La rebaja de la calificación de Moody’s a la Municipalidad de Lima revela una preocupante situación financiera: altos niveles de deuda, pagos elevados de intereses y un futuro económico incierto que limita el desarrollo de la ciudad
En medio de anuncios grandilocuentes por parte del alcalde Rafael López Aliaga —como convertir Lima en “la próxima potencia mundial” o “haber ganado en Nueva York”—, la realidad financiera de la ciudad enfrenta un duro revés. Moody’s Investors Service, una de las agencias de calificación crediticia más influyentes del mundo, ha degradado la nota de la Municipalidad de Lima, retirándola oficialmente del grupo de ciudades con “grado de inversión”. Es decir, a ojos del mercado internacional, la capital peruana ya no es un lugar confiable para prestarle dinero.
Esta decisión no es menor. Afecta la manera en que Lima se financia, el costo de sus créditos y la viabilidad de futuras obras públicas. Moody’s no habla al aire: su evaluación, aunque técnica, tiene efectos directos en los bolsillos de los limeños y en la capacidad del municipio para gestionar sus recursos. Y lo que ha dicho ahora es claro: Lima está sobreendeudada y su manejo financiero ya no es sostenible.

¿Qué es Moody’s y por qué su opinión pesa?
Moody’s Investors Service es una de las agencias más importantes del mundo encargada de calificar el riesgo crediticio de países, bancos, empresas y gobiernos locales. Su función es asignar una nota que indique qué tan probable es que una entidad cumpla con el pago de sus deudas. Cuanto mejor la calificación (Aaa, Aa, A), más barato accedes a crédito. Cuanto peor (Ba1, B, C), los intereses se disparan, o directamente nadie te quiere prestar.
Cuando Moody’s habla, los mercados escuchan. Y esta vez el mensaje fue contundente: la Municipalidad de Lima ya no es confiable para pagar lo que debe.

¿Qué implica que Lima esté en “bono basura”?
Moody’s bajó la calificación de Lima de Baa3 (último escalón del grado de inversión) a Ba1, su ingreso formal al terreno especulativo. Es decir, invertir en Lima es hoy tan riesgoso como apostar por una criptomoneda de TikTok, según graficó el usuario @LiamInvestiga.
¿El resultado? La ciudad ahora tendrá que ofrecer tasas de interés más altas para endeudarse, lo que encarece el costo del dinero público. Además, espanta a potenciales inversionistas, lo que pone en jaque cualquier megaproyecto de infraestructura o mejora urbana que dependa de crédito.

¿Por qué Moody’s tomó esta decisión?
La rebaja fue consecuencia directa del plan de endeudamiento impulsado por la actual gestión. Según Moody’s, Lima:
- Tiene una deuda total (directa e indirecta) de S/ 4,000 millones.
- Emitió bonos por S/ 1,300 millones con vencimiento en 2045.
- Destina 24 % de su presupuesto al pago de intereses.
- Tiene 62 % de sus ingresos comprometidos en fideicomisos.
- Su deuda representa el 248 % de sus ingresos.
Dicho de otro modo: la ciudad hipotecó su futuro. El dinero que entra no va a obras, ni parques, ni seguridad, sino a pagar deuda.

¿Quién se hace responsable?
Desde la Municipalidad de Lima se ha intentado señalar a gestiones anteriores. Pero Moody’s fue clara: la rebaja responde a las acciones recientes del alcalde Rafael López Aliaga.
Además, la agencia expresó preocupación por la falta de transparencia y el limitado acceso a información sobre la situación financiera de Lima. A esto se suma la pérdida de confianza en la sostenibilidad de sus finanzas a largo plazo.
¿Y ahora qué?
Las consecuencias no se limitan al corto plazo. Incluso si un futuro alcalde quisiera revertir la situación, tendría las manos atadas: el dinero ya está comprometido. La deuda no solo afecta esta administración, sino también a las siguientes.
Mientras tanto, los limeños seguirán enfrentando servicios públicos deteriorados, escasa inversión en infraestructura, y una gestión que, en palabras de muchos analistas, prioriza las promesas sobre la responsabilidad fiscal.

Claves de una caída anunciada
La degradación de Moody’s marca un punto de quiebre en la salud financiera de la Municipalidad de Lima. La decisión, sustentada en un endeudamiento creciente, pagos de intereses desproporcionados y compromisos de ingresos futuros, no solo evidencia un problema estructural: revela también una gestión que prioriza el gasto antes que la sostenibilidad.
Desde ahora, Lima se enfrentará a mayores obstáculos para conseguir financiamiento, con tasas de interés más altas y menor apetito de los inversionistas. La pérdida del grado de inversión no es un tecnicismo ni una anécdota: es un golpe directo a la credibilidad de la ciudad en los mercados internacionales.
Con buena parte del presupuesto ya comprometido, las próximas gestiones municipales heredarán una estructura fiscal rígida, sin espacio para ejecutar obras nuevas o ampliar servicios públicos.
Fuente: Infobae