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Política

En el Perú hubo una represión violenta y hasta criminal, pero no es causal de vacancia

Entrevista. Pablo Quintanilla Pérez Wicht. Filósofo, profesor principal de la Pontificia Universidad Católica del Perú y PhD en Filosofía por la Universidad de Virginia. Además, es autor de varias publicaciones.

Análisis. Pablo Quintanilla sostiene que el país está en una situación crítica, pero no es el fin. Foto: Rodrigo Talavera/La República.

Pablo Quintanilla ofrece una mirada crítica, pero objetiva de la situación del país. Cuestiona la reacción violenta del Gobierno para reprimir a población legítimamente indignada, pero también carga responsabilidades en la ciudadanía sin criterio a la hora de votar.

– Conversamos en una fecha simbólica: 5 de abril, pasaron tres décadas del autogolpe de Fujimori. Este hecho, ¿sigue marcando nuestra política?

Marcó un antes y un después en la historia del Perú. Se rompió la fluidez constitucional y, un porcentaje alto de la población, apoyó ese golpe de Estado, luego algunos se arrepintieron. Pero una primera idea que quisiera transmitir es que la democracia mundial está en crisis, no solo en Perú. Eso no significa que debamos interrumpirla o sustituirla por alguna forma de dictadura. ¿Cuál es la causa?, el mundo se ha democratizado, grupos de ciudadanos accedieron al voto, sin embargo, sin educación, y esto no funciona así. El votante no está en capacidad de elegir bien.

– ¿Se podría decir que la sociedad peruana es democrática? Mencionó el apoyo al golpe de 1992, a Martín Vizcarra le pedían cerrar el Congreso, hoy la prédica es la misma.

El Perú no es la intersección de todos los errores o de todos los aciertos. Cuando la sociedad peruana -como las demás- está en un momento crítico opta por un salvador. Eso se vio en la segunda guerra mundial, países extremadamente educados, Alemania, Italia o España, también lo hicieron. El peruano espera instituciones democráticas, pero cuando ve caos o muerte en las calles se asusta y mira a un caudillo. El ciudadano peruano y global tiene una mirada de muy corto plazo, cree que el mesías resolverá el problema y se irá. Pero eso no pasa, se queda 40 años y comienza a robar.

– El fracaso de la democracia en Perú se aprecia en el descrédito institucional: Boluarte tiene 73% de desaprobación y el Congreso 90%. El escritor José Carlos Agüero sostenía la tesis del colapso social.

No creo que estemos frente al fin del mundo o apocalipsis. Todas las generaciones peruanas y del mundo enfrentan situaciones críticas y no se ha acabado todo. Un país no es una empresa que quiebra y cierras, sigue funcionando, si no recuerda el primer gobierno de Alan García. Por ello se puede tener una mirada optimista y pesimista.

– ¿Cuál es su mirada optimista?

Nuestros últimos presidentes están en la cárcel o están procesados. Eso es muy valioso, damos un ejemplo al mundo, nuestras instituciones permitieron que estén presos. Sería una ingenuidad pensar que solo en Perú hay mandatarios corruptos. Eso no es verdad. El próximo presidente que se elija en 2026 lo pensará cuatro veces antes de cometer un acto de corrupción.

– Ese escarmiento no se reflejó en el caso Castillo. Después de él siguieron las fechorías.

Castillo no estaba preparado, quiso gobernar el Perú como si fuese el alcalde de la municipalidad de Chota, de manera muy informal. Y probablemente aún esté sorprendido que el Perú no le haya aceptado muchas cosas que en Chota habrían pasado bien. Cuando nos preguntamos: ¿quién es el responsable de lo que ocurre en Perú? Ese es el ciudadano que nos obligó a elegir entre Castillo y el fujimorismo, entre una mafia comprobada y otra potencial, entre una mafia experimentada y otra inexperta, y por eso esta última ya no está en el Gobierno. No sé qué hubiese ocurrido con Keiko en el poder, quizá todavía estaría ahí, con la experiencia que tiene esa mafia no habría durado cinco años sino muchos más.

– El Congreso no admitió la vacancia presidencial. ¿Llega la presidenta Boluarte hasta el 2026?

Castillo fue vacado constitucionalmente porque intentó dar un golpe de Estado, además hay pruebas evidentes de corrupción. Sin embargo, mucha gente salió a las calles a dar su vida por él, lo cual es muy curioso. Me parece que obedece a un problema identitario, la gente defiende a uno como él. Por otro lado, hasta el momento no hay causal para vacar a Boluarte.

– Muchos argumentan que las muertes son causal de vacancia.

