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Tribuno: “Europa en la encrucijada: cómo la sumisión a Estados Unidos la llevó al borde del abismo”

Europa, otrora epicentro de la cultura, la ciencia y el poder global, hoy se encuentra sumida en una profunda crisis política, económica y estratégica. La Unión Europea (UE), lejos de consolidarse como un actor autónomo en el escenario internacional, ha optado por someterse sin ambages a los designios de Estados Unidos, renunciando a desarrollar un camino propio. Esta falta de autonomía y liderazgo ha dejado a Europa ausente en los grandes debates globales, como el conflicto en Ucrania, y la ha sumido en una crisis económica y energética sin precedentes. Ahora, frente a un mundo cada vez más multipolar, Europa enfrenta una disyuntiva: recuperar su independencia o arriesgarse a convertirse en un actor irrelevante, al borde de la decadencia.

La sumisión estratégica y sus consecuencias:
Europa ha cometido un error histórico al delegar su seguridad y su política exterior a Estados Unidos. Durante décadas, el Viejo Continente se acostumbró a vivir bajo el paraguas de la OTAN, ignorando las advertencias de Washington sobre la necesidad de invertir en su propia defensa. Esta dependencia ha dejado a Europa en una posición de vulnerabilidad, especialmente tras el regreso de Donald Trump al poder y su acuerdo con Vladimir Putin para poner fin a la guerra en Ucrania. Este pacto, que excluyó por completo a la UE, demostró que Europa no tiene voz ni voto en los asuntos que definen su propio futuro.

La falta de autonomía estratégica ha tenido consecuencias devastadoras. Europa se ha visto arrastrada a sanciones contra Rusia que, lejos de debilitar a Moscú, han castigado severamente su propia economía. Los precios del combustible se han disparado, la industria europea se ha debilitado y la inflación ha golpeado duramente a los ciudadanos. En lugar de actuar como un bloque cohesionado y soberano, la UE ha seguido obedientemente las instrucciones de Washington, incluso cuando estas iban en contra de sus propios intereses.

La crisis económica y energética:
Las sanciones impuestas a Rusia, impulsadas por Estados Unidos, han sido un boomerang para Europa. El corte del suministro de gas ruso ha dejado al continente en una situación crítica, con precios energéticos récord y una industria que lucha por mantenerse competitiva. Alemania, otrora la locomotora económica de Europa, ha visto cómo su modelo industrial se resquebraja, mientras que países como España e Italia enfrentan una crisis económica sin precedentes.

La falta de una estrategia energética propia ha expuesto la fragilidad de la UE. En lugar de diversificar sus fuentes de energía y fortalecer su autonomía, Europa se ha visto atrapada en una espiral de dependencia de Estados Unidos, que ahora exporta gas a precios exorbitantes. Esta situación no solo ha debilitado la economía europea, sino que también ha erosionado la confianza de los ciudadanos en sus líderes políticos.

La ausencia de liderazgo y la división interna:
Uno de los mayores problemas de Europa es la falta de un liderazgo claro y unificado. El eje franco-alemán, que durante décadas fue el motor de la integración europea, hoy está en crisis. Emmanuel Macron ha hablado repetidamente de la necesidad de una Europa autónoma, pero sus palabras no se han traducido en acciones concretas. Por su parte, Olaf Scholz ha sido incapaz de articular una visión estratégica para Alemania, y mucho menos para Europa.

Esta falta de liderazgo ha dejado a la UE dividida y sin rumbo. Mientras países como Polonia invierten fuertemente en defensa, otros como España siguen dedicando recursos mínimos a su seguridad. Esta disparidad no solo debilita la capacidad de Europa para defenderse, sino que también refleja la falta de un proyecto común. La UE se ha convertido en un conjunto de estados con intereses divergentes, incapaces de actuar como un bloque cohesionado.

El camino hacia la autonomía:
Europa se encuentra en una encrucijada. Si quiere evitar convertirse en un actor irrelevante en el escenario global, debe recuperar su autonomía y desarrollar una estrategia propia. Esto implica invertir en su propia defensa, diversificar sus fuentes de energía y fortalecer su industria. También significa dejar de depender de Estados Unidos y asumir un papel más activo en la resolución de conflictos internacionales, como el de Ucrania.

La UE debe aprender de sus errores y entender que su futuro no puede estar atado a los intereses de Washington. La autonomía no es solo una cuestión de soberanía, sino de supervivencia. Si Europa no actúa ahora, corre el riesgo de convertirse en un actor secundario en un mundo cada vez más multipolar, al borde de la decadencia y la irrelevancia.

Conclusión:
Europa ha llegado a un punto crítico en su historia. La sumisión a Estados Unidos, la falta de autonomía estratégica y la ausencia de liderazgo la han llevado al borde del abismo. Si no actúa con urgencia para recuperar su independencia, corre el riesgo de convertirse en un actor irrelevante en el escenario global. El momento de actuar es ahora: Europa debe dejar de ser un peón en el tablero de las grandes potencias y convertirse en un jugador autónomo y soberano. Su futuro depende de ello.

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