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Opinión

Modesto Montoya: La inteligencia artificial: una amenaza o una oportunidad

En los años 70, en Francia, quedé sorprendido al ver una máquina que avanzaba en una planicie de plantas de trigo: las cortaba, extraía los granos que los colocaba en sacos, empaquetaba la paja y dejaba todo lo producido ordenadamente al borde de la pista. Ante mi curiosidad la conductora de la máquina me invitó a cabina. Era una dama muy amable. Me invitó una taza de café de su termo, mientras me explicaba la historia de la agricultura mecanizada.

– ¿Cómo era antes? – le pregunté, maravillado por su destreza – ¿Cuánta gente trabajaba en este campo? – añadí.

– Un centenar de personas – respondió. Ahora muchos de ellos son ingenieros y técnicos que construyen estas máquinas, de modo que no se pierde empleo – aclaró.

En los años 80 se intensificó las investigaciones sobre lo que se denominó inteligencia artificial, la que buscaba la generación de máquinas con capacidades similares a las de los seres humanos[1]. Ante la tensión nuclear, entre las dos superpotencias de entonces, el presidente de Estados Unidos lanzó el proyecto “Guerra de la Galaxias”, mientras que Europa dio nacimiento al programa “Eureka”, el que ponía a la inteligencia artificial como componente crucial[2].

En la década de los 90s se desarrolló la micro tecnología, la que permitió la elaboración de computadoras e instrumentos digitales que requería alta densidad de memoria y velocidad procesamiento[3]. Con esta se impulsó la simulación computacional, la que permitía predecir los resultados de procesos complejos, con lo que se simplificó la toma de decisiones financieras, industriales, políticas y científicas en general[4], Esta tecnología resultó útil para simular la dinámica de los procesos relacionados con la inteligencia artificial.

El año 2004 asistí al CADE 2004, en Trujillo, Perú. El gerente de la empresa azucarera colombiana que trabajaba en la región explicaba que podría reemplazar a los trabajadores del corte de caña por máquinas automatizadas, pero que no lo hacía porque ello produciría una crisis social con consecuencias imprevisibles.

En el año 2023 se teme que la tecnología se convierta en una amenaza contra la mayoría de los trabajadores. Los laboratorios de inteligencia artificial apuntan al diseño y construcción de robots capaces de reemplazar al ser humano en la mayoría de las tareas de producción y servicios.

En realidad, con inteligencia artificial se puede hacer mucho más que actividades mecanizadas. Hoy, con inteligencia artificial se realiza procesos complejos. Por ejemplo, con el programa de inteligencia artificial Midjourney, producido por un laboratorio de investigación independiente de San Francisco, Midjourney Inc., se ha generado imágenes en las que se ve al presidente francés manifestando contra su reforma de pensiones[5].

El investigador español, Rafael Luque, calificado como uno de los científicos cuyos trabajos son los más citados en el mundo, utiliza el programa de inteligencia artificial ChatGPT para mejorar la redacción de sus artículos[6].

La inteligencia artificial sirve ahora para ofrecer cursos en diversos campos, entre los más populares de los cuales está el del idioma inglés.

Otra aplicación que es masivamente usada es el encuentro de parejas, el que da resultados sorprendentes. Recientemente conocí a un par de chicas que físicamente parecían hermanas. Ante mi pregunta al respecto, una de ellas me dijo: No, somos pareja. Aumentó mi curiosidad.

– ¿Cómo se conocieron? – les pregunté.

– Por aplicación – me respondieron de manera natural.

Innumerables parejas se han formado así. Ya no se deja este tema a la suerte. Ahora es más difícil equivocarse. A propósito de un horrendo crimen pasional, una ministra aconsejó que hay que escoger bien la pareja. Lo que ahora toca es acudir a la inteligencia artificial.

Según Yuval Noah Harari, autor del libro “Sapiens”, la inteligencia artificial está tomando el poder sobre el ser humano. Nos recuerda que los algoritmos deciden si una persona califica para recibir un crédito y sirve para analizar gigantescas cantidades de datos para tomar decisiones en el mercado mundial[7]. Los bancos internacionales están reclutando cada vez un mayor número de físicos y matemáticos por sus habilidades en programación y procesamiento de datos. Los algoritmos que generan sirven para decidir el rumbo del dinero de los inversionistas y, por ende, el futuro económico de millones de personas. Estos científicos reemplazan a innumerables empleados que décadas atrás hacían sus transacciones teléfono en mano. Hoy, de eso se encargan las computadoras, en fracciones de segundo.

Por otro lado, Harari nos advierte que estamos hackeados por la inteligencia artificial. En los servidores de las grandes empresas que brindan servicios a través de la internet está la información básica de nuestras preferencias y costumbres. Han invadido nuestra mente.

