Lejos de lo que muy pocos podrían asumir, el pacto para la peor política no es un fenómeno reciente. Es algo que quienes integran el congreso, con poquísimas excepciones, que no alcanzan los dedos de una mano, hicieron desde el primer día de sus funciones.
Para estos señores y señoras de la patria, la polarización nunca existió y lo único que hubo fueron algunos amagues para hacer creer a la ciudadanía que en el fondo sus causas son las mismas. Si no, jamás podríamos entender como de esta manera se pusieron de acuerdo para destruir las pocas reformas en educación que tanto costó para poner coto a las universidades bamba, para llenarnos de leyes declarativas, pero a su vez lesivas a los derechos humanos de las mujeres y de los niños y niñas y adolescentes, también en sus propósitos absurdos de desmantelar el enfoque de género de la política pública; solo para referirme a algunas áreas que más conozco, pero que definitivamente hay mucho más, que nos harán lamentar de haber tenido estos congresistas.
¿Pero qué explica tanta decadencia concentrada en el congreso? Definitivamente, los partidos políticos mercantilistas que hoy tenemos, comprometidos no solo con los grandes intereses económicos de cuello y corbata, sino también con aquellos que usufructúan de la economía ilegal. Es decir, son los Odebrecht, son los apóstoles que bien explica Francisco Durand, en sus investigaciones sobre poder y corrupción y que desde hace varias décadas vienen acomodando la economía y la política a sus propios intereses, no obstante, también es el transporte informal, que cada año enluta a miles de familias con la muerte de personas en plena etapa de vida productiva y que suman la carga de discapacidad. También está la terrible minería ilegal, que durante años han ido poniendo autoridades y congresistas y “liberando” territorios del Estado y, como no podría faltar, también el narcotráfico, con enorme daño colateral que suman a la delincuencia organizada y la vergonzosa explotación sexual y trata de personas, que afecta de manera particular a las mujeres, adolescentes y niñas.
Hoy nuevamente estos supuestos extremos se juntan para un propósito que les es mucho más urgente, más vital; me refiero a su propia sobrevivencia y sus posibilidades de retorno al lugar que les ha permitido hasta ahora hacerse de hipotecas, préstamos y favores interesados que nunca hubieran podido alcanzar en su vida anterior y que ahora tendrán que saldar. Hoy los dos supuestos bandos, se unen para ser uno solo, pues necesitan tiempo y sienten que ese tiempo se les acaba. Con lo que han actuado hasta ahora es muy difícil que vuelvan a apelar a quienes votaron por ellos, a quienes confiaron, pues saben que tal como están las cosas, será muy difícil que vuelvan a hacer alguna conexión y el futuro que les espera será solo recordar con mucha nostalgia el cargo que alguna vez en su vida ocuparon y que, para nuestra suerte, esperemos que nunca más retornen.
¿Hoy que nos toca? Estar atentos y atentas para no permitirles que sigan haciendo más daño, porque algunas de las reformas que hoy pregonan, pudiendo ser necesarias para fortalecer la democracia, han sido tergiversadas y vienen con trampa. Estemos claros, lo que ellos y ellas quieren es quedarse y por favor no me pregunten para que. Mientras tanto, el país se desangra y eso es lo que menos les importa. Hoy podemos decir que no solo Dina Boluarte y especialmente Otárola son responsables de la muerte de nuestros compatriotas, hoy también el congreso, lleva consigo esta responsabilidad.