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Arzobispo de Lima, Carlos Castillo: “El egoísmo es el principal enemigo de la unidad nacional”

Monseñor Castillo exhorta a reflexionar en esta Semana Santa, especialmente las más altas autoridades en que hay actuar pensando en el bien común. “Cuando las personas se dejan poseer por intereses determinados de grupo o de ambiciones, olvidan el sentido de las cosas”, alertó.

Monseñor Carlos Castillo, arzobispo de Lima

-Usted dijo que la Semana Santa es para centrarnos en el punto esencial y no en el pecado original, que es distraerse del Árbol de la Vida y decidir sin mirar al sentido de la vida ¿cómo aplicarlo en la práctica?

-El pecado original tiene un problema, que es el comer del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, que es el único árbol que estaba prohibido. Todos los demás estaban para gozar, inclusive hasta del Árbol de la Vida se podía comer.

¿Qué cosa quiere decir el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal?

-Quiere decir que para poder actuar necesitamos reflexionar siempre, calibrar las cosas prudentemente, y decidir en base al principio de la vida, que es el que está en el centro. Entonces, si nosotros hacemos las cosas en función de la vida para todos, nuestras acciones se moderan, se ordenan, se calibran. Pero si uno simplemente hace las cosas por puro gusto, por impulso, entonces no hay medición, y el ser humano, que vive en común con otros seres humanos, desarrolla un individualismo tal que lo separa de los demás, y se genera lo que llamamos el pecado.

Jesús nos libera de eso, porque tenía una misión: darnos vida, mostrarnos el rostro amoroso de Dios, y no se desvió de ese camino. Si él se bajaba de la cruz y no ponderaba, por más que sufriera, que la consecuencia sería que la imagen de Dios iba a ser la de un Dios vengativo, entonces se arruinaría la imagen de Dios. Por eso la última tentación era: bájate de la cruz para que realmente creamos. Y Jesús, entonces, calibrando las cosas, dice; no, aquí yo tengo que transparentar al Padre y me quedo, no importa que muera, pero dejo una bandera que todos pueden seguir: que el amor es la condición para la vida del ser humano y que la ha instituido Dios.

Es muy interesante cómo nuestros mártires en la historia peruana, han preferido morir antes que traicionar a la patria, mientras que muchos en el camino traicionaron y los dejaron abandonados… El egoísmo es el principal enemigo de la unidad nacional. Nosotros gozamos con nuestros héroes nacionales a pesar de que hayan muerto. Piensa en Daniel Alcides Carrión, que se inocula el virus para poder encontrar la medicina, y está dispuesto a morir por todos. Esa es la huella de Cristo, que está muy presente.

-Digamos que ese es el sacrificio, llegar para servir y no para ser servido.

-Así es, y no es el sacrificio por el sacrificio, en el sentido de que algunos piensan que para honrar a Dios hay que punzarse el dedo o ponerse de rodillas con piedritas. Esas son anécdotas. Sino que en las condiciones difíciles de adversidad hay que responder con la creatividad del amor de Dios en cualquier circunstancia en donde se presenta un problema muy serio. Y lo que estamos viendo ahorita, que estando en una situación difícil, las personas piensan que no pasa nada, “yo vivo frívolamente, indiferente a la realidad”. Es un cristianismo sin interpelación.

¿Esa vocación falta en nuestras autoridades, en la presidenta, los ministros, los congresistas, por las decisiones que han venido tomando?

-Sí, es muy común que donde uno encuentra un cierto pedacito de poder, ya se siente Dios. Mira en el mundo, la situación de Putin, de Trump, de los israelitas que creen que pueden matar a diestra y siniestra a niños. Es decir, nos endiosamos. Pero el ser humano es limitado y el mensaje del Señor es totalmente novedoso: Si tú renuncias a eso, va a haber paz. Estate dispuesto a renunciar a ciertos aspectos, pero en la vida real, no en sacrificios artificiales, que es uno de los problemas que había en Israel. Los israelitas estaban obligados a ofrecer sacrificios y holocaustos en el templo, pero pagando para poder mantener a toda esa mafia de sacerdotes que habían creado un consorcio, lo que llamamos un emporio. Y entonces llenaron de sacrificios artificiales la vida de Israel, y el Señor lo que hace es un sacrificio real de su vida, que es otra cosa.

