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Política

Luis Davelouis: La democracia de Dina

Dina Boluarte es la presidenta de la república. Fue elegida por el voto popular en una plancha aprobada por los organismos electorales. La Constitución Política del Estado le confiere ese derecho y posición y como tal se debería quedar a presidir el país hasta el 2026.Pero entre lo que dice el papel y la realidad, esta última debe prevalecer. Por eso –y por ninguna otra razón– este es un gobierno de transición y cuanto antes se termine, mejor para todos. Para eso, la pacificación frágil –y precaria– que está construyendo el gobierno de Boluarte debería alcanzarnos hasta las próximas elecciones, aunque tal fecha sea todavía una incógnita cortesía de los congresistas que no se quieren ir.
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Que este gobierno deba terminar lo más pronto posible no equivale a decir que se le debe dar fin de cualquier manera y Boluarte debe renunciar e irse mañana.

La frivolidad de sus primeras horas en el cargo y la composición de su gabinete inicial, aunque lamentables, podrían ser anecdóticas. Claro que tiene responsabilidad política por las muertes en las protestas. Por supuesto que es alarmante ver a las fuerzas armadas (FF.AA.) tomar el micrófono para dirigirse a los ciudadanos desde Palacio de Gobierno con los ministros del Interior y Defensa presentes y mudos.

Pero en un escenario en el que ningún actor político o social tiene legitimidad suficiente ni para convocar a las partes en conflicto a sentarse a conversar, ¿cómo vamos a remover a la única persona que al menos tiene el respaldo de la legalidad?

Cierto es que, en el Perú, la legalidad por sí sola nunca ha sostenido a nadie en el poder.

Principio de realidad

Bastó una foto para que las FF.AA. inclinaran la balanza a favor de Martín Vizcarra cuando disolvió el Congreso fujimorista. Les bastó no hacerle caso a Merino para influir en el destino del país.

El autogolpe de dos horas y pico de Pedro Castillo y la zozobra que causó se acabaron en el instante en el que las FF.AA. se pronunciaron. Hasta ese momento, nadie en el Perú sabía cómo iba a terminar esa historia.

Las FF.AA. son deliberantes, aunque el papel diga que no. No es lo que debería ser, no es lo que nos gustaría que fuera; pero es lo que es. Y quizás es lógico que lo sean en un país con instituciones y liderazgos políticos y sociales tan débiles; un país en el que más de la mitad de los peruanos no tiene problema con que se quiebre la ley y la democracia si eso solucionara algunos problemas. Un país en el que según Ipsos más de un tercio de los ciudadanos cree que el autogolpe de Castillo era lo que había que hacer.

El Perú tiene una ciudadanía heterogénea, dividida, polarizada, poco tolerante con el parecer ajeno y apenas dispuesta a respetar las instituciones formales.

Dina Boluarte tiene un papel que dice que es presidenta y el respaldo de las FF.AA. Es lo único que la sostiene. Su gabinete, el apoyo de los medios de comunicación o cualquiera de las demás instituciones de la democracia (pienso en los poderes legislativo o judicial: más de 20 muertos en las protestas y no hay ni una interpelación y muy pocas ganas de investigar de oficio desde la fiscalía) no podrían, por sí mismas, garantizar la permanencia de Boluarte en el cargo. Las FF.AA. sí, mucho más allá de los anhelos, posibilidades y capacidades de cualquier actor organizado de la sociedad. Y Dina lo sabe. De hecho, lo respira.

Desde el Congreso anuncian que si Boluarte se fuera, José Williams (un moderado comparado con Montoya) no sería el presidente de la transición. Los congresistas, esos que se fueron a su casa a descansar sin haber votado el adelanto de elecciones el mismo día en que murieron ocho personas en Ayacucho, elegirán una nueva mesa directiva. ¿Sobre cuál de todas las preclaras joyas que habitan el parlamento recaerá la encargatura de la Presidencia? ¿Cuál lo haría mejor, sería más convocante o tendría más legitimidad que Boluarte?

Dina debe quedarse durante la transición. Aunque está más a la derecha que el centro político (¿existe todavía eso?), es posible que ella sea el último clavo que sostiene el cuadro en la pared. Y eso también lo saben quienes quieren que el cuadro se caiga y se rompa, que los hay. Casi 300 policías heridos, casi dos decenas hospitalizados y dos en UCI dan cuenta de que el frente de las protestas es una hidra. ¿O todos los manifestantes cargan con ladrillos que luego disparan con dinamita?

Colofón

El adelanto de elecciones es el único denominador común a todos los movimientos y grupos de manifestantes y apenas hay tiempo y espacio para ello en la mesa de negociación. Pretender cargar la agenda con otros temas o reformas para tratar de asegurar –de nuevo, en el papel– algún tipo de legitimidad o garantía institucional que mejore la calidad de nuestras opciones en las próximas elecciones es muy inocente o irresponsable o perverso.

La casa se incendia y necesitamos un balde para echarle agua, quejarse del color del balde es suicida.

Fuente: IDL- Reporteros

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