Los primeros 100 días suelen ser un momento para que los nuevos gobiernos hagan un balance, anuncien sus logros y hasta evalúen un cambio de rumbo. Sin embargo, para la asediada administración de Pedro Castillo en Perú, la ocasión fue eclipsada por una sensación de alivio por el mero hecho de que el gobierno de izquierdas aún siga en pie, sin más.

La sensación de alivio tampoco durará mucho. Castillo ha gobernado en la cuerda floja desde el día uno, asediado por una derecha implacable que con cada nueva jornada se acerca más a la activación de la cláusula de «incapacidad moral», la cual destituiría al presidente peruano (un golpe parlamentario con otro nombre).

Por si fuera poco, las crecientes tensiones internas entre Castillo y Perú Libre acaban de estallar, dando lugar a la renuncia o dimisión de prácticamente todos los miembros del gabinete del partido que apoyó su candidatura. La ruptura fue tan grave que la mayoría de los congresistas de Perú Libre se negaron a dar un voto de confianza al nuevo gabinete, aparentemente más moderado, lo que algunos consideraron como un acto de censura para evitar que la administración de Castillo cediera más terreno a la derecha, mientras otros lo vieron como un acto mezquino que podría haber puesto en peligro el futuro del gobierno de izquierdas.

Sea como sea, el gabinete de Castillo sobrevivió. Pero la crisis continúa. Y así, con nuevas tentativas de la derecha por la destitución acaparando todos los titulares, uno casi podría olvidar que Castillo tiene a su cargo un país que aún pretende gobernar desde una plataforma de izquierdas.

Anahí Durand es la Ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables del gobierno de Castillo, uno de los ministerios del gobierno que ha visto algunos avances en medio de todo el caos, en gran medida porque también es uno de los ministerios que trabaja más estrechamente con los movimientos sociales y las organizaciones populares.

Durand, anteriormente estratega política de Verónika Mendoza en las elecciones generales de 2021, es una intelectual marxista con una larga trayectoria en la militancia partidaria y social. Aclamada por algunos como la «cara feminista» dentro de una administración a la que se acusa de coquetear con posturas socialmente conservadoras, lo cierto es que Durand desempeña un papel importante dentro de un gobierno donde la tendencia predominante ha sido la incertidumbre.

Conversamos con Anahí para conocer su opinión sobre los primeros 100 días de la administración de Castillo y discutir las posibles formas que tiene el gobierno para avanzar en medio de tantas dificultades.

MM / NA

Para comenzar, queríamos conocer tu reflexión sobre los primeros cien días del gobierno de Pedro Castillo. Luego, nos gustaría saber qué balance haces de tu propia experiencia como Ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables.

AD

Yo creo que el gobierno se ha afirmado pese a la férrea oposición que hemos tenido, especialmente de un sector golpista, que no procesa su derrota electoral, pues la victoria de Castillo significa para ellos perder décadas de control del Estado. Han sido 100 días bastantes tensos, pero creo que se ha logrado sacar adelante temas urgentes para las mayorías. Por ejemplo, como expuso el presidente hace poco en Ayacucho, en conmemoración de los 100 días: todo lo que tiene que ver con la vacunación se ha redoblado, y eso implicó un esfuerzo enorme, porque estábamos entre los últimos lugares de vacunación en el continente. Ahora Perú ha llegado a un 70% de población vacunada. Se han hecho grandes esfuerzos también por entregar un ingreso universal («bono yanapay») sin estos esquemas de focalización que han dejado tanta gente fuera en la primera y segunda ola de la pandemia.

En el caso del Ministerio de la Mujer, recibimos un Estado muy replegado en su rol de garante de derechos y poco conectado a las mujeres, especialmente de los sectores populares. Así, hemos propuesto una gestión que apunte a una reconexión con ellas, atendiendo su problemática de una manera más integral. Un eje clave es la prevención de la violencia, sobre todo en esta etapa de crisis que ha dejado en descubierto que las mujeres han sido de las más afectadas por la pandemia. Necesitamos no llegar tarde cuando la violencia ya ha ocurrido.

