Licenciado y magister en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima). Doctor en Historia y Estudios Humanísticos: Europa, América, Arte y Lenguas por la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). Docente universitario, es especialista en historia económica contemporánea y en procesos de integración económica y comercial. Actualmente ejerce la docencia en la Universidad de Lima, en el Programa de Estudios Generales, en la Carrera de Psicología y en la Carrera de Negocios Internacionales y es conferencista en la Academia Diplomática del Perú. Ha sido docente en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidad San Ignacio de Loyola, Instituto San Ignacio de Loyola, conferencista en la Escuela Superior de Guerra Naval. Fue asesor en el Parlamento Andino y fue funcionario local de la Secretaría General de la Comunidad Andina y la Junta del Acuerdo de Cartagena.
Resumen
El 25 de agosto se produjo la XV Cumbre de los BRICS en Johannesburgo. En ella, se aprobó la incorporación de nuevos socios, la cual había sido promovida por la República Popular China y la Federación de Rusia. En diversos círculos internacionales se estima que esta ampliación obedece más a intereses de orden geopolítico y a los contrapesos en el Orden Mundial, que son materia de preocupación de China y Rusia, que, a la necesidad de un crecimiento económico y social, como así lo estiman Brasil y Sudáfrica. Por otro lado, es indudable que el Orden Mundial unipolar, heredado desde el fin de la “Guerra Fría” está cambiando inexorablemente hacia la configuración de un mundo multipolar.
Antecedentes
El actual Orden Mundial, producto del fin de la “Guerra Fría”, ha estado cambiando drásticamente desde inicios del siglo XXI. Cuando se produjo la caída de los regímenes socialistas, también llamados de “democracia popular” y la desintegración de la Unión Soviética, a finales de 1991, se abrió la perspectiva de un Orden Mundial signado por uno de tipo uni-multipolar, dominado por la única superpotencia supérstite y vencedora de la “Guerra Fría” -los Estados Unidos de América- y sus aliados de Occidente, con su modelo económico, el capitalismo de libre mercado y la democracia liberal, en el plano político. Algunos analistas, en su momento, como Francis Fukuyama (Fukuyama, 1992), pensaban que las ideologías se habían extinguido y la historia llegaba a su fin; por lo que se podía pensar que el escenario mundial estaría señalado por la paz y el equilibrio universales. La idea de un nuevo Orden Mundial menos demandante también había sido señalada por el presidente George Bush en el discurso que pronunció ante el Congreso de los Estados Unidos en septiembre de 1991.
En 1991 era incuestionable el predominio ejercido por los Estados Unidos en todas las dimensiones y terrenos conocidos: poderío económico y político, al mismo tiempo que de tipo tecnológico, militar, diplomático y cultural. Sin embargo, esa era de paz mundial anunciada no llegó. Los años noventa atestiguaron una sucesión de guerras y conflictos. En 1991 se produjo la “Guerra del Golfo Pérsico”, con la intervención de potencias aliadas de los Estados Unidos; cuando aún no concluía la “Guerra Fría”. Por otro lado, el mundo asistió a la desintegración de ex República Socialista Federativa de Yugoslavia en una cadena de guerras que condujo a la aparición de seis estados independientes y otro en camino de hacerlo (Kosovo), a lo largo de una década sangrienta. A ello hay que añadirles las dos guerras desarrolladas en Chechenia en la Federación de Rusia y su repercusión en la vecina Georgia. Por último, el conflicto desarrollado entre este último país y Ucrania, iniciado en 2014, con la anexión de la península de Crimea por parte de Rusia y que continúa hasta la fecha.
El Orden Mundial se vio fuertemente remecido en sus estructuras con el ataque de Al-Qaeda a las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York; lo que indujo al gobierno de George W. Bush a intervenir primero en Afganistán y luego en Iraq, afirmando una presencia directa en el Medio Oriente. La “Primavera Árabe”, desatada en 2011 también consolidó la presencia de los Estados Unidos en la región, pero el intenso gasto militar perjudicó su economía y alteró la del planeta, encadenándose con la posterior crisis financiera de 2008-2009.
En otro terreno, la uni-multipolaridad expresada en términos económicos empezaría a alterarse con el vertiginoso crecimiento de la República Popular China, cuyas reformas empiezan a exhibir importantes resultados a partir de 1990, con un 9% de crecimiento anual del PBI hasta 2010 (Banco Mundial, 2023). China, a partir de la presidencia de Jiang Zemin, empieza a desarrollar una estrategia agresiva de expansión de sus inversiones en el exterior (CEPAL, 2021), la que va a ser continuada por sus sucesores, primero bajo Hu Jintao y luego, con Xi Jinping, y con ello, empieza a mover el tablero mundial a su favor.
Precisamente, en 2008, Hu Jintao y Luiz Inácio Lula Da Silva, presidente de Brasil, promueven la creación del bloque BRIC, invitando a Rusia e India, realizando su primera reunión de jefes de Estado al año siguiente. En 2010, se incorporó Sudáfrica, adoptando el acrónimo BRICS. Inmediatamente se interpretó que este nuevo bloque haría el contrapeso a las potencias de mayor desarrollo industrial agrupadas en el G-7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), tomando en consideración el creciente desarrollo económico de China e India y el enorme potencial de Brasil, Rusia y Sudáfrica. El tiempo parece haberle dado la razón a esa perspectiva.
