La reciente visita del presidente chino Xi Jinping para inaugurar el megapuerto de Chancay nos trae la oportunidad de repasar lecciones de la cultura política china, aplicables a nuestro desarrollo integral. Este ejercicio requiere reconocer tanto las profundas diferencias, como las similitudes entre China y Perú.
En el plano demográfico, si bien ambos países son multiétnicos y pluriculturales, en China sus grupos étnicos están distribuidos en regiones geográficas bien definidas, con un claro predominio de la etnia Han, que representa el 92% de la población y mantiene una continuidad histórica y lingüística de más de 4,000 años en una enorme extensión geográfica, que configura un “pueblo continente”, como lo anotó el político peruano Víctor Raúl Haya de la Torre. El propio Xi Jinping, presidente de China, acaba de escribir en un artículo en El Peruano[1] que “La civilización china es la única del mundo que se ha desarrollado de forma ininterrumpida y ha continuado por más de 5,000 años”. Esta homogeneidad contrasta con la dispersión étnica y rupturas históricas peruana. Allá el pueblo chino precedió a su Estado, aquí el Estado es la principal fuerza de unidad entre la diversidad de los habitantes de Perú. Esto tiene que ver con la geografía: mientras China cuenta con extensas llanuras que representan aproximadamente el 35% de su territorio como terreno cultivable y urbanizable, Perú apenas alcanza un 3% de superficie con estas características, dada su accidentada geografía andina, lo selvático de sus llanuras amazónicas y lo estrecho de su costa hacia el océano Pacífico. Esto vale para cualquier pretensión de adaptar medidas políticas, económicas, sociales o culturales a dicha realidad peruana.
En cuanto al régimen político, una mirada superficial sugeriría sistemas antagónicos: el de partido único versus el pluralista. Sin embargo, mirando con detenimiento vemos que el Partido Comunista Chino alberga un notable pluralismo interno, evidenciado en radicales transformaciones ideológicas y programáticas – desde el maoísmo hasta el socialismo de mercado. Mientras que los partidos políticos peruanos, a pesar de su aparente diversidad, suelen mantener posiciones similares en aspectos fundamentales, que las personas reconocen cuándo dicen “todos son iguales, buscan su propio interés”. Quizá lo verdaderamente antagónico esté en esa percepción, que contrasta con la china, en dónde, aunque también hay corrupción empresarial y estatal, esta es rechazada y castigada duramente cuándo es evidenciada, pues la norma base de la ética política china es, “Tal como observa un antiguo proverbio chino, citado por Xi Jing Ping: “Hay reglas inalterables para gobernar un país, y lo más fundamental es beneficiar al pueblo”.
Precisamente este es uno de los aspectos en qué podemos aprender de China, su disposición política hacia el bien común, arraigada en una tradición comunitarista milenaria. Que no es extraña a quiénes nacimos o vivimos en Perú y está muy presente en las culturas andinas y amazónicas. Ya lo dijo el pensador socialista peruano José Carlos Mariátegui, citado en el artículo de Xi Jing Ping: “La psicología de nuestro pueblo es de tinte más asiático que occidental”. Se trata sólo de sacudirnos de lo peor del capitalismo neoliberal: su exaltación de la avaricia, que conlleva valorar a las personas según su riqueza material, lo que favorece la normalización de la corrupción. Por el contrario, China nos muestra la unidad política alrededor de sus intereses nacionales. También lo ha resaltado el presidente de China en el artículo mencionado, al decir que en la Tercera Sesión Plenaria del XX Comité Central del Partido Comunista de China, este “hizo disposiciones sistémicas para una mayor profundización integral de la reforma en fomento de la modernización china”.
En segundo lugar, podemos emular de China su capacidad de planificación a largo plazo. Mientras Perú tenemos la improvisación como regla incluso ante desastres naturales anuales y previsibles, como las lluvias torrenciales que acaban de azotar Huánuco y otras provincias, China planifica estratégicamente, siendo el puerto de Chancay un punto en la estrategia de la Franja y la Ruta, con la que China asegura su provisión de recursos naturales para todo el siglo.
En Perú bien podríamos emular la primacía de intereses nacionales, con perspectiva estratégica de largo plazo, para corregir, luego de que caiga el régimen de Dina Boluarte y su mayoría fujiacucerronista, la cesión en la práctica de soberanía en el puerto de Chancay: según lo expresado por los vecinos, ninguna autoridad, local, regional o nacional, está actuando ante las afectaciones que la construcción ha generado, desde derrumbes hasta la pérdida de recursos pesqueros. Asimismo, la entidad reguladora del transporte, OSITRAN, viene advirtiendo que Cosco Shipping, la administradora estatal china del puerto privado se resiste a ser supervisada, a pesar de que el puerto será de uso público. En general, se tratará de aplicar a la supervisión del puerto lo que hace China con las inversiones extranjeras en su país.
[1] https://www.elperuano.pe/noticia/257693-el-barco-de-la-amistad-chino-peruana-que-zarpe-hacia-un-futuro-mas-brillante#