El politólogo y docente universitario habla sobre las últimas decisiones que ha tomado el Congreso en torno a la aprobación de reformas, entre ellas, la eliminación de las PASO y el intento de remover a los miembros de la JNJ.
Eduardo Dargent, politólogo y docente universitario, analiza lo que ha sido la última semana política, cuyo eje más notorio ha sido lo que venía ocurriendo en el Congreso con la aprobación de una agenda perjudicial en diferentes temas y que tenía, como objetivo final, la captura de la Junta Nacional de Justicia.
—El Congreso avanzó esta última semana en una agenda que ha sido muy cuestionada. Sin embargo, no pudo destituir a la Junta Nacional de Justicia. Haciendo sumas y restas, ¿hay alguna razón para ser optimista?
—De ninguna manera. Lo que hemos visto es descarado, con consecuencias terribles para el futuro de nuestros hijos, de nuestra idea de estabilidad. Sabemos que hay un Ejecutivo subordinado al Congreso que, desde un inicio, le mostró cierta pleitesía para lograr estabilidad a costa del país. La misma empresa que salió a protestar por los hechos violentos de parte de la minería ilegal y criminal no dijo nada sobre lo que se estuvo moviendo en el Congreso. Lo de la Junta era el último paso de una serie de cosas…
—El paso más dramático, quizás.
—Sí. Con un grupo de congresistas que dice “ya, yo te puedo apoyar en eso si me apoyas en esto”. Entonces, ves a grupos conservadores con grupos de izquierda dispuestos a tranzar, a los que ya se les pasó el miedo de noviembre de 2020, cuando fueron las protestas contra Manuel Merino. Ya les quedó la idea de que acá no pasa nada. Y esta es una autocrítica, para todos nosotros: ¿qué hemos hecho para que esta sociedad atomizada tenga desconfianza hacia políticos, académicos, periodistas que invocan a defender ciertos temas? Estamos enfrentando a grupos poderosos por su articulación y sus pactos, pero al mismo tiempo…
—¿Son grupos muy impopulares y resistidos?
—Débiles. Son fuertemente impopulares y débiles… En resumen, no se puede hablar de triunfo. Ojalá avancen las investigaciones, ojalá se puedan ver, en un mayor nivel y mayor claridad, todos estos pactos para proteger a la corrupción. No olvidemos que todo esto empieza con el narcotráfico, como un montón de cosas en el Perú. Y ojalá este país más institucional, académico, periodístico, tenga la capacidad de darse cuenta de que muchas de sus guerritas son absurdas y que lo que está en juego es el avance de intereses criminales, corruptos y mafiosos. No estamos hablando de un juego democrático normal, con bandos e ideologías.
—Si en el Congreso ya habían avanzado tanto con su agenda en una serie de temas, que iban desde quitarse de encima a las elecciones primarias y universales hasta debilitar el sistema de colaboración eficaz, ¿por qué cree que al último no pudieron tumbarse a la JNJ?
—Todos los que leemos filosofía política y cómics sabemos que estos pactos, entre quienes no tienen principios claros, son muy complicados de mantener. Hay una enorme desconfianza: ¿qué votas primero?, ¿en qué momento esto despierta el escándalo o comentarios desde el mundo internacional?, ¿en qué momento me traicionas? Se necesitaban 87 votos, que no es algo fácil en esas condiciones de desconfianza y agendas mercenarias. Segundo, queda un grupo en el Congreso, de 20 a 30, en el mejor de los casos, que resiste, que entiende que algunas cosas están mal.
—Porque le queda algún tipo de pudor.
—Y quizás, no lo sabemos, el Ejecutivo hizo algo por lo bajo, porque sabía que la crítica internacional iba a ser muy grande.
—Ese es un rumor, en efecto. Ahora, si lo hizo, fue bien por lo bajo. El silencio del Ejecutivo…
—Es vergonzoso.
—Es cierto que no se podía esperar demasiado, dados los antecedentes. Pero que no haya habido ni una sola declaración pública sobre lo que se venía…
—Es algo vergonzoso. Porque, además, si se ve al Perú del 2001 hacia adelante, el Ejecutivo ha sido el límite para muchas cosas que podrían habernos llevado hacia un peor sistema político. Me da un poco de risa cuando se habla del “Perú neoliberal” como si fuera un sistema completamente cerrado, cuando, si se mira con distancia, había algunas cosas buenas que no tenían que ver con agendas empresariales. Mal que bien, el Ejecutivo peleaba por algunos temas y ponía ciertos límites. Eso se debilita desde el 2016: el Congreso gana poder, Pedro Castillo deja entrar a actores que desmantelan todavía más las oficinas del Estado y ahora hay un Ejecutivo que simplemente no busca pelearse, que busca sobrevivir, no para el país, sino sobrevivir para ellos. Ni siquiera han desarrollado un discurso confrontativo en temas clave. La reacción de la Junta también fue inteligente. Si se hubiese procedido (con su destitución), a pesar del tiempo solicitado para preparar su defensa, el impacto internacional hubiese sido mucho mayor.
—¿Esperaba más gente en la calle en estos días?
—El hecho de que no haya reacción ciudadana, como no la había en Panamá hasta hace unos meses, o en Colombia hasta hace unos años, no quiere decir que, en algún momento, las personas puedan molestarse. Esta semana el Congreso ha jugado con fuego. Se ha confiado en que la gente no reacciona. Ayer (viernes) fui a la protesta. Es verdad que lo de la JNJ ya se había cancelado, pero igual era pequeña. Lo mismo pasó en los días anteriores, cuando esta agenda del Congreso…
—¿Debería congregar a mucha más gente?
—Así es. Y eso ha llevado a una confianza excesiva, con argumentos absurdos, del tipo “las encuestadoras ocultan la verdadera popularidad”. Ya se ha vuelto hasta arrogante el asunto. En teoría vamos a tener un momento de relativa calma y es un buen momento para recordar que en algún momento esto se puede quebrar y ponerse bien feo. Ahora que pasó la ola, ojalá reflexionen con lo que podría pasar con una popularidad del 8% frente a temas que insultan a la ciudadanía, como sus sueldos o el blindaje entre ellos. Ya son repudiados, hay quienes ni pueden ir a sus regiones. Entonces que piensen a dónde pueden llevar al país. Los congresos anteriores también eran repudiados, pero al menos sancionaban a quienes se robaban los sueldos de sus trabajadores. Eso ya no pasa. El Congreso está jugando con fuego y destruyendo el futuro del país y el Ejecutivo está dejando que lo haga. Y, como sociedad, hay que reflexionar qué hemos hecho para que ni siquiera haya confianza en quienes alertan. Algo está mal. A estos personajes desprestigiados se les podría parar con una marcha de 15.000 o 20.000 personas. ¿Por qué no sucede? Hay que mirarlo con humildad y cuidado.
Fuente : La República