Quienes se manifiestan no sólo tienen derecho a hacerlo y no ser reprimidos como bien han empezado a denunciar desde diversos lugares, voces múltiples a quienes echábamos de menos. El Perú movilizado tiene derecho a exigir, a participar en la construcción e su país, a presentarse a elecciones y a gobernar si las gana. Tiene derecho a disputar el poder.
Y por lo mismo no solo tiene el derecho, sino que cualquier demócrata tiene el deber, de exigir que la democracia peruana se ensanche y por fin, por primera vez, incluya a todos y todas las que fueron excluidas de la toma de decisiones en su propio país. El pedido de nueva Constitución es exactamente eso. Es la demanda por participar en la elaboración del pacto social del país. Y por eso hago un llamado a las clases medias, sobre todo de Lima, a que dejen de llamar “maximalismo” a un pedido con el que pueden estar de acuerdo o no, pero es legítimo, válido y democrático.
Ahí es donde se ve el talante democrático y derechohumanista, en la forma en que empatizas y entiendes al pueblo que se moviliza y no le exiges entrar en tus coordenadas de análisis, sino te acercas a las coordenadas que ellos y ellas están delineando con precisión y claridad.
Hoy en La Base hablé precisamente de ello al hacer un llamado a esta clase media, a esta intelectualidad con la que tenemos puntos de encuentro, pero hoy están cayendo peligrosamente en apostar por “cerrar” esta crisis por arriba, es decir, intercambiando unas élites por otras, pero sin democratizar realmente el poder en el Perú y sin entender que ese Perú movilizado no es un actor temporal ni coyuntural. Es el gran sujeto político de nuestro momento político. Y lo democrático es aplaudir esa gesta compleja que ya están ganando poco a poco y entender la Nueva Constitución como pilar fundamental de la misma en su apuesta por democratizar de verdad el país.