¿Qué invocación haría usted a nuestras autoridades si estando en una situación económica tan difícil, tenemos una presidenta con relojes carísimos como Rolex, o congresistas, que votan por una ley que va a afectar la Amazonía, que es nuestra casa grande?

-Que usen el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, que no se lo coman. Hay que usarlo, hay que reflexionar, hay que sentar cabeza y decir, ¿hacia dónde estamos yendo? La testarudez de la ceguera de la ambición genera un problema gravísimo en la sociedad, y se paga tarde o temprano, no porque Dios nos mande maldiciones.  Me parece que hay un problema también de ignorancia. Uno de los problemas más serios que hemos tenido en los últimos años en el Perú es una educación de muy mala calidad, no profunda, no filosófica, todo es técnica, todo es sumas, restas. También en la Iglesia, en parte, hemos cometido el error de solamente hacer una educación de preguntas y respuestas. En el catecismo a veces enseñamos como a los niños, pero no enseñamos a profundizar las cosas. En la vida cotidiana compartimos nuestras experiencias, discernimos, y el Papa muy fuertemente lo incentiva… De lo que se trata es de que entendamos realmente a dónde estamos yendo y profundicemos cuáles son nuestras decisiones, si son correctas o lo que se hace es dejar que simplemente se expresen la ambición, el instinto, lo primero que se le ocurre a cada uno… Cuando las personas se dejan poseer por intereses determinados de grupo o de ambiciones, olvidan el sentido de las cosas. Es como si vivieran sin Dios, porque Dios nos recuerda los principios esenciales. Hay un problema ético de fondo, un problema de sentido que, te decía, viene de una educación que no ha tenido en cuenta esos aspectos y se ha convertido en una educación técnica en donde uno cree que todo es simplemente suma y resta y todo es cálculo… Aquí hay una especie de compulsión espasmódica en donde lo que prima es el espíritu de revancha, la agresión, la ambición, los intereses. Y la Semana Santa, por ejemplo, en ese sentido ayuda a volver al centro. Y eso es muy importante porque eso sucede en un país en donde la fe cristiana tiene mucha importancia y en realidad hemos creado otro catolicismo, pues, un catolicismo de preguntas y respuestas, mecánico, en donde tú haces tu jaculatoria o vas a tu procesión y ya te salvaste, y no es así… Todo el sector dirigente, incluidos los sacerdotes y los obispos, debemos tener una dedicación, como has dicho, al servicio de la gente.

-¿Cómo poner eso en la práctica, empezando por las más altas autoridades?

-Tenemos que hacer una especie de exigencias o reformas de la democracia que permite exigir ciertas condiciones para ser elegidos. No se quiere decir que se elija a las élites más ilustradas, pero sí que haya un mínimo de experiencia, de verificación de que las personas que van a ser elegidas han mostrado su generosidad, su entrega, su seriedad. Y por otro lado, todos tenemos que cambiar la educación. Es un problema a largo plazo… El gran problema es que algunas personas creen que son más santas que otras y usan la santidad para hacer lo que les da la gana. Ponen cara de buenos, se golpean el pecho, y uno dice qué linda persona, y resulta que es todo lo contrario. Eso nos pasa a todos. Yo no estoy juzgando a nadie, porque yo también tengo errores y cada vez que tengo que tomar una decisión, tengo que pasar por la reflexión y ver si es adecuado lo que estoy haciendo o no.

