Esta vez los titulares que nos espantan con diversas noticias de ataques con lesiones o muertes, o simplemente, de robos, no reflejan sólo percepciones o el ánimo de buscar noticias vendedoras. Los datos estadísticos confirman aumentos de las delincuencias.
Así, el Instituto Nacional de Estadística e Informática nos dice que en el semestre de más reciente consolidación, setiembre 2022 – febrero 2023, “la población urbana de 15 y más años de edad víctima de algún hecho delictivo aumentó en 2,8 y 3,3 puntos porcentuales”, respecto de los semestres setiembre 2020 – febrero 2021 y setiembre 2021 – febrero 2022, respectivamente (estadisticas-de-seguridad-ciudadana-setiembre-2022-febrero-2022.pdf (inei.gob.pe). Por su parte, el informe estadístico de febrero del INPE ( informe_estadistico_febrero_2023.pdf (inpe.gob.pe), muestra que los penales incrementaron su población (los que ingresan menos los que salen) en 2448 internos (2,8% de incremento respecto a febrero de 2022).
Si atendemos a las causas de estos incrementos, encontramos como factor principal la carencia de estudios y trabajo estable: el segmento mayoritario en prisión, según la edad, es el de 25 a 29 años. Sin estudios superiores (69,2% quedándose en estudios secundarios) y dedicándose a oficios (92,5%). Es justamente el mismo perfil que explica la baja productividad laboral de peruanos y peruanas. Por ende, de no corregirse la baja calidad educativa, incluyendo el poco apoyo a las familias pobres para que sus jóvenes se capaciten técnica o universitariamente, así como la baja formalidad laboral, la delincuencia seguirá creciendo. Cabe precisar que este aumento de personas que delinquen favorece el crecimiento de todo tipo de organizaciones criminales, incluso las que tienen ramificaciones en espacios de decisión política, lo que dificulta la discusión y aprobación de normas que ayuden a cortar con esos males.
Ante la evidencia de esta peligrosa tendencia inercial urge un “pacto social para sanar las heridas abiertas”, cómo lo viene proponiendo Verónika Mendoza (Hacia un nuevo pacto para sanar las heridas abiertas – Revista Ideele ), comprendiendo no sólo las heridas de la represión del régimen ilegítimo de estos meses, sino las del desinterés de los grupos de poder que han logrado tomar la mayoría de entidades públicas e importantes organizaciones económicas para bloquear el desarrollo ciudadano social, ambiental, cultural, económico y político.
Ese pacto social ha de incorporar medidas que nos lleven a la visión del Perú al 2050, que para el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico consiste, en que “Hemos desarrollado una cultura de la prevención y mecanismos eficientes para reducir todos los tipos de violencia, con énfasis en niñas, niños, adolescentes y mujeres. Asimismo, el Estado tiene capacidad de luchar contra el crimen organizado…”
Todas las medidas que nos lleven a esa visión suponen procesos. Pero hay algunas que caen por su peso, como la reforma de la Policía Nacional para hacerla una entidad de protección, con mucha participación ciudadana desde el ingreso y la formación en las escuelas hasta la acción de sus unidades especializadas y la coordinación con organizaciones sociales de autoprotección como las rondas campesinas o las guardias indígenas. O el acompañamiento a jóvenes que terminan la secundaria en entornos de riesgo, para ayudarlos a evitar caer en bandas o actividades ilícitas. Recordando que desde fines del siglo XIX, el jurista Franz von Liszt concluía que “la mejor política criminal es una buena política social”… que comienza con un pacto social como el que hoy requerimos.
Pier Paolo Marzo R