El otro eje es fortalecer su autonomía económica, incluyendo el respaldo de iniciativas y la implementación del sistema de cuidados. Nos interesa mucho que haya un protagonismo democrático de las mujeres en Perú. Las mujeres se encuentran muy relegadas de toda la vida política: de 25 gobernaciones regionales, ninguna es mujer; y de 1800 alcaldías, apenas 95 son encabezadas por mujeres. Estamos potenciando ese protagonismo fortaleciendo el tejido social que se activó en la pandemia, por ejemplo, con las ollas comunes.

Planteamos, entonces, estos tres ejes: lo social, con el retorno del Estado garantizando una vida libre de violencia; la autonomía económica, incluyendo el sistema de cuidados; y un protagonismo democrático para tener mujeres comprometidas también con los cambios.

MM / NA

Hay quienes hacen un balance de los cien días del gobierno de Castillo y resaltan un déficit de movilización popular en apoyo al gobierno. ¿Crees que hay espacios —como el propio Ministerio de la Mujer, que encabezas— que podrían construir ese vinculo tan necesario entre el Estado y la sociedad, y contribuir a afianzar una dinámica popular tanto en el gobierno como en las calles?

AD

Sí, yo creo que es muy importante esta cuestión. El Ministerio de la Mujer, así como otros ministerios que también tienen vínculos directos con organizaciones sociales, pueden ser un eje fundamental de apoyo para comunicar las políticas e implementarlas. En las últimas décadas se impuso una visión bastante tecnócrata respecto a las políticas públicas; el Estado dirigido por tecnócratas trataba a la población como beneficiarios pasivos, no como sujetos de derecho y agentes de cambio.

Durante los últimos treinta años, el neoliberalismo peruano nos vendió la idea de una gestión pública supuestamente meritocrática y despolitizada cuando, en realidad, tenía una puerta giratoria en la que el funcionario trabajaba primero en la empresa y luego en el Estado. Asimismo, ganó terreno en la sociedad un sentido común individualista, desvinculado de lo público, donde el sálvese quien pueda estaba a la orden del día. Lamentablemente, lo duro de la pandemia nos demostró la necesidad de contar con un sistema público de salud y una política pública de contención económica. Fue esa experiencia la que nos demostró con mayor claridad la importancia del vínculo entre Estado y sociedad. Eso es lo que queremos recomponer ahora, desde el gobierno y desde el Ministerio de la Mujer: ese vínculo entre Estado y sociedad que nos permitirá gobernar con la gente.

Como decía, fue justamente durante la pandemia que se activó esa red de contención ante la ausencia del Estado y el lucro del mercado. Por ejemplo, las ollas comunes en los barrios de Lima: son mujeres que organizan, acopian comida y cocinan para el barrio. Entonces, ahí hay un potencial de organización grande, que algunos partidos conservadores quieren cooptar e involucrar en lazos de clientelismo. Lo que nosotros queremos es más bien tener actores sociales empoderados que puedan ser parte activa de las políticas públicas para las mujeres; por ejemplo, aportando en esta propuesta que lleva adelante el Ministerio de un sistema nacional de cuidados: cómo creen ellas que el sistema nacional de cuidados puede descargarlas de tareas que hacen todos los días y dejarles tiempo para poder también desarrollarse en otros ámbitos.

Pongo el ejemplo de las ollas comunes, pero hay otros, como las Rondas campesinas en las zonas rurales, de las que las mujeres participan; son sistemas de resguardo del territorio, participación y decisión popular.

MM / NA

Imaginamos que el Ministerio de la Mujer también es uno de los frentes más tensos en términos de confrontación con la derecha peruana. En líneas generales, ¿qué se puede hacer para plantar cara a una oposición de derecha tal como la que tienen en Perú, es decir, una reacción completamente intransigente que, al parecer, no aceptará el gobierno de Castillo bajo ningún aspecto?

