Nuevas figuras radicalizadas de la política consolidan su peso en el continente. Las propuestas rupturistas en estudios de televisión hasta la disputa electoral y el crecimiento de las derechas desafía a la hegemonía de la dirigencia tradicional a nivel regional. ¿Cómo se explica este súbito crecimiento?
La crisis de representación política tiene su capítulo en América Latina. El precipitado crecimiento de figuras radicalizadas ante la crisis generalizada de los partidos tradicionales en el continente trae nuevas caras de la derecha que se instalaron en el debate público y nada indica que se trate de una moda pasajera.
De la televisión al Congreso
Si bien falta un año para las próximas elecciones presidenciales en Argentina, una reciente encuesta ubicó por primera vez a Javier Milei con un sorprendente 23,6% de los votos para los comicios de octubre de 2023, con una clara posibilidad de pelear en una segunda vuelta.
De esta manera, el economista aparece en el tope de los políticos con más posibilidades, compitiendo en votos con los posibles candidatos del oficialista Frente de Todos, entre ellos el actual presidente Alberto Fernández, y de la alianza opositora Juntos por el Cambio, liderada por el expresidente Mauricio Macri (2015-2019).
Milei saltó a la fama en 2017 gracias a sus histriónicas apariciones en televisión, donde pregonaba un discurso contra la dirigencia política, a la que denomina casta. Sus consignas —entre las que se ubica la propuesta de eliminar el Banco Central y liberar la portación de armas— fueron viralizadas en las redes sociales y aumentaron su popularidad vertiginosamente.
En julio del 2021, en su primera incursión en la política, Milei fundó La Libertad Avanza, el partido que lo llevaría a ser electo diputado nacional tan solo cuatro meses después, al cosechar nada menos que el 17% de los votos en la Ciudad de Buenos Aires y ahora, a menos de un año, las encuestas lo posicionan con oportunidades concretas de ser electo presidente en 2023.
La popularidad de este político crece apuntalada por su penetración en los sectores juveniles. Según un estudio de la consultora Taquión, al que tuvo acceso el diario Clarín, dentro del segmento de personas entre 18 y 25 años, el apoyo a Milei supera el 55%.
El fenómeno del economista está lejos de ser una anomalía. Nahuel Sosa —sociólogo y director del Centro de Formación y Pensamiento Génera— considera que esto responde al desencanto de la juventud con la política:
“El 90% de los jóvenes cree que la situación es mala. Esto, sumado a la pobreza y el desempleo, es un caldo de cultivo para que estos discursos prendan con facilidad”, dice el experto en diálogo con Sputnik.
Ezequiel Ipar, sociólogo y profesor de la Universidad de Buenos Aires, agrega que “parte de la adhesión a su figura se explica por el malestar que sufrieron los jóvenes durante la pandemia y la penetración de ideas de una imagen negativa del Estado“, porque la crisis económica “genera un mercado de trabajo que exige mucho, pero ofrece pocas garantías para trazar un horizonte de futuro”.
En efecto, la situación económica en Argentina, con una inflación que rondará el 100% interanual y una pobreza que supera el 35%, profundiza el desencanto de la juventud hacia la política tradicional.
Fenómeno latinoamericano y global
“El giro a la derecha radical lo estamos viendo en todo el mundo, no solo en Latinoamérica: hay una tendencia mundial”, dice a Sputnik Verónica Giordano, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
El escenario identificado por Giordano tiene consenso entre los especialistas. Nahuel Sosa identifica que “hubo un proceso de radicalización global que se profundizó. Eso que se venía cultivando empieza a tener su capítulo en América Latina”.
En Brasil, Jair Bolsonaro obtuvo el 43,2% de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, cosechando más de 51 millones de sufragios, un millón y medio por encima de los obtenidos en 2018, y su Partido Liberal ganó la gobernación en ocho estados, desplazando a los espacios tradicionales como el Movimiento Democrático Brasileño o Unión Brasil. Así, el mandatario llega con posibilidades al balotaje del 30 de octubre ante Luis Inacio Lula Da Silva.
En Colombia, el millonario empresario Rodolfo Hernández acarició la presidencia en la segunda vuelta contra Gustavo Petro, quien ganó con un ajustado 50,4% de los votos. El magnate de 77 años, que apeló a un discurso radical contra la casta política, obtuvo un histórico 47,3% de los sufragios, desplazando a los partidos tradicionales como el Partido de la U, el MIRA, el Partido Conservador o el espacio Creemos Colombia.
El chileno José Antonio Kast, que reivindica la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), desde su Partido Republicano, alcanzó el 44% de los votos en el balotaje contra Gabriel Boric en marzo de este año, la mayor cantidad de sufragios para un segundo puesto en toda la historia del país, desplazando a las históricas formaciones que gobernaron el país desde el retorno a la democracia.
El cuadro internacional explica el marco en el que se inscribe el fenómeno de las figuras emergentes. “Las derechas surgen a nivel global en un contexto de crisis económica que existe hace años”, dice a Sputnik Analía Goldentul, doctora en Ciencias Sociales. Ipar suscribe y remarca que “el terreno de fondo es la crisis, que habilitó el desplazamiento hacia posturas extremas. La radicalización ofrece una vía de escape para esta crisis estructural”.
Las dificultades económicas impactan de lleno en el descontento: “Cuando una gran parte de la población queda afuera [del mercado laboral] pueden producirse estos fenómenos. Las expectativas no cumplidas tienen un peso fuerte”, sostiene Giordano.
Sin embargo, la popularidad de figuras como Milei o Bolsonaro es transversal a las clases sociales. “Son perfiles heterogéneos: tienen apoyo de marginados, pero también de sectores universitarios y de las clases medias altas”, agrega la investigadora.
La crisis de las instituciones y los partidos tradicionales
El fuerte descontento social ya no se canaliza a través de los partidos tradicionales, sean de izquierda o de derecha. “Pasamos de una etapa de despolitización a una de antipolítica, que es totalmente diferente: es el ataque permanente a todo lo que representa la política”, señala Sosa, y agrega que “los discursos políticamente incorrectos encuentran un anclaje porque se paran por fuera del statu quo“.
“Hay una crisis de los partidos tradicionales, que tienen que enfrentar múltiples catástrofes: económicas, ecológicas, e incluso la guerra en Europa. No parecen estar a la altura, son muy impotentes”, señala el sociólogo Ipar. Como contracara, “muchos de estos grupos atravesaron la pandemia como oposición: al encontrarse fuera del sistema político, pudieron denunciar la crisis que se vivía”, agrega.
Verónica Giordano coincide con el diagnóstico, pero destaca que “la crisis de los partidos tradicionales existe hace décadas. Ahora hay una de todas las estructuras de poder. La novedad es que aparece una forma de organización más horizontal”, apunta.
Esta horizontalidad desafía a la dirigencia política, a la que apuntan las nuevas derechas acusándola de conformar una casta: si antes eran los políticos quienes armaban y convocaban a la población, ahora este rol lo ocupan otros actores. “Los articuladores de estos nuevos espacios no son necesariamente figuras políticas, sino referentes culturales”, afirma Goldentul.
batalla cultural
La crisis económica y la política no son la única explicación para entender el fenómeno. La denominada batalla cultural constituye un elemento clave en su identidad: “Lo que aparece en juego son los valores culturales”, marca Goldentul.
“El tema no es solo económico, sino también cultural. En el caso de Milei, la oposición al progresismo es social”, sostiene. Son públicos sus ataques a los progresistas y a lo que denomina como “socialismo del siglo XXI” y a los que ataca como “zurdos”.