Los BRICS comportan, en conjunto, a un importante grupo de economías emergentes. Sumados, alcanzan algo más de la cuarta parte del PBI de la Tierra (Statista, 2023), con un aproximado a los 25 billones de dólares; con una población de 3268 millones de habitantes, siendo el 45 por ciento del total mundial (Statista, 2023). Es importante señalar que China es la segunda economía global con 17,18 billones de dólares, lo que la convierte en la de mayor peso al interior del bloque, con el 69,48 por ciento (Expansión/Datosmacro.com, 2023). Como bloque, los BRICS se encuentran en una gran expansión inversionista en diversas regiones del mundo, acumulando más de 350 mil millones de dólares solo en América Latina, con proyección a duplicarla, con miras al año 2035 (Rodríguez Asien, 2023).
La ampliación de los BRICS.
La XV Cumbre de los BRICS realizada en Johannesburgo, el 25 de agosto último, aprobó la incorporación de seis nuevos miembros, como son: Arabia Saudí, Argentina, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán; que tendrá efecto desde el 1 de enero de 2024. La adhesión de nuevos miembros responde a un pedido formal presentado por más de una veintena de países del denominado “Sur Global”, entre los que se encontraban, además de los mencionados: Afganistán, Argelia, Bahrein, Bangladesh, Bielorrusia, Indonesia, Kazajistán, México, Nicaragua, Nigeria, Pakistán, Senegal, Sudán, Siria, Tailandia, Túnez, Turquía, Uruguay, Venezuela y Zimbabue (Negocios, 2023).
Se sabe que la ampliación ha sido decididamente promovida por China y Rusia y que había tenido la resistencia de Brasil e India. El interés particular de China y Rusia, países con un enorme peso en la región euroasiática, obedece más a razones de índole geopolítica que económica. Desde hace ya varios años el eje formado por estos dos estados se ha venido reforzando a través de múltiples mecanismos de cooperación más allá de los estrictamente económicos, como en los campos de la tecnología y la defensa; esto último sin llegar al extremo de un apoyo a la invasión rusa sobre suelo ucraniano, donde más bien la neutralidad china ha sido más que evidente con la finalidad de no llegar a una confrontación con los Estados Unidos ni sus aliados de la OTAN.
China tiene su propia agenda con respecto a Estados Unidos y Occidente: la rivalidad comercial y tecnológica con Estados Unidos; así como el asunto pendiente de Taiwán, tanto en lo referente a su soberanía, como a la producción de los microcomponentes. En ese orden de cosas, da la impresión de que China y Rusia pretendieran arrastrar al resto de los BRICS a su terreno de confrontaciones particulares. Tanto Brasil como India están más interesados en fortalecer sus vínculos comerciales, de cooperación y de transferencia de tecnología, que en los aspectos de tipo geopolítico.
Ello explica la razón (o razones) de la resistencia de ambas potencias a la admisión de países de signos e intereses políticos tan opuestos como Arabia Saudí e Irán. Se estima que el presidente Lula da Silva aceptó la adhesión de los nuevos miembros condicionándola a la incorporación de Argentina, país con el que tiene el mayor intercambio comercial en América del Sur. Sin embargo, se aprecia que el interés de China para incorporar a Arabia Saudí e Irán, se orienta en la dirección para hacerle un guiño a Estados Unidos, considerando que el primero es uno de sus aliados principales y el segundo, un serio rival; motivación que explica los intensos esfuerzos de la diplomacia de Beijing para influir en la reanudación de las relaciones exteriores entre ambos, pese a la disparidad de sus orientaciones (García, 2023). Lo más importante, en ese particular caso, es asegurar la presencia de dos de los mayores países productores de petróleo del mundo (Arabia Saudí e Irán) junto a Rusia, asunto crucial para los intereses de Beijing.
Pero, visto desde otro plano, la incorporación de los seis nuevos adherentes es un mensaje claro al “Sur Global”, con miras a buscar generar un contrapeso frente a los Estados Unidos y sus aliados de Occidente, en el sentido de presionarlos para exigirles reformas de las instituciones financieras que nacieron en Bretton Woods, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial; así como la no menos importante exigencia de democratización del Sistema de Naciones Unidas, empezando por su Consejo de Seguridad. En este último punto, ni Beijing ni Moscú parecen sentirse apremiados, considerando que son miembros natos del mismo; siendo más bien, exigencia de la diplomacia de Itamaraty desde hace buen tiempo (Ministério das Relações Exteriores, 2021), lo mismo que la de Nueva Delhi (Swissinfo.ch, 2022).
