María Ángela Prialé, vicedecana de la Carrera de Administración de la Universidad del Pacífico, señala que ha emergido una crisis de liderazgo en la conducción política de nuestro país.
Enfrentamos desde hace algunos meses una aguda crisis de gobernabilidad. Sin embargo, en las últimas semanas vimos emerger una segunda crisis, que es en parte causa del entrampamiento en el que nos encontramos en la solución de la primera: la crisis de liderazgo en la conducción política de nuestro país. Ante esto cabe preguntar ¿qué es una crisis de liderazgo? Y quizá lo más importante, ¿qué podrían hacer nuestros líderes para contrarrestarla y conducirnos a un espacio más seguro en el que todos los peruanos podamos avizorar un mejor futuro?
Se define al líder como una persona (aunque puede tratarse también de un grupo) que selecciona, equipa, forma e influye en sus seguidores, para que, en un esfuerzo coordinado y concertado, dediquen activa y entusiastamente, energía, intelectual, emocional, física e incluso espiritual, a lograr una misión y objetivos comunes. Conociendo esa definición, es fácil intuir que es muy distinto liderar en un contexto cotidiano o rutinario, que hacerlo en tiempos como los que vivimos, caracterizados por el riesgo, la incertidumbre y la ambigüedad. Situaciones como las que experimentamos en estos momentos elevan las expectativas sobre el desempeño de los líderes e incrementan la presión y exigencia de efectividad. Por ello, sobreponerse de una crisis requiere superar las limitaciones de los líderes que deben hacerle frente.
Detrás de nuestra crisis de liderazgo se encuentra lo que teóricamente se denomina liderazgo destructivo, que se presenta cuando los líderes violan el interés de las organizaciones que conducen a través del sabotaje al logro de sus metas y tareas, y de socavar sus recursos. El líder destructivo incluso destaca por el uso de la arrogancia, injusticia, amenaza o el castigo en su trato con sus subordinados. A todas luces una forma de ejercer el liderazgo que resta valor y es ineficaz.
Pero, si coincidimos en el diagnóstico de presencia de liderazgos destructivos en nuestra clase política, ¿cómo superarlos? La respuesta es reemplazándolos por liderazgos efectivos con experiencia en el manejo de contextos turbulentos e impredecibles. Y en vista de que el paso de liderazgos destructivos a liderazgos efectivos ha sido ampliamente estudiado en el mundo empresarial, podemos compartir buenas prácticas que podría nutrir e inspirar el accionar de nuestros líderes políticos.
Primero, es necesario tomar decisiones de forma decidida e informada. Un líder competente a menudo aprovechará las experiencias de crisis y desastres anteriores para preparar mejor las políticas, los planes y la ejecución de hojas de ruta y marcos de decisión. Tomar una decisión informada y decidida pasa por la posesión y capacidad de análisis de datos esenciales y una fuerte dosis de experiencia, que puede ser propia o del equipo profesional que rodea al líder.
Segundo, es imprescindible comunicar adecuadamente. Cuidar y analizar cada detalle de lo que se dirá en público, procurando que aquello que se exprese concilie, sea objetivo y verificable, y que se aleje de dobles interpretaciones. Es decir, al comunicar hace falta mantener un compromiso sostenido con la evidencia, pues solo de ese modo se impactará positivamente en la percepción pública.
Tercero, coordinación y colaboración en la promoción de varios cursos de acción significativos para lograr un objetivo común en la respuesta a una crisis. El liderazgo efectivo supone mente abierta para pensar de manera integradora, alineando los puntos de vista de expertos con los de las distintas partes interesadas, ofreciendo una respuesta sistémica y empática. Es necesario estar dispuesto a ceder en lo que resulte razonable.
Por último, el enfrentamiento exitoso de distintas crisis pasa por la promoción de intereses asociados a un sentimiento de identidad social compartida. Es necesario reconocer su importancia, construirla, representarla y realizarla. Recordar la misión y las metas que unen y que nos identifican contribuye a que en una crisis los actores más importantes “remen” en una misma dirección.
Superar una crisis de liderazgo requiere una combinación de estrategias, tiempo y dedicación consciente a revertirla. El punto de partida siempre será el reconocimiento de su existencia y la colaboración y el diálogo entre los diferentes actores políticos. Ese es el único camino para encontrar soluciones creativas y sostenibles.
Fuente: Infobae