El paradigma de tecnocracia sin política y sin Estado otra vez en graves apuros. Dos eventos continuos y al parecer muy conectados patentizan otra vez el agotamiento de la gestión pública sin política y sin Estado a cargo de cuerpos de elite tecnocrática, una alternativa muy popular entre los defensores más duros de neoliberalismo.
El primer evento es el comportamiento de los organismos técnicos a cargo del monitoreo de los tsunamis en el país. Pocas horas después de la erupción del volcán submarino cerca de Tonga, los organismos técnicos que dependen de la Dirección de Hidrografía y Navegación (DHN) de la Marina de Guerra del Perú subestimaron el riesgo de un tsunami, en tanto que organismos similares en Ecuador y Chile alertaron de riesgos potenciales y coordinaron con las autoridades políticas medidas originadas en los datos disponibles, la coordinación intersectorial y el sentido común.
En el extremo de la técnica sin política, la responsable del Centro Nacional de Alerta de Tsunami, reprendió a las autoridades locales que habían desalojado una playa de Lima reiterando que como no había alerta de tsunami, no se debía alarmar a la ciudadanía con un aviso de esa magnitud. La DHN difundió en sus redes una nota de prensa con la que ratificó que la erupción volcánica en el Pacífico no generaría un tsunami en el Perú.
Los eventos posteriores, la salida del mar en varios puntos de la costa y la muerte de dos personas en Lambayeque, hizo que la Marina, que había sido desinformada por sus órganos técnicos, aunque ella misma omitió una mayor coordinación con otros sectores, se atrincherara en la endeble tesis de que un “oleaje anómalo” no es un tsunami.
La presidencia del Consejo de Ministros (PCM) ha demandado explicaciones a la Marina, pero resulta que la PCM tiene de modo directo y a través de varias de sus instancias injerencia en el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN), ausente en este episodio. La DHN ha reconocido que su primer comunicado no fue bien recibido por las instituciones a la que les correspondía hacer los respectivos planes de evacuación y contingencia. Notable confesión de descoordinación.
Es sensato que, por su especialidad, la Marina tenga a su cargo el monitoreo de los tsunamis. Sin embargo, la transformación de este encargo en una soberanía tecnocrática sin coordinación es el resultado del modelo de lo técnico sin política. Habría que agregar otro hecho, la militarización de la Defensa Civil desde 2016, cuando INDECI fue sacado de la PCM y localizado en Defensa.
El segundo episodio es el derrame de petróleo por la empresa Repsol en las costas de Ventanilla y que podria llegar a 2 millones de metros cuadrados. La empresa no asume su responsabilidad, acusa de la tragedia a la Marina por la información equivocada de esta, aunque tampoco ha transparentado sus protocolos de emergencia. La vocera de agencia estatal de supervisión y control, OEFA, ha reconocido que confiaron en la información brindada por Repsol la noche del derrame, que se enteró de la magnitud del desastre por las redes sociales y que no recordaba los pormenores de la última supervisión de la Refinería La Pampilla (Ventanilla, Callao).
La empresa carece de un plan de contingencia y en las primeras horas se apreciaba que las labores de limpieza estaban a cargo de 15 personas con medios muy rudimentarios. Ahora mismo se realizan gestiones para que la empresa asuma responsbilidades con los afectados. Pero frente al caso se emplazan organismos técnicos débiles y debilitados como la OEFA misma, OSINERMIN, las unidades correspondientes del Ministerio de Ambiente y la PCM misma.
En el desastre de Ventanilla se aprecia nuevamente la técnica sin política. La debilidad autónoma de organismos es el resultado de la idea de que la actividad reguladora y supervisora del Estado debe situarse lo más lejos posible de la política, la que ha visto frenada su voluntad organizadora.
En el paradigma de la soberanía tecnocrática el Estado estorba y el regulado tiene la prioridad. Los ejemplos más dramáticos son la explosión del camión de gas en Villa El Salvador (Lima) el 23 de enero de 202 con el saldo de 34 muertos y los derrames de petróleo impunes en la amazonía.
Se ha derramado el neoliberalismo. Sin Estado no hay previsión y manejo óptimo del riesgo de desastre. La explicación del especialista de la DHN sobre las omisiones frente a los efectos de la erupción del volcán cerca a Toga es es aterradora: “un evento extraordinario de extraña naturaleza y que no ocurre hace muchos años, a nivel internacional la experiencia de monitoreo es escasa”.