Carmen Parejo Rendón
Enfrentar el relato con los datos es una tarea fundamental que, además, con el desarrollo de una propaganda global muy bien articulada, se ha agudizado en los últimos años.
Desde que inició la ofensiva israelí en Gaza, la disputa por el relato, sobre todo para justificar el apoyo de las potencias occidentales hacia Israel, ha sido una constante, ¿cómo hacer ver lo blanco/negro, cuando estamos viendo todos, un genocidio televisado?
En EE.UU. las protestas de apoyo al pueblo palestino se han producido desde el primer minuto. Sin embargo, la situación escaló en los últimos días con el inicio de las protestas universitarias y la formación de acampadas en campus de todo el país en solidaridad con Gaza.
La respuesta de las autoridades ha sido la represión directa, que ha supuesto, entre otras cosas, la detención de casi 1.000 personas entre docentes y estudiantes, pero también el señalamiento público y la depuración profesional.
Este escenario abre un nuevo foco de debate que aúna las luchas de solidaridad con el pueblo palestino y de rechazo a la política exterior estadounidense en el conflicto en Oriente Medio, con la defensa de los derechos civiles en el interior del país.
Desde el 7 de octubre se ha intensificado la persecución contra directores de universidades prestigiosas de EE.UU. bajo la excusa de no hacer los suficiente para “combatir el antisemitismo”. Estas presiones han supuesto la dimisión de la rectora de la Universidad de Pensilvania, Elizabeth Magill, en diciembre de 2023 o de su homóloga en Harvard, Claudine Gay, en enero de este mismo año.
A pocos días del inicio de la agresión israelí sobre Gaza, el grupo de presión conservador Accuracy in Media, paseaba por Harvard un camión sobre el cual se había instalado una pizarra digital que difundía las fotografías y los nombres de los firmantes de una carta de solidaridad con Gaza, mientras que de forma paralela, Maxwell Meyer, graduado de Stanford, presentaba a través de su página web la lista con los nombres y todos los datos personales de estos firmantes, para que, según sus propias palabras: “no fueran contratados de forma inadvertida”.
El pasado 26 de abril en el Curbed del New York Magazine, la periodista Adriane Quinlan denunciaba que al menos 53 estudiantes de los que habían sido detenidos tras su puesta en libertad, tuvieron conocimiento que la universidad había decidido suspenderlos y desalojarlos inmediatamente de las viviendas habilitadas en el campus en la Universidad de Columbia. “Debido a que la vivienda es uno de los recursos más limitados y codiciados en la ciudad de Nueva York, es un motivador increíblemente poderoso para someter a los estudiantes a su voluntad”, cita el artículo sobre las declaraciones de uno de estos estudiantes. Por otra parte, la imposibilidad de acceso al campus también impide llegar a citas médicas para recoger recetas, algo que está provocando que estudiantes que requieren de medicación no puedan acceder a la misma.
Sin embargo, entre las decenas de vídeos que han distribuido los propios estudiantes a través de las redes sociales, vemos como en varias oportunidades tratan de explicar lo obvio: antisemitismo y antisionismo no es lo mismo. El rechazo a las políticas implementadas por un Estado no se puede entender como una forma de racismo, al igual que el rechazo a una ideología política, el sionismo, no supone rechazo hacia las personas judías.
Además, este relato supone la negación de las múltiples muestras de expresión de rechazo al genocidio en Gaza promovidas por miembros de la comunidad judía estadounidense. El pasado 9 de noviembre, bajo los lemas “Dejen vivir a Gaza” y 2No en nuestro nombre”, se produjo una de las imágenes más icónicas de las protestas en EE.UU. contra el genocidio en Gaza, con la concentración en la base de la Estatua de la Libertad de la organización Jewish Voice for Peace. ¿Sería una forma de antisemitismo silenciar las voces de estos judíos estadounidenses, solo por el hecho de ser, en efecto, judíos?
Genocidio
Es muy importante no dejarse engañar. Lo que se está condenando en EE.UU. y en todas las partes del mundo es un genocidio, y da exactamente igual si eres judío, musulmán, cristiano, ateo, estadounidense, palestino o sudafricano para verlo.
En el amplio movimiento contra el genocidio en Gaza podemos ver el recuerdo de lo que fueron las protestas en EE.UU. contra la Guerra de Vietnam.
La represión va más allá de las terribles imágenes de detenciones o de violencia policial; y, además, trasciende a los campus universitarios. Por un lado, vemos cómo las listas negras vuelven a Hollywood, como en la época dorada del macartismo, con casos como los de las actrices Melissa Barrera y Susan Sarandon. Por otro, esta misma semana conocíamos la detención de la candidata presidencial del Partido Verde, Jill Stein, por participar en una manifestación de apoyo a Gaza.
El 1 de mayo se festejó en el mundo entero el Día de los Trabajadores, salvo en EE.UU., pese a que el origen de este día de reivindicación se encuentra precisamente en la ciudad de Chicago, y en la represión contra la huelga por las ocho horas laborales que supuso la condena a muerte de los conocidos como ‘Mártires de Chicago’. Años de represión hicieron que el pueblo estadounidense fuera borrando su propia historia, lo que ha provocado que en la actualidad este país carezca de derechos laborales exigidos por ley.
En el amplio movimiento contra el genocidio en Gaza podemos ver el recuerdo de lo que fueron las protestas en EE.UU. contra la Guerra de Vietnam; desgraciadamente, también vemos estos días el referente histórico de la persecución política en el país norteamericano que, intercambiando en su relato propagandístico “comunista” por “antisemita”, vuelve a socavar derechos fundamentales de la población estadounidense.