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Opinión

Tribuno: Francisco, el Papa del siglo XXI

En un mundo marcado por la desigualdad, el odio, la exclusión y la guerra, el Papa Francisco ha logrado incomodar a muchos, y precisamente por eso su figura es tan necesaria. Desde el inicio de su pontificado, Francisco ha sido un pastor con olor a pueblo, un líder espiritual que no teme hablar con claridad, y sobre todo, un testigo vivo del Evangelio en acción. Su pensamiento, más que progresista, es profundamente cristiano, aunque para algunos eso resulte incómodo.

Su voz ha resonado con fuerza donde muchos esperaban silencio: en la denuncia del capitalismo salvaje, en la condena de las guerras, en su crítica frontal a la cultura del descarte y la indiferencia. Ha abrazado a pueblos originarios, ha dado lugar a las mujeres en espacios antes reservados para los hombres, ha defendido a las minorías sexuales sin recurrir al juicio ni al castigo, y ha dicho, sin miedo, que la Iglesia no puede seguir mirando para otro lado cuando el mundo sangra.

Por eso, los sectores más conservadores —dentro y fuera del Vaticano— no lo toleran. Lo han tildado de comunista, de hereje, de enemigo interno. Pero en realidad, Francisco no es más que un radical cristiano en el sentido más puro del término: va a la raíz del mensaje de Jesús. Y eso, para quienes han hecho del poder una religión, resulta insoportable.

Su apuesta por el diálogo interreligioso y la unidad ecuménica no es solo diplomacia, es una convicción: que la fe debe ser puente, no muro. Su apoyo constante a los pueblos oprimidos, su solidaridad con Palestina, su clamor por la paz en Medio Oriente y en tantas otras regiones olvidadas, lo han colocado del lado correcto de la historia, aunque eso implique la incomodidad de los poderosos.

Francisco ha devuelto humanidad a una Iglesia que, por décadas, se fue alejando del sufrimiento real de las personas. Ha abierto puertas a quienes siempre fueron excluidos. Ha puesto en el centro al ser humano, no a las estructuras. En tiempos de cinismo, su palabra sigue siendo un faro de sentido.

Y aunque intenten silenciarlo, su mensaje ya ha calado en millones. Porque cuando un Papa incomoda al poder, es señal de que algo está haciendo bien. Porque si por defender a los pobres lo llaman comunista, entonces el Evangelio también lo es.

Gracias, Francisco. Por hablar hablado cuando tantos callaban. Por escuchar cuando nadie quería oír. Por recordarnos que ser cristiano es, ante todo, ser humano.

Descansa en paz, Nunca caminaste solo.

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