Conozco una empresa minera que está usando instrumentos tecnológicos para realizar trabajos en mina. Por un lado, eso es bueno porque reemplaza a personal que deja de correr los riesgos propios a los trabajos en socavones; sin embargo, uno se pregunta qué pasará en el futuro con los mineros que poco a poco serán reemplazados por robots.

En el Perú, los científicos e ingenieros capaces de participar en este proceso tecnológico, ante la falta de empresas que inviertan seriamente en inteligencia artificial, emigran a los países que los atraen muy agresivamente. Entre ellos hay quienes en el extranjero han creado empresas basadas en inteligencia artificial o en computación cuántica.

Algunos expertos en programación no pueden vivir fuera del Perú. Ellos, desde sus domicilios, están brindando servicios de programación para inteligencia artificial a empresas extranjeras. Hay empresas “head hunters” que los ubica y les hace propuestas incomparables con las que tenían en el pasado.

El Perú vive una profunda crisis germinada desde los 90s, en los que se empezó a despreciar el valor del conocimiento científico y tecnológico. Hoy, los escasos científicos que pueden hacer algo en inteligencia artificial están dispersos en pequeñísimas instituciones desarticuladas.

La inteligencia artificial podría ser usada por el Estado para beneficio de todos, como por ejemplo advertir más eficazmente los fenómenos climatológicos que han producido tanto daño al Perú. Lo mismo se hubiera hecho para mitigar los efectos de la pandemia.

La presidencia del Congreso de la República tiene en su carpeta el proyecto de ley de creación del Ministerio de ese se sector

A pesar de la limitada inversión gubernamental en ciencia y tecnología que afecta a Perú, aún existen grupos que desarrollan nuevas tecnologías. Por ejemplo, un grupo de físicos médicos, ingenieros electrónicos, ingenieros de software y estudiantes graduados está trabajando en una matriz de detectores electrónicos tridimensionales de última generación para radioterapia. La radioterapia, junto con la cirugía y la quimioterapia, es fundamental en los tratamientos contra el cáncer. Este nuevo detector podría reducir el tiempo de puesta en marcha de un nuevo acelerador lineal de radioterapia de varias semanas a unas pocas horas. Esto puede resultar en cientos de miles de dólares de ahorro de costos y tiempo. Además, el rendimiento de la matriz de detectores y el análisis de datos podrían mejorarse con inteligencia artificial. AI puede garantizar precisión y confiabilidad durante la recopilación de datos.

Por la velocidad con la que avanza la tecnología de la inteligencia artificial, hay quienes se imaginan robots capaces de replicarse, de hacer robots. Y si la inteligencia logra su objetivo de igualar al cerebro humanos, estaríamos hablando de la república de los seres humanos y la república de los robots.

Pero no hay que ser adivino para imaginar lo que pasará cuando los sistemas de inteligencia artificial reemplacen a millones de empleados en diversas actividades cada vez más complejas. Solo un grupo de talentosos capaces de programar e interactuar con la inteligencia artificial sobrevivirán.

Los países avanzados, aquellos que han promovido y cultivado la ciencia y la tecnología, tendrán a un grupo de élite que participará en todo el proceso de elaboración y mantenimiento de esos robots que les facilitarán la vida, mientras que los otros estarán marginados y condenados a buscar cómo sobrevivir.

Para países poco inclinados por las actividades de ciencia, tecnología e innovación, en el que la mayoría de las empresas resuelven sus problemas importando productos tecnológicos, las consecuencias serán dramáticas. Los grupos que controlan la extracción de recursos naturales importarán robots y la gran mayoría será desechada del sistema.

Todo lo dicho no considera la reacción de los seres humanos para los que la inteligencia artificial constituye una amenaza. Asociaciones laborales empiezan a protestar contra ella. Por ejemplo, miles de artistas inician protestas contra las imágenes generadas por inteligencia artificial, aprendiendo de las imágenes producidas por los artistas[8].

En realidad, la tecnología de la inteligencia artificial es una oportunidad para los jóvenes de cualquier disciplina. Solo falta que el Estado tome las decisiones correctas para promover la ciencia y la tecnología. Si se usara la inteligencia artificial para tomar decisiones, se brindaría apoyo real a este sector.

Las políticas en ciencia, tecnología e innovación, en general, y en inteligencia artificial, en particular, deben ser planificadas y promovidas en el más alto nivel de la estructura del Estado. Pero no se toma esa decisión. La presidencia del Congreso de la República tiene en su carpeta el proyecto de ley de creación del Ministerio de ese se sector. Ese ministerio tendría la tarea de promover el sector CTI, para producir conocimiento de consumo interno y de exportación, pero, sobre todo, para evitar muertes por falta de previsión.

Fuente:  Revista Ideele N°309

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