Politólogo y excoordinador general del Lugar de la Memoria (LUM) reflexiona sobre la situación política y social del Ejecutivo y el Legislativo. “Todos se benefician de este pacto de no agresión y no veo en qué condiciones futuras eso cambie”.
Mauricio Zavaleta, politólogo y excoordinador general del Lugar de la Memoria (LUM), reflexiona sobre la situación política y social. Su diagnóstico -él mismo lo admite- es pesimista. Duda de que haya algo que pueda cambiar el statu quo porque, a pesar de que el Congreso y el Ejecutivo son débiles, la sociedad también lo es.
—¿Considera que las circunstancias actuales permitirán que tanto el Gobierno como el Congreso concluyan sus respectivos mandatos? Restan casi tres años.
Al menos de lo que hemos visto en los últimos meses, no habría nada que podría cambiar el statu quo. Y eso creo que se va a mantener incluso en el caso de que existan escándalos vinculados a la presidencia, de los que ya ha habido algunos, y sobre los cuales el Congreso no ha pedido respuestas. Los congresistas tienen también problemas y cuestionamientos. Todos se benefician de este pacto de no agresión y no veo en qué condiciones futuras eso cambie. Son dos ideas. Una, mantengamos nuestros cargos y puestos. Y dos, es un pacto de impunidad. Entonces, les conviene mantener el statu quo.
—¿Y podrán hacerlo a pesar de su debilidad? Porque son, el Ejecutivo y el Legislativo, fuertemente rechazados por la población.
Estoy de acuerdo con ese diagnóstico, el de la debilidad. Pero hay que agregar, creo, una variable: la ciudadanía también es débil. La movilización fue muy intensa en diciembre y enero…
—Y descendió.
Y descendió. Les decía a algunos amigos, quizás desde una perspectiva más ciudadana, que el tema es que ellos ganaron. El pacto corrupto y de impunidad ganó. Hay que tomar algo en cuenta también: Castillo rompió el pacto antifujimorista, que era uno entre cierto sector de clase media y uno más popular, para ponerlo en términos fáciles. Cuando se moviliza gente luego del intento de golpe de Estado, un sector minoritario pidiendo su restitución y uno mayoritario pidiendo nuevas elecciones, era básicamente la población más pobre, con más carencias. Hubiese sido importante añadir a la ecuación a la clase media limeña, a gente con más capacidad de voz…
El fujicerronismo y sus aliados ya tienen la Mesa Directiva. Ahora van por las comisiones del Congreso en el periodo anual de sesiones 2023-2024. Foto: Antonio Melgarejo/La República
—¿Que decidió no salir?
Claro. Porque no estaban de acuerdo con restituir a Castillo. Yo tampoco estoy de acuerdo, pero después de 50 muertos había que decir algo y no hubo movilización por parte de estos sectores. Es una enorme paradoja, ¿no? Quien terminó destruyendo el antifujimorismo es Castillo y no Keiko Fujimori. Keiko, más bien, siempre ha animado el antifujimorismo. Manuel Merino también. Eran enemigos perfectos para que estos grupos se movilizaran. Llegó Castillo y quebró esa alianza tácita que fue importante en la política peruana en estos últimos quince años.
—¿Si no ve cambios inmediatos en el estatus quo, qué podríamos ver en estos años siguientes?
Suena un poco terrible lo que estoy diciendo, pero en el mejor de los casos vamos a tener más de lo mismo: la coalición de la impunidad y la corrupción. El Congreso hace lo que quiere cuando antes tenía dos frenos. Uno, las cortes. Ahora el Tribunal Constitucional ha dicho que el Congreso está más allá del control judicial.
El otro freno eran los Ejecutivos, que eran contrapesos técnicos. Pero lo que ahora vemos es a un Ejecutivo que deja pasar porque no se quiere pelear. Habrá discrepancias menores, pero el Parlamento puede actuar básicamente con libertad. Eso incluye a la corrupción, o a leyes con nombres propios.
—Ese es el mejor de los casos. ¿Y el peor?
El peor es lo que dije, más el intento exitoso de controlar los poderes electorales. Quieren al Jurado Nacional de Elecciones y a la Oficina Nacional de Procesos Electorales. Quieren que quienes los dirigen sean punibles políticamente. Si tienen éxito en eso, en tomar a la Junta Nacional de Justicia, a los organismos electorales, lo que podríamos tener son elecciones en el 2026 que no sean justas.
—He escuchado a otros analistas decir que nuestro sistema de representación se encuentra en un estado de deterioro irreversible. ¿Qué piensa?
Lamento tener una nota tan pesimista en general, pero creo que lo que tenemos ahora es una degradación de una degradación de nuestro sistema político. En los quince años de democracia que tuvimos entre el 2001 y el 2016 -imperfecta pero más o menos estable- tenías partidos muy débiles, pero al mismo tiempo había ciertos políticos con recorrido que estaban en el Parlamento. No eran la mayoría, nunca lo fueron, pero hacían diferencia.
Además, había cierto decoro o interés en poner a alguien competente en los altos cargos. Eso ha cambiado y lo que vemos ahora es una reversión de la democracia. Para que exista democracia los políticos tienen que estar interesados en mantenerla, pero en el Parlamento no hay el interés de mantener el régimen democrático. ¿Qué significa eso? Mantener la división de poderes, por ejemplo, o rendir cuentas a tus electores. Es increíble que hayan muerto tantas personas y no haya pasado nada en términos políticos.
—Tal cual. Decenas de personas muertas por proyectil de fuego y todo sigue igual.
Te dicen: “que se investigue”. Ya, bueno, está bien, nadie dice otra cosa, pero tiene que haber consecuencias políticas. Y tampoco se debate sobre reformas de salud, o sobre reformas del sistema previsional, qué sé yo. De cosas que importen para la vida de las personas no se habla y eso es porque ya no hay partidos, tampoco hay políticos de trayectoria y lo que tenemos son, básicamente, oportunistas, interesados en sus beneficios personales. La no reelección lo agrava. Si es que eres un político indisciplinado, sin mucho compromiso, te aprovechas para tu beneficio y luego dices adiós porque no tienes que ir a pedir el voto nuevamente a tus electores. Sí, creo que estamos en una degradación de la que parece difícil salir.