En el Perú, la política no solo se juega en mítines, redes sociales o debates públicos. Se juega también —y quizá sobre todo— en los números. Las encuestas, supuestamente herramientas técnicas de medición de opinión pública, se han convertido en mecanismos de legitimación, exclusión o promoción política. Las encuestadoras no solo muestran realidades: las construyen.
Hoy, lo que vemos es una sistemática estrategia de visibilización de ciertos rostros y silenciamiento de otros. Candidatos que no tienen una sola propuesta clara, que representan más de lo mismo, aparecen como protagonistas en los estudios de intención de voto. Mientras tanto, figuras emergentes como Alfonso López Chau, rector de la Universidad Nacional de Ingeniería, no figuran en la mayoría de estos estudios, a pesar de su creciente presencia en medios, espacios académicos y sectores ciudadanos que lo consideran una opción viable y fresca.
Resulta sospechoso que candidatos repetidos, desgastados o que ya perdieron varias elecciones consecutivas, sigan encabezando los sondeos. ¿Realmente es lo que piensa la ciudadanía? ¿O es lo que algunos actores quieren que creamos que piensa?
Incluso Alfredo Torres, presidente de Ipsos, en una reciente entrevista, menciona que “el candidato de la rabia aún no ha aparecido”. Pero ¿acaso no es esa misma rabia la que viene buscando opciones distintas, más serenas, más institucionales, menos estridentes? ¿No es López Chau precisamente una expresión de esa ciudadanía cansada del ruido, pero también del cinismo? ¿Por qué no aparece entonces en las encuestas?
Las encuestadoras, aunque insisten en que “miden lo que hay”, deciden qué nombres incluyen en sus formularios. Si un nombre no aparece, no es medido. Y si no es medido, no existe para la lógica mediática. Es un truco simple, pero de un poder brutal: invisibilizar es matar políticamente. Y promover es inflar sin escrúpulos.
En paralelo, la narrativa que construyen los voceros de las encuestadoras se convierte en línea editorial para medios aliados. La profecía autocumplida se activa: “este es el top 5 de candidatos”, y como nadie más aparece, se nos dice que no hay opciones. El libreto se repite: miedo, mano dura, más fujimorismo, más conservadurismo, más de lo mismo.
Pero la realidad, por suerte, siempre se filtra. Y el pueblo también tiene memoria y olfato. Sabe que quienes hoy aparecen en los primeros lugares de las encuestas son los mismos que no hicieron nada cuando tuvieron poder, o peor, lo usaron para beneficio propio.
La pregunta final es incómoda: ¿quién elige a los candidatos que figuran en las encuestas? ¿Quién financia esa visibilidad? ¿Quién gana con que ciertos nombres no estén en los formularios?
Porque si el país necesita con urgencia un nuevo centro progresista, institucional, democrático y moderno, ¿por qué se silencia a quien lo representa?