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Silvio Rendón: Percepción y realidad sobre la gestión en el gobierno de Castillo

El primer gabinete de Pedro Castillo fue muy cuestionado por los medios de comunicación. No principalmente por su orientación política, sino por una alegada falta de preparación de sus ministros. No tenían educación, no tenían experiencia, se dijo. No siempre se mostró evidencia comprehensiva que sustentara estas alegaciones. La percepción mediática fue contundente y abrumadora. Aquí intentaremos presentar una evidencia puntual y a continuación haremos una comparación a nivel de ministerios de la gestión pública del régimen de Dina Boluarte en comparación con su antecesor Pedro Castillo.

Las credenciales de los/as ministros/as

Se puede verificar rápidamente las credenciales académicas nominales de los ministros. Un análisis más específico implicaría una investigación mucho más larga, que valore las credenciales en su calidad más allá de su título nominal, evalúe la experiencia profesional y sea más puntillosa en analizar los resultados de cada gestión. Tal investigación, que ojalá que se realice eventualmente, excede los fines del presente artículo.

En el siguiente gráfico, reportamos los niveles de educación de los ministros del gobierno de Francisco Sagasti, tres gabinetes de Pedro Castillo, los PCMs Guido Bellido, Mirtha Vásquez y Aníbal Torres, y el gabinete Otárola de Dina Boluarte. Los niveles de educación son tres: Estudios universitarios no concluidos, Licenciatura concluida y Postgrado concluido. Como suele ocurrir con todas las métricas, son datos que nos cuentan parte de la historia, no toda. Como no hay experiencia profesional que complemente las credenciales educativas, evidentemente hay omisiones importantes. Pero algo se aprende del presente ejercicio.

Para comenzar, todos los gobiernos suelen tener ministros con una variedad de credenciales educativas. No todos tienen estudios de postgrado o estudios universitarios concluidos. El gobierno de Sagasti tuvo esta dispersión educativa; no todos tuvieron postgrados. Igualmente ocurrió en los gobiernos anteriores. Pero también se aprecia que la distribución educativa de los ministros se redujo del gobierno de Sagasti al primer gabinete de Castillo: más ministros con estudios universitarios no concluidos y menos ministros con postgrados.

Esta caída educativa de los ministros de Castillo se agrava del gabinete Bellido al gabinete Vásquez, pero se revierte fuertemente con el gabinete Torres. Se revierte tanto que acaba por superar largamente a la distribución educativa de los ministros de Sagasti. Con el gobierno de Boluarte, esta distribución educativa mejora aún más e incluso deja de haber ministros con estudios universitarios no concluidos.

En suma, i) la dispersión educativa es común en los gobiernos, ii) hay una caída educativa inicial de Sagasti a Castillo en dos primeros gabinetes, pero ésta se revierte con el gabinete Torres, iii) hay una mejora educativa de Castillo a Boluarte.

La prisa por descalificar

Los medios pueden llevar a pensar falazmente. Un caso particular expuesto mediáticamente lleva a generalizaciones apresuradas. Un mal nombramiento crea la imagen de que todos los nombramientos son malos. Lo que en gobiernos anteriores pasó desapercibido es inaceptable en un gobierno que se rechaza. La opción política preferencial no debería llevar a generalizaciones falaces. Pero ocurre, y con todos los gobiernos. No se suele buscar indicadores objetivos; tampoco es fácil encontrarlos.

La “buena gestión” a secas

Es difícil evaluar una gestión químicamente pura sin considerar los objetivos políticos de un gobierno. Estrictamente, se tendría que hacer un balance de medios y fines, sin importar los fines. Es decir, evaluar la eficacia en conseguir los fines: una menor inversión en medios para conseguir el fin A sería mejor que una mayor inversión en medios para conseguir el fin B. Es como comparar atletas de diferentes disciplinas. Un maratonista que llega primero sería mejor en lo suyo que un lanzador de jabalina que queda tercero. Igual es comparar papas con camotes. Algunos lo hacen, aunque no es muy convincente.