En otro renglón de cosas, está lo referente a la disparidad de niveles de desarrollo que tienen los BRICS en su interior. La República Popular China es de lejos, la mayor potencia económica del bloque, con el 69,48 por ciento frente a sus demás socios y es la segunda en el escenario mundial. Al ser una potencia en crecimiento constante, demanda una enorme cantidad de materias primas de sus socios comerciales a quienes les vende las manufacturas que produce. Brasil, Rusia y Sudáfrica exportan materias primas a China y en cambio, le compran manufacturas de tipo intermedio y de alta elaboración; sin embargo, estos tres países mantienen superávit en sus balanzas comerciales con China. Brasil le vende minerales (hierro) y agricultura (soja) y petróleo (Observatorio de Complejidad Económica, 2023); mientras que Rusia destina a China petróleo, briquetas de carbón y petróleo refinado (Observatorio de Complejidad Económica, 2023). Sudáfrica exporta a China oro y otros metales preciosos; así como diamantes y mineral de hierro; mientras que China le vende maquinaria, rieles y textiles. India, el quinto socio, le comercia hierro, metales no ferrosos, petróleo no refinado, aluminio crudo, medicamentos y textiles; comprando equipos de telecomunicaciones, maquinaria eléctrica, maquinaria industrial y equipos para generar electricidad (Observatorio de Complejidad Económica, 2023).
Curiosamente, China reproduce con sus socios comerciales, tanto al interior de los BRICS, como también con los demás países, especialmente economías en desarrollo (llámese, “tercer mundo” o países subdesarrollados) el mismo tipo de relación asimétrica puesta en práctica en el pasado colonial, cuando las metrópolis extraían materias primas de sus colonias y estas les compraban manufacturas con la sola diferencia de que esa relación era de tipo monopólico y ahora, se hace en condiciones de “libre comercio”, bajo la típica relación centro-periferia a la que hacía referencia Immanuel Wallerstein (1979, págs. 21-22), (García, 2023).
Otro aspecto relevante es el referido al patrón monetario en el intercambio de bienes. China impulsa el intercambio en su divisa, el renminbi o yuan, al margen del dólar de los Estados Unidos. Si bien es cierto, China realiza el comercio en yuanes con Brasil, India y Rusia; a pesar de ello, está todavía lejos el día en que esta divisa pudiera desplazar al dólar, puesto que, en la actualidad, solo el seis por ciento del comercio mundial se realiza en yuanes y el dólar comporta el 80 por ciento; ello, muy a pesar del esfuerzo de “desdolarizar” el intercambio, promovido por el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, dirigido hoy, por Dilma Rousseff.
Así, en los últimos diez años, se ha producido una intensa penetración del yuan en América Latina, al punto de que en 2015 el gobierno de Beijing suscribió con el de Chile un acuerdo de inversiones e intercambio de divisas con miras a arribar al establecimiento de un Banco de Compensación de yuanes en América Latina. Se afirma que China ya ha suscrito este tipo de convenios en otras regiones para facilitar las transacciones en divisas locales. Este tipo de convenio, denominado clearing houses está siendo impulsado por China con Brasil y Argentina y se afirma que tiene como fin evitar el uso del dólar y tener las suficientes reservas para blindarse ante las consecuencias nefastas de algún tipo de sanción por parte de los Estados Unidos (Lissardy, 2023). A ello hay que añadirle la demanda del presidente Lula da Silva de adoptar una divisa alternativa al dólar y al sistema de pagos SWIFT para el comercio al interior del bloque, pero ello parece no ser prioritario por el momento (Lissardy, 2023).
Conclusiones
La ampliación de los BRICS fue acordada conciliando a los diferentes intereses al interior del grupo. Por un lado, la necesidad geopolítica de China y Rusia, como una exhibición de poder no solo económico y tecnológico frente a los Estados Unidos y sus aliados de Occidente, sino también de poder político, dentro de los “movimientos de placas tectónicas” en el Orden Mundial, como muestra de un claro desafío hacia ellos. Por otro lado, está la postura de Brasil e India que no es de tipo antioccidental, sino más bien que entraña una búsqueda de mejores condiciones en sus negociaciones, lo que explica la incorporación de Argentina promovida por Brasil, así como de Egipto y Etiopía, impulsada por Sudáfrica.
No es ajeno a ello el temor a que se consolide la hegemonía de China no únicamente al interior del bloque, sino también en regiones como América Latina y África, donde la expansión de sus inversiones es cada vez más creciente, desde hace ya casi tres décadas. Por otra parte, no es lo mismo pensar que BRICS sea un grupo alternativo a Occidente, en vez de ser un bloque anti Occidente; y, estas diferencias de concepción podrían generar fricciones en su interior, más aún, tomando en cuenta que las decisiones son tomadas por consenso.
Otro asunto importante está en atender las demandas de inclusión del Sur Global en la construcción de un orden económico menos asimétrico y más acercado al multilateralismo, que es la vía por la que transitan Brasil e India, exigencia que pasa por reformar el sistema del comercio multilateral, así como el Fondo Monetario y el Banco Mundial y el Sistema de la ONU. En ese marco de sintonías también está el referido a los mecanismos de intercambio comercial que tengan en cuenta el empleo de las divisas nacionales al margen del dólar. En esa perspectiva deberían transitar los BRICS renovados.
Bibliografía
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