muertos fuera poco, hoy asistimos a un nuevo paso en la consolidación de un gobierno que ya no es democrático. Allanar locales señalándolos por lo que defienden y querer detener arbitrariamente a quienes ahí se encuentran no es democracia. Manos manchadas de sangre y señalamiento de adversarios por sus ideas políticas es la estrategia de este gobierno y me pregunto: ¿Cuál es la diferencia de lo que hace hoy la Policía y lo que hace cotidianamente La Pestilencia? El quiebre democrático es total.
Al inicio, el gran problema del gobierno de Dina Boluarte era su falta de legitimidad popular. Una falta d legitimidad popular evidente. Luego, su evidente pacto con los golpistas del Congreso y de otras esferas del poder, se convirtió en un problema porque evidenció que un golpe sí había ganado. Dina Boluarte era solo su fachada legal. Luego de ello, la represión, amparada en el discurso del terruqueo desplegado por el Gobierno, por sus aliados en el Congreso, por el poder mediático, etc. se convirtió en una evidencia de que venían tiempos más duros. 21 muertos después sabemos que algunas vidas valen más que otras en el Perú, pero sobre todo, para ese Gobierno que solo oye a algunos y terruquea a otros.
Hoy, con el señalamiento por sus ideas políticas a ciudadanos y organizaciones lo que vemos es un nuevo paso en esta consolidación dictatorial de un Gobierno que no da para más y tampoco merece disculpas ni buenos deseos. Es evidente cuál es el gobierno que ha elegido ser el de Boluarte y cuál es el enemigo que ha decidido trazar: la democracia y los derechos que ella ampara.
La democracia es lo que está en juego.

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