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Opinión

Laura Arroyo Gárate: Leer no es un delito

No basta con reprimir a quienes protestan, ahora la Policía recrudece una práctica que no es nueva pues la vimos ya en operaciones como “Olimpo”: buscar y confiscar libros para acusarnos. Como si leer fuera un delito. Como si leer a Marx te volviera “terrorista” o justificara que te apresen por ello. Algo que nos recuerda a la quema de libros de la Alemania de Hitler en 1933 porque los regímenes fascistas que buscan eliminar al disidente y las ideas que plantean alternativas a estos regímenes saben que atacar los libros y perseguir a dirigentes es lo primero.
En Perú ya lo van haciendo. Eso fue el allanamiento al local de la Confederación Campesina, eso son las detenciones arbitrarias a líderes sindicales y sociales que se encuentran protestando y algunos en vigilias. La DIRCOTE está apuntando finamente el tiro. Hoy, por tener libros de Marx en tu casa eres un sospechoso. Por leer a Lenin también. ¡Por supuesto que esto no es una democracia! Es el gobierno que La Pestilencia quería. Ya no tienen que ir a obstaculizar presentaciones de libros. La DIRCOTE se encargará de ello. La discusión se cierra. Las ideas se bloquean. El debate se anula. Por un libro logran sostener un delito que no tienen cómo probar. Y como no tienen pruebas ahora utilizan los textos.
Pero su intención principal es meter miedo. Intimidar. Que tú mismo te sientas un poco sospechoso. Que renuncies a tus ideas en última instancia. Que te pliegues al régimen. Que calles lo que piensas. Que bajes la cabeza. Que olvides lo que defiendes. Y a esa intimidación se responde con fortaleza como vienen haciendo también nuestros hermanos y hermana movilizadas. Son ellos, ese Gobierno dictatorial y esas Fuerzas del Orden, los ilegítimos al quebrar así la democracia. Son ellos los que infunden terror al acusarnos por LEER. ¿Quién es el terrorista? El terruqueo en su mayor esplendor es la moneda cotidiana en Perú estos días.
He pensado hoy en la biblioteca de mi casa de pequeña y universitaria. Siento que estaría ahí abrazando a los libros que me enseñaron que luchar es la mejor forma de vivir. Abrazando los viajes que tuve pensando en posibilidades mejores. En mundos donde la desigualdad pudiera al menos discutirse. Enamorándome de esas otras realidades posibles. Peleándome también con las mismas ideas que aprendí a debatirme a mí misma. Intentando entender cómo Marx explicaba mejor que otros lo que seguía vigente en un capitalismo salvaje como el que vivimos.
Releyendo a Piketty porque, confieso, al comienzo su pluma se me hacía difícil. Debatiéndole al mismo Mariátegui cuando me obsesioné con Gramsci y, otra confesión, empecé también a afinar mis propias lecturas marxistas tras la lectura de sus cartas desde la cárcel. Enamorándome de Arguedas que será para siempre al que nunca le debatiré nada porque es el taita por algo. Y, por qué no decirlo, gracias a ellos, también me atreví a escribir sobre los mundos que quisiera ver posibles. Y eso es lo que nos quieren quitar. No los dejemos.

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