En el turbulento escenario político del Perú, el Partido Alianza para el Progreso (APP), liderado por César Acuña, ha emergido como un actor clave en la erosión de la institucionalidad democrática del país. Su estrategia desesperada por obtener representación en todos los rincones de la nación ha dado lugar a una alarmante laxitud en la selección de sus candidatos, ignorando por completo su idoneidad y en lugar de ello, priorizando su popularidad local. Este enfoque ciego hacia la calidad de la representación ha llevado a la entrada al Congreso de una amplia gama de individuos, carentes de ética y con múltiples vicios, desde el recorte de sueldos a sus propios trabajadores, hasta la promoción de leyes con agendas personalizadas, y la defensa de medidas que atentan contra los avances democráticos logrados, como la Ley Universitaria.
Lo más alarmante, sin embargo, es la traición de APP a sus propios principios. En su búsqueda desenfrenada de poder y representación, el partido ha abandonado su postura original de centro político para aliarse estrechamente con fuerzas conservadoras y extremas en el parlamento. Esta alianza, basada en la conveniencia y la oportunidad política, ha allanado el camino para la destrucción institucional, permitiendo que estas fuerzas obtengan la mayoría de votos y avancen en una agenda que socava los fundamentos de la democracia.
Este comportamiento oportunista ha brindado a APP, a costa del bienestar del país, la oportunidad de influir en el gobierno del Congreso, formar parte del ejecutivo e incluso beneficiarse de resoluciones judiciales favorables en procesos que involucran a su máximo líder, que no es fácil establecer si es por la capacidad que tienen ahora de someter a las altas autoridades judiciales al control político desde el congreso o por que legalmente les corresponde.
Ante esta desoladora realidad, surge una pregunta que nos atormenta a todos los ciudadanos preocupados por el futuro de nuestra nación: ¿cómo es posible que una fuerza política que alguna vez se promocionó como la vanguardia de la renovación política y el garante del orden democrático, haya caído tan bajo? ¿Cómo es posible que se haya convertido en cómplice de las fuerzas extremistas, facilitando su avance destructivo y el sometimiento de las instituciones vitales de nuestra democracia a intereses oscuros y subalternos?
Es urgente e imperativo que el Partido APP y sus líderes reflexionen sobre su papel en esta tragedia política y se comprometan a restaurar la integridad de nuestra institucionalidad democrática. Es hora de que dejen de contribuir a la destrucción de la débil institucionalidad que tanto ha costado construir en el Perú y se reafirmen en su compromiso con los valores democráticos y el bienestar de todos los peruanos. El futuro de nuestra democracia está en juego, y depende de las decisiones que tomemos hoy.
