A raíz del intento de magnicidio contra la vicepresidenta argentina Cristina Kirchner, se ha redoblado el uso de la palabra “polarización” por parte de analistas, opinadores y medios en general en la región. Un uso que no es casual y que encierra una estrategia profundamente ideológica que hace de la equidistancia una peligrosa forma de hacer política.
Preguntados por el atentado vivido por Kirchner, en la televisión pública española hemos visto auténticas vergüenzas como la sonrisa de alguna tertuliana, la siembra de duda sobre la veracidad de los hechos y más discursos que gatillan odio y violencia. En Perú, la conocida por su reaccionarismo Marta Meler hizo lo propio al responderme burlona en el tuiter. Nada nuevo, pero no por eso menos alarmante. Estos discursos son evidentes en su violencia y en lo que gestan. Detenerlos es fácil porque son explícitos. Percibirlos y denunciarlos también. De ahí que muchos de nuestros opinadores locales -pese a tener que señalar que están en contra de la víctima en términos políticos para rebajar sus propios mensajes solidarios- sean capaces de denunciar los hechos aquí narrados, las fakenews y las reacciones vergonzosas en los poderes mediáticos y políticos tras los sucesos.
Pero no hay esta claridad cuando se trata de la utilización de la palabra “polarización”. “Lo ocurrido en Argentina es producto del clima de polarización” es una de las frases más leídas estos días. En la misma línea, el titular de El País (España) señalaba que el atentado contra Kirchner debía servir para “rebajar la polarización” en dicho país. Este fraseo ha sido replicado en redes sociales, entrevistas, análisis y columnas de opinión. La culpa es de la “polarización” en abstracto, sin agencia. Y el lenguaje, como sabemos, nunca es casualidad.
Hablar de “polarización” en abstracto suma a un discurso que iguala a dos bandos. Y que al hacerlo no toma en cuenta que de un lado ha habido un sujeto que empuñó un arma y, del otro, una persona que puso la cabeza. ¿Es posible igualar a ambos? Por otra parte, si entendemos que este intento de magnicidio no fue la ocurrencia de un loquito en la mañana, sino la consecuencia de la normalización de discursos de odio, de mentiras mediáticas, de violencia legitimada como forma de hacer política a través de discursos en las instituciones políticas amplificados por las plataformas mediáticas, no podemos igualar las responsabilidades entre quienes son víctimas de esta violencia desde los poderes y quiénes son los victimarios. Trump y Biden, por ejemplo, no fueron responsables del asalto al Capitolio por “fomentar” un clima de polarización en EEUU. El primero desconoció resultados democráticos, el segundo combatía ese discurso falso.
Este discurso desvirtúa el significado de la palabra “polarización” y la utiliza para igualar en responsabilidades y agencia a quienes exigen justicia social e igualdad ante la ley con medidas que pueden gustar o no pero están dentro de los cauces democráticos, con quienes usan los poderes para desconocer resultados electorales, insultar racista y clasistamente a autoridades electas o denunciar discriminatoriamente a sindicalistas o trabajadores exigiendo derechos. No son equiparables. Esa es la mejor forma de lavarle la cara al fascismo, normalizar su forma de hacer oposición, blanquear su comportamiento antidemocrático y, en buena cuenta, sostener las terribles consecuencias de sus políticas de odio.
¿A quién beneficia esta equidistancia? ¿A quién beneficia la culpabilización de una abstracción como es “la polarización”?
Por ello es importante tener claro que el discurso que reza “no a la polarización” no es un discurso tibio, sino profundamente ideologizado que beneficia a quienes atentan contra la memoria, la democracia, difunden datos falsos o fracturan la democracia. Me recuerda a un escritor peruano que al conocer la muerte de Morales Bermúdez le reclamó en redes sociales a quienes no callamos la memoria y señalamos los crímenes cometidos por este personaje. Lo que nos dijo fue: “no a la polarización” . ¿Es equiparable un asesino contra quienes lo denuncian por ello? No hay nada de tibieza, hay posicionamiento político en esta estrategia discursiva.
Pensémoslo bien antes de usar la palabra acríticamente o, mejor aún, cuando nos digan que la polarización surge de la nada y que corresponde a “todos” asumir responsabilidades por igual. En la batalla por las palabras, todas somos soldadas con poder.