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Opinión

Laura Arroyo Gárate: ¿El Perú no se movilizaba?

Queda comprobado que nunca fue cierta la frase “el Perú no se moviliza” que se puso tan de moda el último año y medio. La realidad es que el Perú “no se estaba movilizando” que es otra cosa. Hubo quienes preguntaron muchas veces “¿por qué no se movilizan contra Castillo?Algunos otros preguntaron más específicamente: ¿por qué no se movilizan contra la corrupción? Hubo también quién preguntó ¿por qué no se movilizan si el Presidente no cumple? Y alguna versión más bruta de las preguntas fue: ¿por qué no se movilizan contra el comunismo? Pregunta que nos recordó los paneles ridículos de la Vía Expresa en Lima durante la segunda vuelta electoral.
La respuesta hoy ha quedado clara: el Perú sí se moviliza por la agenda que siente suya y no por otras que pueden ser muy legítimas e incluso importantes, pero no convocan a ningún espacio articulado o desarticulado pero potente. Ninguna agenda impulsada este último año y medio logró la movilización masiva, sino movilizaciones atomizadas. Pero hoy eso ha cambiado. Aquí tocaría aprender algunas lecciones y, por qué no decirlo, algo de humildad.
El Perú de las últimas 24 horas tiene movilizaciones sostenidas en distintos puntos del país con mucha más fuerza fuera de Lima, bloqueo de algunas carreteras, llamamiento a jornadas de lucha indefinidas, gremios como el de transportistas sumándose a la movilización exigiendo convocatoria a elecciones, zonas como Canchis declarándose en insurrección, etc.
Pese a ello hay quien todavía sostiene que la juramentación de Dina Boluarte ha abierto un camino a la “normalidad”, garantiza “gobernabilidad” o, incluso, “pone fin a la crisis”. ¿De qué Perú estamos hablando?
En este escenario, también hay que decirlo, ha quedado en evidencia que no es verdad que “nadie apoyaba a Pedro Castillo” o que “no representaba a nadie”. La centralidad de la agenda es Pedro Castillo. Ya sea por su intento de golpe fallido en un contexto donde la disolución del Congreso movilizó, sí, pero en celebración más que en rechazo (la evidencia es la arenga exigiéndolo en todas las manifestaciones hoy); ya sea por la reacción frente a la detención preliminar por casos que no tienen sentido ya que Castillo debe responder y ser investigado por los casos de corrupción pero “rebeldía” es, cuando menos, un artilugio legal discutible pero que ha permitido que se le detenga durante siete días; ya sea porque al sacar(se)de la ecuación a Castillo (algo que provocó él mismo) no hay legitimidad en los poderes que se quedan, etc.
Mientras desde las esferas de poder insistan en creer que se puede cerrar la crisis sistémica con un pacto en las alturas entre la clase política deslegitimada y ese congreso de un dígito de aprobación, solo perpetuarán la crisis que sigue agudizándose delineando dos terrenos en disputa cada vez más sólidos. De ahí también que me ratifico en lo señalado sobre Dina Boluarte en mi columna en Noticias Ser hace unos días: tendrá la legalidad y legitimidad institucional necesarias, pero en el Perú de hoy la legitimidad institucional significa CERO. La legitimidad social es más clave para entender lo que ocurre que el procedimentalismo o el legalismo que a veces se queda en la lectura de artículos, obviando la realidad concreta allá afuera.
Por ello, democratizar el poder es la única vía. Y para eso es urgente devolver la voz y el poder al país dentro de un cauce democrático con elecciones generales como un paso urgente para acabar con la deslegitimidad institucional actual. Pero en el fondo subyace la foto grande. La crisis sistémica evidencia su verdadero carácter en cada jornada de lucha desarrollándose y convocada. Hay un pulso destituyente en las movilizaciones porque el verdadero régimen, el que ha seguido vigente porque sacamos a Fujimori pero no al Fujimorismo de la arquitectura del poder de nuestro país, está ya muerto. Un nuevo pacto social es indispensable para empezar a resolver una crisis que exige que todos y todas participen de él, algo que no pasó en esa Constitución de la dictadura a la que ya no respetan ni quienes la firmaron.
El Perú está hablando fuerte. Se equivoca quien insiste en que son “minorías”.

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