El padre de Ollanta decía en Willax que el logro de Castillo es haber generado el pandemonio en la prensa y críticos derechistas a tal grado que la macilenta tontería también era moneda corriente en el avispero derechista.
No le faltaba del todo razones, en esa derecha que nunca reconoció el triunfo de Castillo para luego desplegar la operación de tenazas desde el Congreso. Pero el profesor chotano ni idea tenia que sólo haciendo un gobierno inteligente, audazmente convocante y expedito en probidad, podría neutralizar el empeño de los enemigos.
No pensó en enemigos ni en los votantes amigos. Su entorno sindicalero, los sobrinos y el círculo de allegados funestos le marcaron el desastre de su gobierno. Amén de los lobistas que salían gordos de palacio de gobierno. La derecha lo ataco, pero Castillo le puso en bandeja los insumos que la ultraderecha requería. Ante los ciudadanos Castillo no era ni siquiera un operario competente del cambio y el desgobierno con la crisis política subsiguiente afloro como cuando no existe liderazgo ni norte aunque sea modesto.
Un gobierno agónico, sin tener un plan para revertir la crisis política, social y económica, ha lanzado un proyecto de cambio constitucional para un referendo que de pase a una Asamblea Constituyente.
Muchos se alegraron pero no era más que un recurso que trasladaba la responsabilidad formal al Congreso. Como si tuviera la costumbre de “cumplir sus promesas”.
Seguramente el Congreso lo archivara y ante esta posibilidad Cerrón ha anunciado un “plan B”. La congresista Chirinos dice tener su contraparte: El “plan C”.
Sin embargo mentes más abiertas también parecen subsumirse en ese pandemonio. César Hildebrandt otorga capacidades sobrehumanas a V. Cerrón. El artífice de una nueva Cuba en el Perú. Como sino existiera una exigencia democrática frente a la Constitución fujimorista. El argumento derechista se basa que todo cambio de Constitución no traerá el plato de comida y que seria una fábrica de dictadores. Por lo tanto cualquier sueño es prohibido, solo los notables de las leyes y políticos ‘cultos’ pueden hablar y ser consultados. Como nada hay de inmutable, al final son los periodos históricos y las nuevas hegemonías los que tarde o temprano logran imponerse como necesidad misma de la vida nacional. Estamos ante una derecha sin confianza en si misma, no se atreve a ganar en la conciencia ciudadana.
Pero Hildebrandt al inferir que detrás de la campaña cerronista estaría un golpe de Estado zurdo., ya es casi una alucinación. Si el golpe vendría seria de los cuarteles y militares adictos a los oficiales marinos en el Congreso.
Si Castillo no puede con los treinta de la pestilencia fujimorista, es forzado imaginarse a Castillo o Cerrón como un Erick Rommel dirigiendo los tanques rojos por un gobierno al modo caribeño.
Solo un análisis febril y antojadizo puede suponer que existe un símil de Padrino López, el militar venezolano que controla las fuerzas armadas de Maduro.
Cerrón cruza la crisis de Castillo a su manera. Casi aislado y sin cartas válidas para jugar en nombre de un golpe de Estado propio.
Si los llamados al golpe de Estado ha existido, este ha sido reclamado por la derecha radical, por Barnechea y retirados de las FFAA.
Pero las apariencias engañan, entre guiños se hacen concesiones y ahí está el cerronismo congresal con los duros derechistas que pretenden sobrevivir en el Congreso en practica común del anti-reformismo.
Hildebrandt se retuerce y hasta quisiera creer en el “Plan B” de Cerrón. No es más que un grito ideológico. No tiene el partido, ni la disciplina ni los vínculos orgánicos con los pueblos. Si estos se han movilizado, ha sido por sus apremios irresueltos. Ni Cerrón es Chávez ni Castillo es Evo. Están golpeados y le será difícil movilizar a ese sector simpatizante cuando es una mayoría nacional la que reclama que se vayan todos.
Solo una provocación derechista o Cerronista puede abrir un curso inesperado. Si la derecha se siente potenciada, allanarle el camino seria entregarle todo el protagonismo y reducirnos a la mera defensa irreductible de Castillo.
No basta entonces reducirnos en “que se vayan todos”, hay que sumar en un polo alternativo a estas fuerzas conservadoras que requiere mirar mas allá de los extramuros de nuestros grupos o partidos.
Estamos estrictamente en una etapa que demanda mucho mas de lo mostrado. De lo contrario el “que se vayan todos” puede significar el regreso de los de siempre.
Más allá de las temeridades y especulaciones de los críticos, existen aportes y voces sensatas. Solo que esta vez la columna de César Hildebrandt ha pecado de cierta redundancia y levedad.