AD

Estamos ante una crisis orgánica de la derecha peruana, que fue a las últimas elecciones dispersa en más de seis partidos y que incluye sectores claramente golpistas y violentos. Hoy el poder que tenía la derecha para el control del Estado se ha deteriorado y también se le ha deteriorado el consenso en torno a la Constitución de 1993, impuesta por Fujimori; hoy estamos hablando sobre temas políticos que en los 90 y al inicio de los años 2000 ni se mencionaban. Esta pérdida ha llevado a que tengamos grupos de derechas más abiertamente golpistas que están pidiendo vacancia presidencial desde el día uno (cuando su propia constitución dice muy claro que el presidente se elige por cinco años y no cuando a algunos Congresistas les da la gana decir que hay vacancia por incapacidad moral).

En general es un momento difícil para llevar adelante con prontitud los cambios que el presidente ha prometido y que la gente reclama. Hay un pueblo que está esperando que se cumplan las promesas de campaña: que se masifique el gas, que se trabaje por la salud, por la educación de las mayorías, que se restituya esa dignidad que ha sido dejada de lado durante tantos años. Para avanzar en los cambios y a la vez aislar a la derecha golpista, creo que hay que tener una política de concertación nacional con las fuerzas más claramente democráticas.

Tenemos claro, también, que hay temas en los que urge tender puentes; en nuestro caso, como Ministerio de la Mujer, hay temas en los cuales estamos buscando consensos. Por ejemplo, tenemos a cargo las poblaciones vulnerables en el país con más niños huérfanos por la pandemia: casi 100 mil. Entonces tenemos ahí una propuesta de bonos por orfandad, que creemos tiene que tener mínimo consenso de todas las fuerzas políticas, al igual que las propuestas que tenemos para erradicar la violencia contra la mujer.

Tenemos que avanzar en ese sentido sin perder la perspectiva de que acá hay un gobierno que quiere hacer las cosas de distinta manera. Si el presidente mañana se levantara y dijera «bueno, vamos a hacer lo mismo de siempre», yo creo que los ataques políticos disminuirían significativamente su intensidad.

MM / NA

Por cierto, una derecha dividida puede representar una oportunidad política. Incluso había sectores que sostenían que, para garantizar la propia supervivencia del gobierno, debía haber un cambio de gabinete —más moderado, digamos— para evitar que se aglutine gran parte de la derecha en torno al sector más golpista. Nos gustaría saber cuál es tu expectativa sobre el nuevo gabinete, que recibió el voto de confianza por un margen escaso y solo tras la ruptura con Perú Libre (que, por su parte, ha alegado que el nuevo gabinete representa un «giro a la derecha»).

AD

Yo creo que tanto el primero como el segundo gabinete tienen un claro componente de personas comprometidas con las luchas sociales, que creen en la agenda de cambios que se ha propuesto y que escuchan las demandas de los sectores populares. Quizás la diferencia es que el primero fue construido de manera más consensuada con las fuerzas políticas que ganaron las elecciones y que llevaron adelante la segunda vuelta electoral.

Ese primer gabinete se configuró muy en esa línea de articular las fuerzas de izquierda ante el ataque de una derecha muy despiadada, y lo hizo afirmando el liderazgo de Perú Libre, que tenía el premierato. Pienso que, luego, la propia dinámica de gobierno fue mostrando que se necesitaba una política más acumulativa, más estratégica y más concertadora, y se presentaron dificultades para poder impulsar ese tipo de giro de inmediato. Creo, además, que este primer gabinete fue blanco de muchos ataques de la ultraderecha, especialmente desde el Congreso, donde se han atrincherado. No llegan a ser mayoría, porque es un Congreso fragmentado, con diez grupos, pero el sector conservador está cohesionado en torno a tres: Avanza País, Renovación Nacional y Fuerza Popular, del fujimorismo, y es muy activo.

