En los últimos meses, ha comenzado a tomar fuerza en algunos sectores una feroz campaña de ataques, calumnias y desinformación contra Alfonso López Chau, rector de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Esta ofensiva no es casual. Detrás de ella se mueven los mismos actores que han saboteado durante décadas cualquier intento de renovación política en el país: los sectores más rancios del fujimorismo, el aprismo más conservador y los llamados fachosaurios, que han hecho del odio y la mentira su herramienta de acción política.
¿Por qué López Chau incomoda tanto? La respuesta parece simple: porque está creciendo. Porque es una figura nueva en la política nacional, con una trayectoria académica intachable, con ideas modernas y una propuesta clara: construir una gran confluencia democrática que reúna a la derecha inteligente, el centro derecha, el centro izquierda y la izquierda democrática. En un país atrapado en el enfrentamiento extremo y la polarización sin sentido, esta propuesta representa una salida necesaria y urgente. Y precisamente por eso, lo atacan.
El crecimiento de López Chau en el reconocimiento ciudadano viene de su seriedad, su capacidad técnica y su estilo mesurado. No grita, no insulta, no se victimiza. Y eso, en un escenario dominado por la política del espectáculo y el griterío populista, es casi revolucionario. Propone algo distinto: reconstruir la institucionalidad, devolverle contenido ético a la gestión pública y generar consensos amplios sin caer en los extremos.
Sin embargo, a falta de argumentos, sus detractores han optado por la vieja y sucia política del insulto. Han retornado a las prácticas más bajas del desprestigio: noticias falsas, desinformación, acusaciones sin pruebas. No porque tengan algo serio que objetar, sino porque no saben cómo frenar su crecimiento. No entienden cómo alguien puede surgir sin pactar con las mafias de siempre, sin atacar a nadie, sin gritar ni amenazar.
El odio con el que lo atacan revela, en el fondo, miedo. Miedo a perder privilegios, miedo a que una nueva forma de hacer política se instale en el país, miedo a que la ciudadanía empiece a mirar con esperanza a alguien que no forma parte del circo decadente que ha dominado el Perú en los últimos años.
¿Quién teme a Alfonso López Chau? Los que no quieren que nada cambie. Los que ven en la política una forma de negocio y no de servicio. Los que prefieren que la polarización siga destruyendo lo poco que queda de la democracia.
Pero algo ha cambiado. Y aunque intenten frenarlo con insultos, mentiras o campañas sucias, el país parece estar despertando.