El artículo que aborda la vacancia es impreciso y gaseoso. Cuando el Tribunal Constitucional tuvo la oportunidad de aclararlo no lo hizo, se lavó las manos como Pilatos. Es un error grave que la historia se lo recordará siempre. Lo que sí debió haber ocurrido es la renuncia por lo menos de un par de ministros, o de la presidenta Boluarte, en un acto de decencia. Cuando salió elegido Castillo pensé que no llegaría al 2026 por el rosario de errores que cometía. En el caso de Boluarte no hay esos errores, sino una reacción violenta, casi criminal contra población legítimamente indignada. Pero no hay ningún artículo de la constitución que diga que se debe vacar a un presidente que sobrereacciona.

– En un sector de la población pegó la narrativa de que el Congreso dio el golpe y no Castillo.

Castillo representa a un grupo de peruanos sin acceso al poder y sistemáticamente marginados, que no formaron parte de la estructura del Estado ni de la economía. Un error garrafal de la derecha, para variar, fue declarar un fraude que nunca hubo. Ese peruano, desde el comienzo de la gestión concluyó: “esta derecha o estos congresistas están contra mí, no contra Castillo”. Lo intentaron vacar cuando ni siquiera se había sentado en el sillón presidencial y luego insistieron una y otra vez.

– ¿Cuánto perdió la izquierda con el autogolpe de Castillo? Aunque muchos sostienen que se reposiciona utilizando a los muertos de la represión.

Los grandes perdedores fueron el centro, la centroizquierda y la centroderecha. Ganaron los extremos y se necesitan mutuamente. La ultraderecha para tener poder, necesita de una ultraizquierda que genere terror y la ultraizquierda requiere de una ultraderecha que asuste. Lo ideal es el reposicionamiento del centro para 2026 (si llega Boluarte) y que pierdan los extremos.

– La derecha también comete errores, por ejemplo ser el paraguas del foro de Madrid en Lima.

La derecha siempre fue mezquina y defiende sus propios intereses, no los del país. En la última elección participó con cuatro candidatos con el mismo ideario. Cometen errores, pero tienen recursos económicos y a los medios de comunicación.

– Eso no funciona, en el 90, Vargas Llosa perdió a pesar del apoyo de las grandes empresas y los medios. Pasó lo mismo con Keiko en la última elección.

Diría que funciona a medias, no para poner un presidente sino para poner congresistas. Con esta derecha no deberían poner ni tres parlamentarios, una derecha antiderechos humanos, anti diversidad sexual y con criterios de liberalismo básicos.

– Pero, el país es mayoritariamente conservador.

Hay algo de eso pero las generaciones cambian. El votante de 50 años puede ser conservador, el de 20 no. Los jóvenes están dispuestos a romper lanzas por los derechos humanos y la pluralidad.

– Un tema escabroso son las muertes en el conflicto social. El Perú recibió la condena de varios organismos de DDHH, pero para otro sector, están bien muertos por atentar contra aeropuertos, comisarías. Incluso se dice que en otros países una toma de aeropuerto se daría la misma represión.

Si tomas el aeropuerto de Barajas las fuerzas armadas te retirarán pero no te matarán. En Estados Unidos tomaron el Capitolio y no hubo 66 muertos, igual en Francia hay manifestaciones violentas sin muertos. En el Perú hubo una represión sangrienta y criminal. Hay videos donde se ve que se disparaba a quemarropa a gente que no tenía nada qué hacer ahí. Hay responsabilidad política y penal. Pero no hay ninguna parte donde se diga que al presidente lo podamos vacar por represión excesiva.

– La constitución se interpreta de acuerdo al peso de los votos. Eso puede conducirnos a una anarquía.

Ya estamos en una anarquía, aunque estamos saliendo. Hace unos meses, el país era un barco a la deriva porque ni la ultraderecha ni la ultraizquierda tienen un norte. Ideológicamente ambas son anárquicas. La derecha se declara liberal, lo será en lo económico, nada más y la izquierda de Cerrón es un caos, no se sabe qué es. Es marxista, pero conservadora pues se alía con un Gobierno de derecha. Estamos en una anarquía pero el país es increíblemente resiliente. Seguimos funcionando a pesar que las instituciones están pegadas con goma de colegio.

– Las protestas nos han mostrado un país que aún no conocemos, del cual hablaba Matos Mar?

Ese que llegó al Gobierno con Pedro Castillo es el informal, ese peruano que no paga impuestos, el de las 50 papeletas impagas, el minero ilegal. Llegó con la convicción que si no llegaban ellos lo haría la ultraderecha que hace lo mismo, solo que con el apoyo de la Policía. Ahí está el club de la construcción, algunos bancos, ¿qué diferencia hay? La óptica pesimista es que viviremos en esta anarquía caótica en forma indefinida, sería una Edad media para el Perú. La óptica optimista, es que la gente tome conciencia y comprenda que los extremos no son solución para nadie, con nuevos líderes y con una agenda para el país. ¿Ocurrirá eso? Nadie lo sabe.

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