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Opinión

Víctor Caballero Martin: Cañones o mantequilla

Una de las primeras lecciones del curso de Economía que nos impartieron en la PUCP fue la lectura de Paul Samuelson para entender cómo las sociedades utilizan recursos escasos para producir bienes y servicios en circunstancias históricas concretas. El modelo sugería producir dos bienes: cañones o mantequilla; producir cañones o producir mantequilla estaba condicionado a los recursos escasos que dispones como país: más cañones implica menos mantequilla, y viceversa.

Obviamente las opciones que un país, o mejor, sus gobernantes toman al respecto están relacionadas a las decisiones políticas en un momento determinado. Cuando los recursos son limitados, la decisión de producir más mantequilla es una opción política que busca satisfacer las necesidades básicas de la población; por el contrario, optar por la producción de más cañones, es decir: más gastos en armas, equipos militares y en el fortalecimiento de las fuerzas armadas y policiales es una opción que busca defenderse de “enemigos externos”, pero sobre todo de “enemigos internos” que amenazan el control y dominio político del Estado y de la sociedad. «Los cañones nos harán fuertes; la mantequilla sólo nos hará más gordos» era la frase que se le atribuye a Hermann Göring; «¿Burro o cannoni?» (mantequilla o cañones) decían los carteles que el régimen fascista de Benito Mussolini pegaba en las paredes de Italia “para explicar a los italianos por qué en tiempos de guerra escaseaba la mantequilla y de paso pedir comprensión y sacrificio para la mayor gloria de la patria”(1).

Cañones o mantequilla ha sido el dilema de siempre en la historia de los países latinoamericanos; La opción de más cañones ha sido la conducta de dictaduras, pero no solo de los gobernantes y los grupos de poder ante los riesgos de una insurgencia popular o de reformas políticas que amenacen su estabilidad, ante lo cual no han dudado en cerrar los caminos democráticos a las reformas que la población demanda. Más cañones no necesariamente se debe leer como más presupuesto para más compra de armamentos, sino con la asignación de más recursos para operaciones policiales y militares relacionadas con la imposición de “orden y mano dura” para recuperar el orden interno ante las protestas sociales o frente el incremento de la violencia social(2).

El signo de estos tiempos de débil democracia y mayor militarización es un fenómeno que se está presentando en varios países de América Latina, incluyendo el Perú. Es cada vez más frecuente utilizar a las fuerzas militares para que cumplan labores de control interno con facultades para disparar a la población sabiendo el riesgo que eso implica no solo en la generación de víctimas civiles, sino de una creciente militarización del país. Lo preocupante es el camino autoritario que esto implica y las consecuencias que trae consigo: frente a una creciente violencia delictiva se pide la presencia de militares en los patrullajes de las calles; frente a una creciente protesta social se piden estados de sitios con la consabida autorización del uso de la violencia contra la población. En los últimos años, estas medidas no han dado resultado: ni la violencia delictiva se ha reducido ni las protestas sociales han disminuido. Ha crecido, sin embargo, una mayor militarización del país, alimentada por la exigencia de los partidos y los grupos de poder económico de más mano dura, más estados de emergencia y el pedido de la imposición de estados de sitios en las zonas de mayor protesta social.

Si revisamos los datos de las asignaciones presupuestales vemos que en las dos últimas décadas el presupuesto para gastos en operativos policiales y militares se ha incrementado. Como se puede apreciar en el cuadro anexo, desde el 2001 al 2022, el Presupuesto asignado al MININTER subió de 2,930.7 millones de soles a 13,924.8 millones de soles, y el Presupuesto del MINDEF pasó de 3,906.4 millones de soles a 8,364.8 millones de soles en el mismo periodo(3).

Otro hecho que muestra esta política de mayor militarización y autoritarismo es el número de regiones, provincias y distritos que están bajo estado de emergencia. Estas situaciones se activan cada vez que hay un incremento de la protesta ciudadana. Así, por ejemplo, las últimas protestas que se iniciaron en diciembre pasado, que ante la crisis política demandaban una salida con reformas constitucionales que tome en cuenta la participación de la ciudadanía fue respondida con la declaratoria de emergencia de varios departamentos por un periodo de 60 días(4); medida aún vigente. A lo que se suman los tramos de la carretera panamericana en el Sur (Ica – Pisco), la panamericana del Norte del Perú (Chao – Virú) y el Corredor Minero del Sur. A esto se añade el VRAEM, que integra cinco regiones y 44 distritos viven en estado de emergencia desde hace varios años.

Pero, obviamente para la derecha extrema esas acciones no bastan. Reclaman la imposición del “estado de sitio” para acabar con las protestas sociales, detener a los líderes y meterlos en la cárcel bajo la acusación de terrorismo. Nada de cambios ni reformas políticas; solo mano dura y, por supuesto que las fuerzas armadas y policiales les garanticen su estabilidad en el poder. Las declaraciones más controversiales son sin duda las del congresista Montoya quien reclama la imposición del “estado de sitio” en Puno y en otras regiones del país; lo secundan en ese pedido otros congresistas de la derecha como Hernando Guerra García. Dejando en evidencia, como dice Martín Tanaka, la agenda anti derechos de la derecha peruana(5).

Politólogos destacados ya han puesto en alerta esa decisión: Tanaka ha escrito al respecto no solo sobre el riesgo autoritario que sufre la débil democracia peruana sino la agenda anti derechos que se está imponiendo en este particular proceso de crisis política. Lo sorprendente es que no solo son los grupos de la ultraderecha los que optan por ese camino. El desplazamiento de intelectuales y líderes de opinión liberales hacia posturas extremistas de derecha parece ser el nuevo signo de los tiempos. No es la primera que vez que esto ocurre en la historia de las luchas políticas.

Ante la alternativa de cañones o mantequilla, parece ser que la derecha peruana ha optado por más cañones.

NS_20231303bMEF: Consulta Amigable (Mensual) Fecha de la Consulta: 19-febrero-2023

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