Respecto a la posibilidad de un «giro a la derecha»: la actual primer ministra, Mirtha Vásquez, fue presidenta del Congreso y tiene una importante experiencia política; lleva años en la lucha socioambiental en Cajamarca, enfrentándose a los poderes de las grandes mineras; es un juicio político equivocado decir que representa una posible derechización. Lo que pienso es que este cambio busca ampliar un poco el margen de maniobra en una etapa decisiva del proceso transformador que estamos llevando a cabo. Es cierto que el cambio generó una tensión con el partido de gobierno, pero estoy convencida que se deben tender puentes porque efectivamente Perú Libre tiene un lugar en este gobierno; tanto en el Congreso como en los sectores sociales es importante recomponer esa relación.

MM / NA

Algunos de los problemas que ha vivido el gobierno en estos 100 días, como una transición bastante accidentada entre una coalición electoral y de gobierno o la confusión y especulación sobre a qué intereses responde el propio Ejecutivo, ¿podrían haber sido evitados o al menos amortiguados con una construcción partidaria más sólida que la que existe en la izquierda peruana actualmente?

AD

Sí, definitivamente, eso es algo que tenemos muy claro. Pero, mientras tanto, se ha creado el Frente Nacional por la Democracia, que busca cumplir un rol de articulación social y llevar adelante iniciativas que escapan al gobierno. El Frente agrupa a centrales gremiales, como el Sindicato de Maestros, la CGTP y organizaciones políticas. Existe una gran necesidad de respaldar medidas del Ejecutivo y llevar adelante otras iniciativas que al Ejecutivo no necesariamente le corresponden, y en torno a este espacio —que además se enfrenta directamente con la derecha— se está creando un bloque social capaz de impulsar los cambios que necesita Perú.

Es cierto que hace falta que haya partidos políticos bien estructurados que se constituyan también una fuerza para disputar los espacios de poder con las derechas. Tenemos, por ejemplo, elecciones locales el otro año y será un desafío colocar candidaturas importantes con opciones de ganar en gobiernos regionales, en las municipalidades provinciales y distritales.

Entonces, yo creo que sí, hay un desafío respecto a la construcción partidaria, que forma parte ya de toda la crisis estructural de los partidos políticos en Perú o, más bien, de cómo el propio sistema político ha frenado la constitución de nuevos partidos políticos. Para tomar el ejemplo más cercano, Nuevo Perú está en un proceso de inscripción que ya dura dos años; el jurado electoral es absolutamente burocrático y cierra el sistema, impidiendo que se inscriban nuevos partidos. Además, nosotros creemos que es importante un proceso unitario expresado en una «mesa de izquierdas», que es justamente lo que estuvimos impulsando con Frente Amplio, Perú Libre, Nuevo Perú y las demás fuerzas políticas que ahorita están involucradas en el gobierno. Ojalá que esto pueda tener éxito, porque es muy necesario.

MM / NA

Ojalá que así sea. Para ir cerrando, queríamos saber tus expectativas para los próximos 100 días del gobierno. ¿Cuáles serán —o cuales deberían ser— las prioridades del gobierno en este periodo, en el que el corto plazo comienza a abrirse hacia el mediano y largo plazo?

AD

Nos hace falta afirmar cambios más institucionales y estructurales. Hemos empezado a tener un diagnóstico más claro de lo que tenemos en el Ejecutivo. Acuérdense que nos dieron 15 días de transferencia, porque todo el proceso electoral —con las denuncias falsas de fraude— impidió que la transferencia dure los dos meses y pico que suele durar. Entonces hemos llegado al gobierno sin tener ese diagnóstico previo, y recién ahora tenemos más claridad de lo que hay en este Estado.

Hemos sentado algunas bases y sabemos ya por dónde avanzar. En el Ministerio de la Mujer, por ejemplo, tenemos que consolidar estrategias como «Gobernando Juntas», que incluye el trabajo con organizaciones sociales y autoridades políticas, para tener un protagonismo de las mujeres (especialmente de las mujeres organizadas y de sectores populares) en el diseño y la ejecución de las políticas públicas. Y consolidar también una nueva estrategia de lucha contra la violencia, de carácter mucho más preventivo y con mayor presencia en el territorio.

