El reciente dato estadístico que establece que el crecimiento económico del 2021 fue de 13,3 por ciento nos permite discutir las proyecciones que se hicieron, explicar los resultados y pasar revista a las políticas a futuro.
El 12 de junio pasado, cuando ya se sabía que en la segunda vuelta Keiko Fujimori había sido derrotada nuevamente y Pedro Castillo era el ganador, El Comercio sacó un informe del IPE, organización vinculada a la Confiep, resaltando que aunque el consenso económico era que la economía crecería 10 por ciento el 2021, debido a una “menor confianza del sector empresarial” en el gobierno entrante, se crecería 2 puntos menos, es decir, 8 por ciento. Resulta que el crecimiento ha sido del 13,3 por ciento. La diferencia entre 8 y 13 es bastante significativa: esos 5 puntos porcentuales son más de 40 mil millones de soles adicionales de producción e ingresos para los peruanos. Hay que resaltar, además, que para ese entonces ya había pasado la mitad del año, así que toda la diferencia corresponde al nuevo gobierno.
Concentrándose en el nuevo periodo de gobierno, el economista jefe de Apoyo Consultoría, Hugo Santa María, el 16 de agosto, ya con 7 meses y medio transcurridos, y el nuevo gobierno en funciones, declaró que “Perú crecería 10% este año, pero esa tasa anual será la combinación de cerca de 20% de incremento en el primer semestre y solamente un 2% en la segunda mitad (…) Veremos una segunda mitad del año muy fría en lo económico”. Resulta que en la segunda mitad del año pasado el crecimiento superó el 7 por ciento, logro que sustenta la generación de 400 mil empleos formales entre agosto y noviembre, que de otra manera no estarían ahí.
Sobre estas diferencias, podemos sugerir dos hipótesis. La primera es que se trata simplemente de un problema técnico. La segunda es que, a pesar de las declaraciones y anuncios políticos que hicimos reiteradamente desde mayo insistiendo en el respeto a la propiedad y la promoción de la inversión privada, siguieron con la paranoia de un supuesto “comunismo”, “chavismo” o “terrorismo”, narrativa con la que la utraderecha justificó sus pedidos de vacancia presidencial desde antes de que se iniciara el gobierno.
QUÉ CRECIÓ Y PORQUÉ
Cuatro sectores resaltan en este crecimiento. En primer lugar, la construcción, que acumula un crecimiento en el año de casi 35 por ciento. Es muy fuerte. Es un “dato duro”, ya que la producción de cemento creció 36 por ciento, y la relación entre cemento y construcción es muy estrecha. El 2020 la construcción cayó fuerte debido a las cuarentenas y la recesión, pero comparando con el 2019 pre-pandemia, el ritmo de la construcción está 16 por ciento por encima, y este sector viene de varios años previos de muy buen desempeño. Tres políticas importantes han ayudado a este resultado: el impulso a la inversión pública y a la demanda interna y fondos y facilidades tributarias al sector inmobiliario, a lo que se ha sumado una mayor necesidad de los hogares que han sentido el peso del encierro en pandemia. Los datos de empleo formal en este sector muestran un aumento de 27 por ciento respecto al año pasado (18 mil empleos adicionales), 7 por ciento más que el 2019.
En segundo lugar, la industria no primaria, que es aquella destinada a productos más elaborados, a diferencia de las refinerías y harineras que procesan sólo de manera básica las materias primas para la exportación. Este sector, que es clave en el desarrollo económico, ha crecido el año pasado en 24 por ciento, una cifra igualmente enorme, y 7 por ciento superior a la caída del 2020. ¿Cómo así? Nuestra política económica de promover la demanda interna mediante bonos, empleos temporales e inversión pública es la causa principal. Junto a ello, en el comercio internacional las políticas de Estados Unidos contra los productos chinos nos han abierto espacio, y el mayor costo de los fletes ha significado una protección adicional a la producción nacional. Esto es importante, ya que nos hace falta una política de defensa de la producción nacional más fuerte; por ejemplo en el MEF, coordinando con los gremios del sector industrial, avanzamos un proyecto de ley para que el estado favorezca las compras a productores nacionales que ojalá pueda tramitarse pronto. Durante nuestra gestión recibimos pedidos de países como Colombia de reducir aranceles haciendo que se calculen sin incluir el costo de los fletes (como es la práctica común internacional), pero no cedimos: ya ellos mantienen salvaguardas especiales a sus textiles que en el Perú aún deben establecerse, tienen tasas arancelarias más altas que las nuestras e impiden el ingreso de nuestro arroz a su mercado yendo en contra de nuestros acuerdos comerciales. Lamentablemente, el avance de la manufactura peruana viene generando poco empleo, un tema de cambio de tecnologías que se presenta a nivel internacional y sobre el cual el académico de Harvard Dani Rodrik ha escrito y planteado alternativas en favor de tecnologías más adecuadas.