Y escuchar, ¿no? Usted varias veces en las homilías ha invocado al diálogo para encontrar soluciones

-Y es un diálogo en donde primero hay que escuchar a la gente sencilla. Una de las cosas más lindas del Papa es que ha introducido un tema que es el más antiguo de la iglesia, que es la sinodalidad. Es que escuchamos antes de decidir, consultamos, tenemos en cuenta la mayor parte de opiniones posibles y luego llegamos a un consenso, vemos qué cosa es más conveniente y adecuada para todos y lo proponemos, y luego el Papa o el Obispo decide. La consulta previa, ¿te acuerdas que se hablaba de eso? No la usamos, ¿por qué? Porque pasamos encima de la gente como si todos tuviéramos razón. Y no es cierto, o sea, hay que ponderar porque si hay muchos puntos de vista, demora más, pero es mucho más efectivo.

-¿Esa educación de sumas y restas hace que, por ejemplo, ahora tengamos congresos o autoridades que no quieran respetar los otros poderes, como lo que acaba de pasar con la Junta Nacional de Justicia?

-Viene de la misma raíz. Esa desesperación por ganar poder, tener influencia uno sobre otro. Parece un juego de niños. El niño justamente tiene que ser educado en el bien común para poder desistir y superar, para dejar la niñez que siempre tiene más impulsos. Los niños deben jugar de niños, porque sino, luego juegan con el país. Creo que aquí hay algo de eso. Probablemente hay una educación de niños muy maltratados, que no fueron educados en el amor, en el cariño, y ahora simplemente sueltan todo lo que sienten; o niños demasiado engreídos también, que siempre hicieron su capricho y ahora lo hacen a nivel nacional.

Este año han invitado a las madres de las ollas comunes y sus hijos para la ceremonia de lavado de los pies. ¿Qué significado tiene en este contexto en que ellos tienen muchos problemas por la crisis económica y por la seguridad ciudadana?

-Nosotros estamos llamados a hacer el gesto de Jesús que lavó los pies de sus discípulos para que supieran dos cosas fundamentales. La primera es que todos estamos para servir. Y nos inclinamos mucho más ante las personas que sirven, que dan su vida por la gente. Es impresionante cómo, a pesar de todo lo que ha pasado en la pandemia, posteriormente estas mujeres han dado su vida por sus hijos, por las comunidades, por las ollas comunes de otras. Y lo segundo, es que además, nos inclinamos a lavar los pies porque vamos a tener que caminar mucho y necesitamos siempre lavar los pies para seguir caminando… Nuestro papel es peregrinar con todos y ayudar a que todos nos unamos. Hemos acompañado una campaña a favor de las ollas comunes, porque realmente el hambre está asediando terriblemente. Y no se va a solucionar diciendo que la gente saque de sus AFP, un ahorrito. Se va a solucionar si es que hay un plan económico serio, en donde hay un objetivo interesante para todos, y se empiece a organizar una economía al servicio de la gente. Esta es una economía especulativa. Desde que se empezó a decir que la plata llega sola, a lo único que nos hemos dedicado es a especular con el dinero y a lavar dinero, en muchos casos. Es una especulación loca por ganar sin trabajar.

-La corrupción también es un problema grande para que haya esta situación, ¿no?

-Claro, está unido. La corrupción tanto va para los robos al interior de los proyectos: la coima, cuánto me vas a dar y qué sé yo. Pero también hay el asunto lavado del dinero, que es una cosa terrible, que está carcomiendo toda América Latina.

En el Te Deum del año pasado hizo un llamado a las máximas autoridades a colocarse en la situación de los que más sufren y reconocer los desaciertos y los graves males que han cometido. ¿A casi un año de eso, piensa que lo han hecho?

