Los defensores de la Constitución fujimorista querían cambiar más de 50 artículos de la misma en el Congreso. La intención, cercar al Presidente que no les gusta. Hoy, esos mismos defensores e la Constitución fujimorista quieren quebrarla para el mismo propósito: sacar al Presidente que no les gusta. No les importa defender la Constitución, lo que defienden es que no tú ni yo la escribamos. Que sólo la escriban y la alteren ellos. Todas las máscaras han caído al suelo.
Los mismos que rechazan el acuerdo de Escazú por “defender la soberanía nacional” (¡falso!) ahora sí quieren obedecer tratados internacionales. Los mismos que se oponen a la ampliación de derechos laborales y, por tanto, vulneran los tratados internacionales en la materia, ahora sí quieren respetar tratados para aumentar causales de investigación a un Presidente que no es de los suyos. Los mismos que rechazan la educación con enfoque de género que es un derecho de la infancia contemplado en tratados internacionales, ahora sí quieren cumplir un tratado internacional, pero claro, solo uno. Solo una parte. La que les sirva para su golpismo.
Claramente no les importa la corrupción. Son los lobos hablando de cuidar a las ovejas. Pero, lo más curioso es que tampoco les importa la Constitución, sino que sean solo ellos quienes la escriben y la cambian a su antojo, según sus intereses y sus nuevas apuestas. Y, quienes fuimos ridiculizados por querer una nueva Constitución en democracia, quienes exigimos un nuevo pacto social que incluya a todas las voces y que sea escrita en democracia y fuimos demonizados y ridiculizados en todos los grandes medios y redes sociales por ello, estamos dando una lección de democracia al explicar que esta no es nuestra Constitución, pero que queremos una nueva en democracia y no por la imposición de los mismos que la escribieron y que hoy quieren reescribirse a sí mismos quebrando cualquier institucionalidad. Los demócratas estamos dejando bien en claro dónde estamos.
En estos días estamos viendo cómo todos se posicionan en el tablero. Están cayendo todas las máscaras y disfraces de demócratas, de liberales y de defensores de la lucha anticorrupción. Una lucha que solo puede darse en democracia y según cauces democráticos porque, si no, es en sí misma corrupta. No hay mayor corrupción que quebrar las leyes y las reglas de juego en la mitad del juego y sin investigaciones ni sentencias firmes ni cerradas. Y ahí, lamentablemente, estamos viendo a muchos y muchas falsos demócratas intentando explicarse y justificar lo injustificable.
Cuando avalas las formas en que está operando la mafia golpista no hay más que hacer. Ya has tomado partido. No es posible ser equidistante como algunos intentan. La buena noticia es que la orquesta golpista es tan burda que hasta algunos liberales que antes se sentían convocados por su discurso, se están bajando del barco. Oír a Blume ayer en RPP es una evidencia de ello, y así como él a tantos otros que vi pidiendo adelanto electoral como salida y que hoy ya no se sienten tan seguros de su propia propuesta. Esa es una buena noticia y una victoria de la democracia que se abre paso también en los escenarios de crisis.
Aprender a hacer oposición en coordenadas democráticas es algo que suma al país. Y es algo que nos urge sobre todo cuando el golpismo había logrado que cualquier discurso o postura que no lo sea, fuera considerada oficialismo. Una falacia que quiebra la convivencia democrática. Hoy se les acaba la estrategia.
Queda más claro que nunca que necesitamos pasar de una Constitución de las élites a una Constitución de la gente. Y en su asonada golpista han ratificado todas nuestras razones. Mientras ese referéndum donde votemos todos y todas no se haga seguiremos dando lecciones de democracia demostrando que queremos un nuevo pacto social escrito a nuestras manos no impuesto por la élite que se siente dueña del país.