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Opinión

Laura Arroyo Gárate: Cuando el fascismo llega al poder no disimula

En España, VOX ha entrado -gracias a acuerdos con el Partido Popular que ya no es derecha, sino también extrema derecha- en muchos municipios y gobiernos regionales. Han exigido, porque el fascismo exige, dirigir las concejalías con facultades sobre los temas de cultura y mundo rural, además de, por supuesto, acabar con las facultades para luchar contra la violencia machista que, por cierto, niegan.
Saben bien los de VOX, un espacio aliado de Boluarte y su dictadura, que dar la batalla cultural es fundamental. Porque la batalla cultural es la batalla de las ideas. Porque muchas veces hay más poder en la disputa de sentidos comunes que luego avalan o rechazan leyes que en las instituciones que las redactan y las aprueban. Sabe muy bien VOX, que la cultura y las artes son herramientas de transformación y mirada crítica social y que, por tanto, es importante gobernarlas y dominarlas para así implantar una visión uniforme y amordazar la reflexión crítica sobre las las injusticias que vivimos y las condiciones estructurales que las promueven.
En cuanto VOX ha llegado a las instituciones ha censurado obras de teatro, películas y encuentros culturales. Ha censurado a Virginia Woolf, pero también a Buzz Lightyear. Todo lo que suene a una realidad de igualdad debe ser borrado, según ellos. Todo lo que plantee un horizonte distinto debe ser erradicado.
En Perú sabemos de esto. Boluarte no sólo calla a quien protesta asesinándolos (como si eso fuera poco). También inician represalias contra quienes apoyan esas expresiones de protesta y demonizan a los artistas que les dan voz con sus canciones, pinturas, esculturas, etc. Han amenazado a artistas como Chillico (Cusco) y censurado una conferencia de prensa sobre violaciones de DDHH en la represión. Persiguen a quienes cantan “esta democracia ya no es democracia”, echan de la televisión y radio públicas a los periodistas que no se alinean con el régimen y demonizan a cualquiera que desde cualquier espacio tengan una voz crítica llamándolos ‘terrucos’.
Lo hace Boluarte, lo hace Otárola, lo hace Álvarez Rodrich, lo hace Cilloniz. Lo hacen todos esos poderes que cogobiernan la dictadura. Los que están en Palacio de Gobierno, los que están en el Congreso, pero también quienes están en los medios de comunicación y que son altavoces fundamentales del discurso que discrimina racista y clasistamente a peruanos y peruanas. Una sociedad uniforme es garantía de que Boluarte sobreviva. Un Perú crítico y movilizado es garantía de democracia y, por tanto, de su fin.
Esta semana he sentido muy cerca a España y a Perú a la vez. La censura que vivimos en ambos lados del charco se escribe con la misma letra y la misma ideología. Aquí, el mundo de la cultura se ha unido para hacerle frente a la censura de la extrema derecha que ha puesto en la diana cualquier producto artístico. Allá, el Perú movilizado se prepara para demostrar en Lima que somos más y que la dictadura se va a acabar.
VOX y la dictadura peruana están hermanadas porque defienden el mismo proyecto social: mantener y arreciar el modelo económico, defender el statu quo, callar a cualquier voz disidente, implantar un sistema totalitario y acabar con las estructuras democráticas bajo el disfraz de hacerlo para poner orden. Son una amenaza y ya han llegado. No basta con no ser fascista, toca ser antifascista.
En España nos unimos contra la censura fascista desde cualquier tribuna. En Perú, llenaremos Lima contra la dictadura. No hay nada más revolucionario que una sociedad llena de artistas. En Perú también las calles suenan y huelen a arte democrático.

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