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Opinión

Laura Arroyo Gárate: Dictadura Cogobernada : la Hidra

A cada hora que pasa quiero creer que quienes tenían dudas las disipan. La dictadura de Dina Boluarte no merece otro rótulo porque es una evidencia que el camino que ha elegido no es democrático. Si algunos lo vimos antes eso da igual, lo importante es verlo ahora sobre todo tras su mensaje presidencial. Un mensaje en el que nos anuncia que seguirá matando. Un mensaje en el que justifica toda su política de represión y, por tanto, asume directamente, en vivo y en directo, la responsabilidad por cada consecuencia de ella.
Un mensaje en el que insulta al país que quiere gobernar desde el racismo más vil. Un mensaje en el que apunta las balas del discurso a quienes son incómodos a su régimen porque el terruqueo no es otra cosa que la estrategia discursiva que legitima la eliminación de un otro al que se le despoja de su condición de ciudadano o ciudadana. Ayer, Boluarte lo ha hecho nuevamente mientras los nombres de los 48 muertos sobrevolaban el cinismo y la inhumanidad de sus palabras.
A estas alturas queda clara también otra cosa: vivimos una dictadura cogobernada. No es una dictadura de una única cabeza. La dictadura liderada por Boluarte se parece más a ese ser mitológico: la hidra. A esa hidra que Hércules debió vencer con la dificultad de que a cada cabeza cortada le surgían dos. Del mismo modo, Dina Boluarte es la primera cabeza visible pero en ningún caso la única. Ella sigue siendo lo que fue desde el primer minuto: la fachada legal del golpismo ganador. Con el argumento de la sucesión legal su rostro fue indispensable para que quienes perdieron las elecciones alcanzaran el poder. No la levantaron en hombros por ser su mejor carta, lo hicieron porque era útil. Sabían que hipotecada a quienes le pusieron la banda presidencial gobernaría para ellos o, mejor dicho, CON ellos. Pero el objetivo era todavía mayor. No quieren gobernar con ella. De facto gobiernan A TRAVÉS de ella quien ayer lo ha confirmado.
La dictadura que vivimos, como la hidra, es un COGOBIERNO de múltiples actores. El poder económico más interesado en las “pérdidas” del PBI, en la reducción del turismo y en las paredes que en vidas humanas cuando, por cierto, todas esas pérdidas materiales tienen a una misma responsable: la dictadora Boluarte. El poder judicial que ha iniciado con el poco disimulo de saberse impune una serie de modificaciones en la arquitectura judicial para garantizar la impunidad de quienes aprietan el gatillo y cambiando a quienes procesarán a los perseguidos políticos de esta dictadura. El poder de las fuerzas del orden (FFAA y PNP), que son el brazo ejecutor de la dictadura y que se saben impunes porque cogobiernan de facto con la fuerza de los escudos, las balas, las lacrimógenas y la intimidación que consiguen gracias a sus colegas del poder judicial.
El poder mediático como gran altavoz del relato del régimen que iguala balas con pancartas, que terruquea a quienes exigen cambio tras 48 muertos, que dan voz a los poderes que cogobiernan pero le cierran los micrófonos a quienes ponen el cuerpo en las calles. Ese poder mediático que construyó el relato para legitimar a Boluarte durante un año y medio y que hoy no mira ni las cámaras de Palacio, ni los CV de los ministros, ni la tesis de ninguno de ellos, ni sus precedentes de ningún tipo. Y tenemos también al poder político en el Congreso. Ese poder que, al igual que los anteriores, no sostiene, COGOBIERNA con Boluarte.
Ese poder que está aprovechando el tiempo para ajustar todos los tornillos con la finalidad de poder quedarse para siempre ya sea con la reelección, con la bicameralidad y, por supuesto, descabezando a los órganos electorales para asegurarse de que nunca más alguien como a Pedro Castillo pueda ganar en las urnas. Quieren pre-marcar las cédulas de votación desde esos escaños para garantizar que nunca más el voto de un campesino de Juliaca valga igual que el de un vecino de San Isidro. Ese único vestigio de democracia precaria que teníamos en Perú lo están borrando a punta de proyectos de ley. La restauración de la República de las oligarquías ya ocurrió, solo están recrudeciéndola en nuestras narices mientras Boluarte nos dice que lo siente mucho, pero tiene que seguirnos matando.
Una dictadura pura y dura con una particularidad: no son poderes al servicio de la dictadora esta vez. No como con Fujimori aunque su sello está en todos los rincones. Es una dictadura actualizada. Una nueva versión. Esta vez tenemos a todos los poderes gobernando en conjunto. Un COGOBIERNO de las élites que restaura centímetro a centímetro todo el poder que alguna vez perdió pero sólo superficialmente. Se mantuvo su Constitución, pero no les basta. Se mantuvo su modelo económico, pero no les basta. Se mantuvo una institucionalidad que disfrazó de democracia al continuismo, pero no les basta. Sintieron temor cuando la posibilidad -trunca también por responsabilidad de Castillo- de democratizar este país se abrió paso y mordieron con todo lo que tenían para evitarlo. Y lo lograron.
Pero en la historia mitológica la hidra fue vencida. Pese a todas sus cabezas y sus fauces. Lo único inverosímil en la historia es que pudiera hacerlo un único sujeto. No basta la fuerza hercúlea de uno solo, hace falta alianzas más amplias. Hace falta la empatía de quienes siguen indiferentes. Hace falta la contundencia de quienes siguen tibios. Hace falta la visión de urgencia de ciertas izquierdas más preocupadas pensando en sus inscripciones electorales para postular en las próximas elecciones. Hace falta la mirada académica que impugna en lugar de la que asume la realidad de manera acrítica y se dice “apolítica”.
Hacen falta artistas que le den voz, sonido y color al momento. Hacen falta “derechohumanistas” que lo sean sin dudar cuando las noticias llegan de provincias y no de Lima, cómo ha ocurrido con la detención arbitraria en Ayacucho pese al silencio atronador de ciertos defensores de la democracia. Hacen falta líderes políticos que entiendan que hoy no les toca hablar sino acompañar porque las manifestaciones son también contra ellos porque la clase política entera es también responsable. Hace falta más jóvenes sumando con su energía y rebeldía a sostener la disputa por una democracia real. Hacemos falta todos y todas para construir a ese Hércules posible porque en frente no tenemos solo a Boluarte.
Su renuncia es el primer paso, pero ya vemos que no va a renunciar. Toca hacer que no le quede otra opción que hacerlo. Que su renuncia sea “su mejor opción”, su “mal menor”. Para eso toca presionar a cada cabeza de la hidra. Algunos periodistas han empezado a ruborizarse, algunos policías no quieren seguir la orden de disparar, algunos grandes empresarios empiezan a preguntarse por la sucesión posible a Boluarte. Y así la hidra empieza a agotarse. Es el momento de enfrentarla con todo(s) lo que tenemos. El gobierno es insostenible porque lo hacemos insostenible gracias a que cada quien, desde su espacio, tiene una cabeza de la hidra a la que puede atacar. No seas indiferente.

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