El gabinete que “controla la situación”

El régimen de Dina Boluarte entró con una gran falta de legitimidad. Muy evidente. Esto implicó una inmediata sujeción de la gestión pública a las necesidades de legitimación del régimen. Todo gobierno necesita legitimarse y tiene “órdenes de arriba” para ese objetivo. Pero en el régimen de Boluarte la subordinación de la gestión a la política fue inusitada, mucho más fuerte incluso que en el gobierno de Castillo.

Evaluación de la gestión de crisis

El gabinete de Boluarte actual está abocado pues a la gestión de la legitimación. Varios ministros renunciaron porque no aceptaron ser parte de la represión de diciembre. Los que quedaron la aceptaron incluso con gran determinación y subordinaron con entusiasmo sus labores de gestión a la legitimación del régimen. Esta actitud continuó una vez que el régimen “controló la situación” y se redujeron los bloqueos de carreteras, particularmente en el sur. Claro, bajaron los bloqueos, pero no bajó el rechazo ciudadano, por el contrario, sigo creciendo. Por consiguiente, la subordinación del gabinete prosigue y su gestión sigue siendo gestión de crisis.

Si evaluamos la gestión del gabinete Otárola en el logro de los fines que se propuso, cual es la legitimación del régimen, no hay gestión eficaz. La aprobación del régimen sigue a la baja ubicándose en 15%. Por el contrario, durante Castillo el gabinete Torres logró un aumento de la aprobación de 10 puntos, en cinco meses, hasta llegar al 30%.

En gestión pública, ¿todo va mejor con Boluarte?

El régimen de Boluarte tiene a los medios de comunicación de su lado, a diferencia del gobierno de Castillo. Esto se refleja en la percepción de la capacidad de gestión de sus ministros. Pero veamos, caso por caso, cómo va la gestión pública. La mayoría de los ministerios en comparación con Castillo van por ahí, algunos van mejor y otros van peor. Una continuidad con el gobierno de Castillo es que sigue habiendo un cierto “cuoteo” político. Si con Castillo era con sectores de izquierda, Acción Popular, Somos Perú, con Boluarte es con sectores de derecha, Chimpún Callao, del humalismo más autoritario y con ex viceministros/as que ahora son ministros/as. Los ministros en general tienen credenciales educativas nominales algo mejores que los del gabinete Torres, pero esto no es óbice para que tengan una clara identificación (mas no preparación) política, ahora con la derecha. Son funcionarios “técnicos” que asumen una función administrativa subordinada más que una función de dirección y determinación de rumbo. Más burócratas que tecnócratas.

Buena parte de la gestión está interferida por la subordinación de la administración a las necesidades políticas de legitimación del régimen

Los ministerios de más alto perfil

No queda claro que la actual Canciller Ana Gervasi sea mejor que el ex-Canciller Oscar Maúrtua. Hay activismo administrativo de alto perfil mediático, todo muy cumplidito, pero no mucho más. Hay una instrumentación y politización de las relaciones exteriores a diferencia de la cierta independencia en el cuerpo diplomático que había con Castillo. A juzgar por los resultados no es que la canciller tenga mucho que mostrar; sólo viajes y reuniones. Eso se aplica también para el actual ministro de educación que tampoco es mucho mejor que su antecesor inmediato. Es un ministro más conocido por sus declaraciones mediáticas que por sus resultados de gestión, más por lo que dice que por lo que hace. Tanto cancillería como MINEDU son dos aparatos que cambiaron poco con Castillo y siguen ahí con Boluarte.

Continuidad y cambio en el MEF

En el ministerio de economía hay cambio de personas, pero es el mismo aparato e incluso la misma orientación. El actual ministro fue viceministro del gobierno anterior. El gobierno de Castillo casi no hizo ningún cambio en el MEF. Por el contrario, gobernó con una gran continuidad en el manejo económico dejando que el MEF mantuviera su autonomía en sus funciones. Con Boluarte el MEF está mucho más comprometido en las acciones de gobierno. La actual conducción del MEF volteó el plan Impulsa Perú propuesto por el exministro Burneo, lo adaptó al nuevo régimen y le cambió de nombre a “Con Punche Perú” que es el eslogan del régimen de Boluarte, particularmente del PCM Otárola. No es común tanto compromiso del MEF de línea con un gobierno en particular.

