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“Es demasiado temprano para acusar al presidente Pedro Castillo directamente de corrupción, por lo menos de la gran corrupción”.

Entrevista al sociólogo Durand, quien afirma que “es demasiado temprano para acusar al presidente Pedro Castillo directamente de corrupción, por lo menos de la gran corrupción”.

Francisco Durand. A la derecha lo que más le exaspera es que un maestro rural sea el presidente. Foto: Virgilio Grajeda/La República
Rumi Cevallos

¿Qué impresión tiene del Gobierno de Pedro Castillo, de cómo gobierna y de cómo exaspera a la oposición, de derecha y de ultra derecha?

En realidad, no “gobierna” porque recién está aprendiendo el oficio y no se sabe qué tan rápido podrá manejar las riendas del Gobierno de una manera mínimamente efectiva.

¿Cree es la mayor crítica de la oposición?

Ese es el factor de crítica más fuerte por parte de la oposición de derecha que se ha concentrado en cuestionar y preparar la caída de ministros y gabinetes que, precisamente, revelan esa inexperiencia y esa falta de manejo de lo que es la política nacional.

El problema también son las cuestionadas designaciones en ministerios y en buena parte de los estamentos públicos.

Creo que esa tendencia a nombramientos erráticos en realidad exaspera tanto a la derecha como a la izquierda técnica, porque sienten que se esfuma la oportunidad de cambio. Pero a la derecha lo que más le exaspera es el hecho de que un maestro de escuela rural haya asumido la presidencia y coloque gente al Estado que no tiene ninguna conexión con ellos, y por lo tanto les impide armar ese juego de seducción con el que comienza cada presidencia.

¿Y qué le parece la respuesta, muchas veces destemplada, despiadada, insolente e irrespetuosa contra quien personifica la institución de la Presidencia de la República?

Ese tipo de actitudes y opiniones demuestran el extremo grado de racismo que siempre ha tenido el Perú, en particular la clase alta, y que Castillo, al ganar la presidencia, y ocupar el Palacio de Pizarro, hacer brotar. En algunos casos llegan a extremos de odio y desprecio. Pero recordemos que siempre lo hemos tenido. Lo nuevo es que ahora se conoce, sobretodo por las redes sociales, lo que abre un debate sobre la indiofobia. Ahora ya no es impune.

Desde su mirada como investigador de los grupos de poder, ¿cómo ve la evolución reciente del Gobierno de Pedro Castillo desde esa perspectiva de la captura del Estado y las redes del poder?

Puedo decir, a partir de mis estudios empíricos, que básicamente el Perú es un Estado capturado por diversos y grandes intereses económicos donde destacan las grandes corporaciones. En la medida en que este proceso ocurre desde 1990, y que se expresa en el control de nombramientos (ese factor que ahora exaspera a la oposición), ha terminado formando una suerte de Estado profundo neoliberal que todavía sigue presente en el gobierno de Castillo. De otra parte, las presiones para que Castillo se modere y abandone sus reformas que tocarían grandes intereses empresariales han sido fuertísimas y hasta ahora con éxito. Sin embargo, lo más interesante es que por primera vez piezas claves del gabinete como el MEF y el Minem estén o hayan estado dirigidos por técnicos que no son parte de esa estructura de poder. Quien simbolizó mejor esta “liberación de la captura del Estado” fue Pedro Francke. Por lo demás, los mecanismos de captura del Estado, como los lobis, y las gestiones de intereses que incluso tiene llegada a la presidencia están más activos que nunca.

¿Se puede hablar de un proceso de disputa entre las élites política y económica tradicionales y las nuevas élites emergentes de origen provinciano, sustentadas en la economía informal y/o ilegal?

Esta elección ha sorprendido porque es la primera vez donde el Perú provinciano y rural y su producto principal histórico, los emergentes, tienen la capacidad de converger en torno a Castillo y por lo tanto sentirse representados por él. El Perú plebeyo al poder. Estoy seguro de que, si se analiza la financiación de la campaña de Castillo, encontrarán muchos empresarios emergentes y profesionales de provincia presentes en el Gobierno. El problema es que no se puede gobernar sin limeños y profesionales, de modo que la rabia tiene su precio.

¿Qué implicancias tienen para la lucha contra la corrupción los cambios en el gabinete del presidente Pedro Castillo?

Hasta ahora, no veo realmente ninguna posibilidad de cambio real. Tengo un gran temor de que el modus operandi de los corruptos, las redes y las mafias en el Estado continúen acomodándose al Gobierno de Castillo. Bastante decepcionante el escenario. Esta es la última oportunidad que tenemos de que los juicios contra los grandes corruptos, caso de Odebrecht y el ‘Club de la Construcción’, por ejemplo, y sus conexiones con partidos políticos como Fuerza Popular se hagan realidad.