En tercer lugar el sector agropecuario. Su crecimiento ha sido del 7,5% en el segundo semestre del año, pero ojo que este sector mantuvo un crecimiento (bajo) el año pasado, así que es todo adicional. La agroexportación en particular ha tenido un crecimiento del 18 por ciento, bastante grande, unos 1 300 millones de dólares adicionales. Recuérdese que a fines del año pasado, tras las protestas de los trabajadores agrícolas por derechos laborales básicos, la ultraderecha mediática y los grandes empresarios de la Confiep anunciaban un futuro catastrófico; Jaime de Althaus tituló un artículo “adiós agroexportación” afirmando que con esas reformas “se destruye el sector más dinámico de los últimos 20 años”. Nuevamente la distancia entre el apocalipsis anunciado y la realidad es enorme. También se dijo que el avance (aun parcial) en los derechos laborales de los trabajadores de la agroexportación llevaría a la informalidad, pero a la fecha hay en el agro 103 mil trabajadores formales más que hace dos años, un aumento del 20 por ciento. Otra falsa profecía.
Vale la pena también repasar la situación de uno de los sectores más afectados por la pandemia y que genera bastante empleo: los restaurantes. A pesar de que el turismo externo no ha regresado y los hoteles siguen por debajo de su capacidad, ya a diciembre la producción de los restaurantes había recuperado su nivel pre-pandemia. También en este caso, la demanda interna ha ayudado mucho a la recuperación, que apuesto que este febrero estará batiendo récords de verano y sin toque de queda.
La política general ha sido una de ponerle mayor énfasis a la industrialización, el mercado interno y la diversificación productiva, dando pasos iniciales para ir cambiando el modelo primario-exportador que considera que solo la minería y el petróleo motorizan nuestra economía. Estos sectores tienen sin duda un rol que jugar, pero necesitamos una economía más inclusiva, innovadora y generadora de empleo.
PERSPECTIVAS Y POLÍTICAS
Acelerar el crecimiento del empleo digno sigue siendo una prioridad, en especial en las ciudades. Parte de ello depende del regreso del turismo externo, algo sobre lo cual no es mucho lo que podemos hacer (aunque finalizando esta tercera ola de covid omicron, este es un buen momento para una campaña publicitaria internacional). La clave está en la política económica, cuya voz de orden debe seguir siendo empleo, empleo y más empleo.
Asegurar una demanda interna dinámica con una política de impulso fiscal y una recuperación de la Remuneración Mínima Vital, proteger la industria y el agro como hicimos con la franja de precios y promover nuevos motores productivos es clave. Una reforma tributaria que nos permita con mayor justicia mantener contratados a los trabajadores de salud que nos han ayudado en las campañas de vacunación reubicándolos a la atención primaria y tener la infraestructura económica esencial en las zonas rurales, es otra medida clave en la que se debe insistir en el congreso. Facilitar el trabajo de las pymes con una simplificación tributaria y ampliándoles el crédito (algo en lo que abrimos un nuevo mecanismo al hacer operativo el factoring, que es una forma de financiamiento en base a adelantar el dinero de facturas pagaderas a futuro), es otra necesidad para lograr el objetivo de generar empleos.
Desde luego, hay otras reformas que procesar. Necesitamos un sistema de pensiones que asegure a todos los adultos mayores un sustento económico, un derecho básico sin el cual no podemos hablar de justicia social. Junto con el mundo, debemos girar hacia una economía más verde con una transición energética, en la cual la masificación del gas tiene un rol transitorio pero muy importante. La lucha por una educación de calidad debe defenderse y relanzarse, con regreso a la presencialidad, aprovechando las oportunidades de lo virtual y lo avanzado en materiales de radio y TV. Pero ya de eso iremos escribiendo más adelante. Quedémonos en este primer artículo de retorno con la discusión en torno a este objetivo clave: mantener un buen ritmo de crecimiento sostenible para más empleos dignos. Y muchas gracias por tener nuevamente su atención en este espacio.