Subidas y caídas

El gran problema de precariedad administrativa en el gobierno de Castillo estuvo en los ministerios sectoriales, como vivienda, transporte, salud, energía y minas y otros. Aquí es donde hay una cierta mejora en el régimen de Boluarte. Pero a pesar de ser como tirar un penal sin arquero, no siempre meten el gol. Se ha visto algo más de organización en vivienda y transporte, pero esto va opacado también por la mala, incluso pésima, gestión mediática de la ministra de vivienda, que optó por el perfil alto, a diferencia de la ministra de transporte que optó por el perfil bajo, pudiendo ser muy alto en la coyuntura de los bloqueos de carreteras. La ministra de salud vino con buenas credenciales educativas, pero se le ocurrió viajar a Estados Unidos en plena emergencia por las lluvias en el norte y hacer declaraciones desatinadas. Tal vez sea algo más ordenada que sus antecesores/as inmediatos/as, pero no llega a superar la gestión de Hernando Cevallos en el MINSA. En energía y minas el ministro con un cierto perfil bajo va por un relanzamiento de las buenas relaciones con los grandes empresarios mineros. Aún queda por ver cuán eficiente es en la consecución de ese objetivo. En el MIDIS hay una gran continuidad entre la gestión de la ministra Boluarte y su sucesor y allegado. Otros ministerios gozan de perfil bajo y les ha bastado con que sean gestiones de un gobierno que no es Castillo para estar fuera de la atención mediática, pero tampoco brillan por sus resultados o por encarrilamiento hacia resultados futuros.

Hay otros ministerios en que hay retrocesos, notablemente en Mujer y Ambiente. Las gestiones de Miloslavic y Durand en el MIMP fueron ordenadas y con un enfoque de género, que no se advierte en la actual administración. La actual ministra tuvo declaraciones deplorables sobre un reciente feminicidio que dejaron entrever que no entendía la problemática de su cartera. En el ministerio del ambiente, Modesto Montoya había dejado un buen trabajo con dos buenas viceministras y directoras que movían el tema ambiental con mucho conocimiento. La nueva administración entró con una viceministra que tuvo que salir porque desde el cargo benefició a su ONG. Fue una denuncia que llevó a que la fiscalía allane los locales de este ministerio. Señal negativa en un régimen que quiere marcar distancia de su antecesor.

El régimen de Boluarte no está exento de denuncias mediáticas como haber beneficiado a financistas de campaña cuando Boluarte fue ministra en el MIDIS. Es lo usual: empresarios que financiaron la campaña y luego recibieron contratos del estado. A cuatro meses del régimen de Boluarte no son muchas y aún se refieren a tiempos anteriores a que Boluarte asuma la presidencia, pero están sustentadas por vouchers, facturas y testigos abiertos, no “colaboradores eficaces anónimos”, a diferencia de las acusaciones a Pedro Castillo.

Entonces ¿la gestión pública es mejor con Boluarte que con Castillo?

No, no da para hacer tal afirmación en forma sustentada. No es que no pueda ser mejor, pero queda como posibilidad; no es una realidad. A la luz de las evidencias, se mantiene mayoritariamente la calidad de la gestión que había antes, hay algunas mejoras, pero éstas, no muy grandes, son opacadas por los empeoramientos en algunas carteras. Buena parte de la gestión está interferida por la subordinación de la administración a las necesidades políticas de legitimación del régimen. Esto hace que los ministros y ministras se expongan a hacer muchas y desatinadas declaraciones públicas, hagan los viajes que Dina Boluarte no puede hacer y se confronten al rechazo popular (que Boluarte tampoco va a confrontar). Los ministros no sólo son gestores, sino pararrayos cuya función adicional es recibir las quejas al régimen del cual forman parte. Esto hace por supuesto mucho más difícil su labor de gestión pública. Más aún, los ministros no han mostrado un buen desempeño en la gestión de la crisis política, un tema crítico para el cual casi ninguno está preparado. Esto se refleja en los resultados de una creciente desaprobación al régimen.

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