La oposición acusa insistentemente al presidente Pedro Castillo de ser corrupto y de tener impericia para gobernar. ¿Usted cree que tienen razón para cuestionarlo así?

Es demasiado temprano para acusarlo directamente de corrupción, por lo menos de la gran corrupción. Lo segundo es evidente. Es un político que hasta ahora demuestra que no sabe gobernar aunque no hay que olvidar que sí sabe las consecuencias del mal gobierno entre los pobres.

Si usted fuera su principal asesor, ¿qué le recomendaría al mandatario, toda vez que reconoció no estar preparado para gobernar y que está aprendiendo a hacerlo, pero en el interín de ese aprendizaje se genera zozobra en el país?

Al presidente le aconsejaría que se aleje de los pedigüeños, los corruptos y los buscadores de cargos, y que se acerque a profesionales expertos probos y con sentido nacional que le puedan dar consejo para realizar un mejor proceso de selección de ministros y funcionarios del Estado y un mejor entendimiento de propuestas técnicas.

De otro lado, ¿considera que hay una recomposición gradual de las redes de corrupción dentro del Estado?

En realidad son las mismas redes que se adaptan a cada Gobierno y ven la forma de sobrevivir y crecer, dependiendo de quiénes son las cabezas de los organismos. El mejor ejemplo es el ‘Club de la Construcción’ que se formó en los años 80, sobrevivió todos los gobiernos y recién lo descubrieron el año 2016. Habría que ver si se está reconstituyendo. Y eso que no estamos hablando de la pequeña y mediada red de corrupción a nivel regional y local.

¿Podemos hablar de un Estado capturado por la élite, o de un Estado disputado por las élites, la tradicional y la emergente?

Me inclino más por lo segundo. En la medida en que en democracia, y sobre todo en casos donde en elecciones de pronto emerge una democracia plebeya, es posible ir cambiando la orientación del Estado y “liberándolo” de los intereses particulares que suelen predominar. No va a ser fácil y el problema no se limita al Ejecutivo o al Legislativo. Parte del problema es que también los partidos son capturados. Sin embargo, se puede avanzar en legislación para registrar lobis, para regular el conflicto de intereses, para mejorar el sistema de contratos del Estado, en particular la contratación directa, que es donde hay más probabilidad de corrupción, y lograr mayor vigilancia ciudadana.

En este escenario, ¿cómo ve la evolución de los grupos de poder de origen regional y desde las economías informales/ilegales que influyen y afectan a sectores claves como Educación y Transporte?

Han llegado a un punto donde se han consolidado económicamente, comienzan a organizarse o por lo menos a coordinar, y desarrollan sus mecanismos de influencia. Si bien no tienen tanta influencia a nivel de la presidencia o en las altas instancias del Estado, son muy eficaces en el lobi que hacen a nivel del Congreso, en algunos casos formando partidos.

¿Cómo cree que se puede desenvolver este escenario de confrontación entre los grupos de poder tradicionales y emergentes?

Yo creo que van por cuerdas separadas, cada grupo va por su lado, pero a veces coordinan cuando un grupo emergente, por ejemplo Acuña, adquiere importantes cuotas de poder. Va ser una relación inestable, pero no necesariamente de enfrentamiento en la medida en que se trata a fin de cuentas de capitalistas. Eventualmente podrán fusionarse el día en que sus hijos vayan a los mismos colegios y se casen entre ellos. No va a ser fácil, la élite dominante es muy cerrada.

Y en este pugilato desde el poder, ¿dónde quedan los ciudadanos?

Bueno, el verdadero pugilato, el más intenso, es entre los miembros de la clase política. En la economía no hay pugilatos, mandan los grandes, y son los que tienen una enorme influencia sobre la clase política. A veces, como ha quedado demostrado con el Gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, pierden el control del dominio indirecto del Estado. En realidad, apenas termina la elección, salvo que tomen las calles, la ciudadanía se queda fuera.

¿Cuál es su impresión frente a la forma en que la Sociedad Nacional de Minería Petróleo y Energía (SNMPE) recientemente movilizó a diversos sectores políticos, sociales, académicos y hasta a los medios de comunicación en defensa de sus intereses en el marco del pedido de una reforma tributaria?

Es una demostración del grado de madurez política del gremio empresarial más poderoso del país. Ha combinado el lobi público con el privado, y para lograr ese tipo de apoyo, demuestra que es capaz de seducir o persuadir a muchos expertos y técnicos. Me sorprende, deberían pensar que el interés público siempre está por encima del interés privado. Hay muchos agachados.

Fuente: La República

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