Rafael López Aliaga, alcalde de Lima y líder de Renovación Popular, parece haber olvidado que su cargo es un encargo de los limeños, no un trampolín para sus ambiciones políticas. Mientras la ciudad se hunde en el caos del transporte, la inseguridad y el abandono urbano, el burgomaestre dedica su tiempo a viajes, eventos mediáticos y preparativos para una posible candidatura presidencial. ¿Hasta cuándo los limeños seguirán pagando el precio de una gestión ausente?
Cuando Rafael López Aliaga asumió la alcaldía de Lima en 2023, prometió una ciudad más ordenada, segura y eficiente. Sin embargo, casi dos años después, los problemas que aquejan a la capital no solo persisten, sino que en muchos casos se han agravado. El transporte público sigue siendo un caos, las calles están llenas de baches, la inseguridad ciudadana es una amenaza constante y el ornato de la ciudad parece ser la última prioridad.
Mientras los limeños exigen soluciones concretas, López Aliaga parece más interesado en su proyección política que en resolver los problemas de la ciudad. Su agenda está repleta de viajes, reuniones con figuras públicas y eventos mediáticos, como la declaración de huésped ilustre al presidente electo de Venezuela, Edmundo González, o la entrega de la llave de la ciudad a personalidades como el streamer Speed. Estas acciones, aunque pueden generar titulares, no contribuyen a mejorar la vida de los ciudadanos.
Además, el alcalde ha anunciado que en diciembre decidirá si postulará a la Presidencia de la República en 2026. En una reciente entrevista con el streamer ‘El Zeein’, López Aliaga afirmó: “Está en mis manos que mucha gente coma, que mucha gente tenga agua y seguridad ciudadana; siendo no mi obligación. Eso hacerlo en Perú, y lo estoy haciendo”. Estas palabras han generado indignación entre muchos limeños, quienes ven en ellas una clara evidencia de que el burgomaestre está más interesado en su futuro político que en cumplir con sus responsabilidades actuales.
Es inaceptable que un alcalde, elegido para resolver los problemas de una ciudad, utilice su cargo como plataforma para una campaña presidencial. López Aliaga parece haber olvidado que su deber principal es con los limeños, no con sus ambiciones personales. Mientras la ciudad enfrenta problemas urgentes, el alcalde se dedica a hacer política partidaria, convocando a figuras públicas con reconocimiento mediático, sin importar su afinidad política, y viajando constantemente para proyectarse a nivel nacional.
¿Dónde están las soluciones al transporte caótico que afecta a millones de limeños cada día? ¿Dónde está el plan para combatir la inseguridad que tiene a los ciudadanos viviendo con miedo? ¿Dónde está la inversión en obras que mejoren el ornato y la calidad de vida en la capital? Estas son las preguntas que los limeños exigen que se respondan con acciones, no con discursos vacíos o reconocimientos internacionales que poco aportan a la realidad cotidiana.
La mala costumbre de los políticos de utilizar cargos públicos como trampolines para sus ambiciones personales debe terminar. Los limeños no eligieron a Rafael López Aliaga para que se dedique a preparar su campaña presidencial, sino para que resuelva los problemas de la ciudad. Si el alcalde no está dispuesto a cumplir con su responsabilidad, debería dejar el cargo y dejar que alguien más se haga cargo de la capital.
Los ciudadanos merecen líderes que trabajen por el bien común, no por intereses particulares. Es hora de que Rafael López Aliaga decida: ¿gobernará Lima o seguirá jugando a la política nacional mientras la ciudad se hunde en el abandono?