-Creo que estamos bastante mal, pero lo importante en la predicación es decir las cosas para que poco a poco vayan calando. Por lo menos, se está demostrando que por no hacer eso estamos en una situación peor. Es hora de darnos cuenta que hay una causa más honda, que es que no hacemos las cosas en función del bien común. Se repite el caudillismo de los inicios de la República, donde fue necesario que, en los primeros años, el Congreso pusiera en la Constitución una base… El caudillismo no nos abandonó y el individualismo moderno no sabe ver el conjunto. Tenemos que insistir una y otra vez. A Jesús tampoco le hicieron caso y, sin embargo, el principio del amor es el único que cada día clama más. El Papa Francisco escribió el libro Fratelli Tutti -Hermanos todos-, que es una utopía realizable y posible porque somos hechos para ponernos de acuerdo en las cosas básicas y fundamentales, y no con acuerdos bajo la mesa. El acuerdo es un intento de pensar seriamente en cómo garantizamos el bien común con lo que hacemos, y para eso hay que salir de la estrechez humana.

El Congreso acaba de aprobar una bicameralidad con varias trampitas pese a que más del 80% de la población dijo que no en un referendum…

-Así es y a espaldas de una cosa que ha sido decidida por el pueblo. Quizás sea conveniente una bicameralidad, pero el asunto en este caso es por qué se hace: porque si adelantamos las elecciones nos vamos a perpetuar en la dirección y hay más marmaja para cada uno. Eso no está bien. Eso es una manera de burlarse de una decisión popular en un referéndumes violar la democracia. Si bien es cierto que (la bicameralidad) puede ser necesaria, hay que debatir bien para ver qué forma va a tener y quiénes deben estar, debe haber condiciones y exigencias. Y no estoy haciendo un juicio propiamente político, yo no puedo entrar en el terreno de la dirección de las líneas de pensamiento político partidario. Yo siempre he dicho que no somos ni de derecha, ni de izquierda, ni del centro, somos del fondo…Nos estamos haciendo mucho daño, y las personas que están haciendo esto, se están poniendo una soga en el cuello, están cavando su propia tumba, lo que pasa es que eso demora. Basadre dice que en el Perú la gente calla durante bastante tiempo, pero cuando se alza, lo hace de verdad y da en el clavo. Ha habido muchos momentos en la historia así. El pueblo tiene paciencia histórica, tiene la paciencia del Señor en la cruz… Cuanto más se acumula la situación, más está creciendo un deseo, una esperanza, un consenso de cómo debe ser el país, y si no nos ponemos en sintonía con esa búsqueda, vivimos de espaldas a la realidad.

-No se han cerrado las heridas de la violencia política que vivió el país entre 1980 y el 2000. Ahora han pedido derrumbar el monumento del Ojo que Llora, a donde van familiares de las víctimas ¿Qué nos muestra eso?

-Que esas personas no han llorado todo lo que hemos vivido. No han llorado con el pueblo. Ese símbolo es muy importante porque significan nuestras lágrimas de todo lo que hemos sufrido, inclusive se podría hacer cada año un agregado a ese monumento de las razones de nuestro llanto. Tenemos ahora mismo, el llanto de nuestro pueblo por los dos años de pandemia. Celebramos una misa donde todo el mundo mandó las fotos de sus muertos, al final había dos mil y llegaron a 6 mil fotos. Ese monumento no representa algo frívolo, representa el llanto por las consecuencias de un terrorismo que nos asedió y del mal comportamiento de quien dirigiendo se dedicó a matar de la misma manera que el terrorismo. ¿Por qué un monumento que recuerda el llanto del pueblo sencillo se tiene que demoler?  ¿qué van a desterrar dentro de poco? ¿la cruz del Señor porque entrega su vida y nos recuerda el sufrimiento? Es muy serio el problema. Es la frivolidad en la que las personas están viviendo hoy día.

 Reflexión. Monseñor Castillo cuestiona la forma en que se aprobó la bicameralidad. Foto: difusión.

Reflexión. Monseñor Castillo cuestiona la forma en que se aprobó la bicameralidad. Foto: difusión.

La República

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