En la actualidad, tenemos un sector turístico mal planificado. Alberga más de un 70% de informalidad, que a la larga se traduce en empleos precarios y una economía de subsistencia frente a una vulnerabilidad de varios factores del sector turismo que afectan su sostenibilidad a largo plazo como: su productividad, que esta correlacionada a las temporadas del año, siendo el flujo más alto de visitantes el que se da de junio a agosto, dando origen a periodos de temporada baja que disminuyen la demanda de servicios de la economía local; los cambios en la economía global, sobre todo cuando hay recesión económica en otros países de donde vienen la mayoría de turistas, que lleva a que la cantidad de visitantes disminuya; los desastres naturales y huaycos; los conflictos sociales; y finalmente, las epidemias como la del COVID-19 que nos ha dejado grandes lecciones sobre la mala planificación que se tiene para prevenir o contener factores que afectan a este sector. Sumo a esto la folklorización de las costumbres de los pueblos, como un mecanismo de mordaza para negar las voces de protesta. Esta visión sumerge a la población indígena y campesina en meros complementos o “souvenires” del turismo.
El turismo en Cusco genera ‘movimiento económico’, pero no se traduce en desarrollo para la región. Por ello se requiere alternativas de solución innovadoras con prospectiva como lo hacen la gran industria del turismo a nivel mundial. Por ejemplo, la implementación de una economía circular como alternativa a la lineal, de una independencia financiera que permita dinamizar la economía de las familias en las provincias, como dueños y/o socios de emprendimientos en el sector. Debemos modernizar la gestión de los atractivos turísticos y retomar por qué no los planteamientos de Albert Giesecke, quien fuera gran promotor del turismo, articulando la investigación de los centros de estudio superior con la gestión pública vinculando las capacidades productivas de las 13 provincias, 112 distritos de nuestra región, y su apuesta por un fin mayor, el bienestar de toda la población en su conjunto.
Urge transformar a los gobiernos regionales en entes autónomos capaces de generar en su territorio su propia industria en las principales actividades económicas que desarrolla, que puedan administrar sus propios recursos, recordemos que el 90% de recaudación por concepto de turismo es referido al gobierno nacional. Para revertir esta situación necesitamos una adecuada formación del capital humano, que genere mayor competencia, mejores remuneraciones e inclusión económica. Pero sin visión ni voluntad política de nuestras autoridades nacionales, locales, ni participación ciudadana esto no será posible.