Creo que corresponde avanzar en cumplir los cambios planteados: adoptar medidas más concretas para la recuperación de los recursos naturales y la masificación del gas, por ejemplo, algo fundamental sobre todo en estos tiempos de crisis energética. Otro tema es la vuelta a clases segura, porque, claro, acá en Perú dicen «vuelta a clase», pero las escuelas están muy abandonadas, una buena cantidad no tiene agua ni desagües. Entonces la «vuelta a clase» significa, además, recuperar esa infraestructura educativa que a lo largo de años de neoliberalismo fue abandonada.

Hay sectores de la derecha que van a hacer lo imposible por evitar que avancemos, y ahí es donde nos falta retomar el liderazgo comunicacional y tener un diálogo más fluido con la población. Lamentablemente, prácticamente todos los medios de comunicación asumen una línea editorial muy agresiva contra del gobierno.

Y una cosa más, para no dejar de mencionarla: necesitamos que el Frente Social que recién mencioné comience a fortalecerse y dar pasos más concretos hacia la Asamblea Constituyente. Porque ese espacio es clave en la tarea de movilizar a las fuerzas populares para impulsar acciones que nos permitan decidir sobre el futuro de nuestra Carta Magna. Impulsar la recolección de firmas para un referéndum que nos permita llegar a decidir si va a existir o no una nueva Constitución.

MM / NA

La Asamblea Constituyente parece una de esas cosas tan necesarias como difíciles: el pueblo —o al menos el pueblo que votó con entusiasmo por Castillo— la demanda a gritos, mientras la derecha la combate con uñas y dientes. ¿Qué posibilidades ves de llevar a cabo estos cambios más de fondo, que fueron parte de las promesas electorales de Pedro Castillo (como la asamblea constituyente, la nacionalización del gas o de algunos recursos estratégicos)?

AD

No faltan demandas de cambio; de hecho, eso es algo sobre el cual hay un consenso grande. En las distintas encuestas, cuando se preguntan las razones por el voto a Pedro Castillo, la principal respuesta es: «por un cambio». Hay un consenso amplio de que vivimos una crisis de grandes proporciones en Perú: corrupción, pandemia, crisis económica, desempleo y mucho más. En fin, la gente aspira a un cambio y relaciona al presidente y al gobierno con esa posibilidad.

Ahora, ¿cómo vamos a dar contenido a esos cambios? Yo creo que va desde el proyecto constituyente y el cambio de Constitución, que fue una promesa de campaña —que todos en el gabinete compartimos—, hasta medidas mucho más concretas, como generar empleo, otorgar subsidios e ingresos extraordinarios de manera más universal a la gente que está sufriendo la crisis económica, como efectivamente hemos comenzado a hacer.

Hay cambios que van en esa línea redistributiva, que apuntan a mejorar la vida concreta de la gente, pero también hay cambios más estructurales, que tienen que ver con medidas que hemos ya anunciado, como la reforma tributaria. Vale recordar que Perú es uno de los países con presión tributaria más baja del continente (no llega al 15%), y para emprender todos estos cambios debemos contar con recursos. Recursos para destinar a la salud, a la educación, a garantizar derechos de las mujeres y los de las poblaciones más vulnerables. Abordar los temas de orden más estructural tiene un correlato en el cambio del marco constitucional, es decir, en un proceso democratizador que regule y cambie el modelo de Estado y de economía impuesto por el fujimorismo y sustentado en la Constitución del 93.

Al mismo tiempo, la derecha está muy activa en las calles recogiendo firmas para evitar que se produzca un referéndum. Entonces, el debate de fondo es si el Poder Ejecutivo debe impulsar el proceso Constituyente o debe dejarlo al movimiento social y a los partidos políticos. Ahí tenemos una discusión abierta entre la izquierda peruana. Por lo pronto, tenemos claro que esta debe ser una tarea convocante, que movilice y articule a la población. En ese camino debemos encontrarnos las fuerzas políticas que insistimos en la necesidad de una transformación profunda.