El Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación a la Huaylía del distrito de San Antonio, provincia de Grau, región Apurímac, por constituir una variante particular y distinguible de un tipo de manifestación ampliamente difundida por esta región andina, en la que además participa masivamente la población local, constituyéndose en una de sus expresiones definitorias de su herencia e identidad cultural.Así lo establece la Resolución Viceministerial N° 000243-2022-VMPCIC/MC, publicada hoy en el Boletín de Normas Legales del Diario Oficial El Peruano, que encarga a la Dirección de Patrimonio Inmaterial, en coordinación con la Dirección Desconcentrada de Cultura de Apurímac y la comunidad de portadores, la elaboración cada cinco años de un informe detallado sobre el estado de esta expresión cultural declarada.
¡Apurímac celebra! Huaylía de San Antonio ya es Patrimonio Cultural de la Nación
Ello con el propósito de que el registro institucional pueda ser actualizado en cuanto a los cambios producidos en esta manifestación cultural, los riesgos que pudiesen surgir en su vigencia, y otros aspectos relevantes, a efectos de realizar el seguimiento institucional de su desenvolvimiento y salvaguardia, de ser el caso, indica norma que lleva la firma de la viceministra de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, Janie Gómez Guerrero.
La celebración de la navidad, en la tradición europea y americana, puso especial énfasis en la escena bíblica de la adoración del Cristo recién nacido, por los pastores que descansaban cerca de Belén. Estos personajes se convirtieron de este modo en los primeros cristianos que, en su pobreza y sencillez, rendían culto al Niño Dios, y en actores protagónicos de las tradiciones populares de navidad.
Una de las derivaciones de tal tradición es la Danza de los Pastores, difundida por la región andina, y cuyas modalidades regionales y locales pueden alcanzar el estatus de la principal manifestación identificatoria de su lugar de origen.
Una de estas manifestaciones es la huaylía, género de danza y música difundida a lo largo de una vasta región que comprende los departamentos de Cuzco, Ayacucho, Apurímac y Huancavelica; en la sierra central, en particular en la región Junín, estas danzas navideñas que representan a los pastores en el acto de adoración del Niño tiene el nombre de huaylijía o huayligía.
En los considerandos de la norma se señala que la expresión conocida como huaylía es una de las expresiones más emblemáticas del distrito de San Antonio, que se representa como parte de la fiesta navideña entre el 20 y el 27 de diciembre, con el día 25 como el día central.
Esta huaylía también se representa durante la Bajada de Reyes del 6 de enero, y en la ceremonia del killachaskichiy del primero de agosto, fechas ambas asociadas a la festividad navideña de diciembre. La fiesta corre a cargo de una organización local encabezada por los carguyoq, usualmente una pareja de esposos, que financian y organizan la fi esta, lo que implica la comida y la bebida, el mantenimiento de las cantoras, desde el pago por sus servicios a la vestimenta que han de llevar, con la asistencia de una serie de cargos menores, como el dispensero (despensero), la ifalla, el artillero y el cohetero, durante los siete días de la jornada festiva.
El cuerpo que interpreta la huaylía está compuesto por una serie de comparsas de danza que representan a los diversos personajes en el acto común de adoración, siendo estos los pastores, los llameros y los Inkas, a los que se suman las cantoras, todos acompañados por un conjunto de músicos y, a lo largo de su desempeño, por los cargos responsables de la fiesta; el grupo principal y más numeroso de la huaylía son los pastores, que representan a los que visitaron al Niño Jesús en Belén, organizados como comparsas de baile que compiten entre sí en la plaza principal.
El traje de los pastores consiste en un pantalón llamado pollera, tradicionalmente hecho con tela de lana llamada maranganí, de color rojo o verde, sostenido por un cinchón o cinturón ricamente tejido con pallay o motivos, de una palmada de ancho, una camisa blanca de puño, un chaleco negro de paño, corbata, un rapasico, bolsa de tela adornada con cintas de colores, cascabeles y espejos pequeños, ocho pañolones de seda multicolor, dispuestos dos en los brazos, uno a cada lado de la cintura, tres en la espalda y uno sobre la cabeza, y zapatos negros.
El rostro lleva una máscara de malla de color rosado con el rostro pintado, la cabeza es cubierta por un pañuelo de algodón de colores sobre el cual se lleva un sombrero de paño negro. La encabezan dos a cuatro Fiscales, bailarines cuya labor es dirigir al conjunto de bailarines, decidir la sucesión de pasos o fi guras coreográficas y en general velar por el desempeño de la fiesta. Su vestimenta es similar a la de los pastores, siendo distinguibles por encabezar al conjunto y llevar pantalón o pollera naranja. Cada pastor lleva una matraca de madera que hace sonar en conjunto, al cambiar de paso o figura coreográfica.
Por su parte, los llameros representan a los pastores de llamas de las comunidades altoandinas de Cotabambas, Grau y Antabamba, quienes bajan al valle cada 25 de diciembre para ofrecer sus respetos al Niño Dios e intercambiar productos de su región de origen a cambio de comida y bebida.
Su traje base, de jerga o bayeta, se compone de una camisa de manga larga, un pantalón y una chaqueta negros, un cinturón tejido que sostiene el pantalón, sobre este conjunto lleva dos ponchos rojos con motivos o pallay, uno amarrado en la cintura y otro llevado en bandolera, una máscara de lana tejida, de colores y motivos variados, y ojotas de cuero de llama sin curtir, con el pelaje incluido. Todas estas prendas son elaboradas localmente, destacando el sombrero de lana tejida y blanqueada, que ha sido moldeado y endurecido con una goma.
Cargan además una serie de objetos, como una ch’uspa, en la que llevan hojas de coca y toqra o cal hecha de ceniza; una waraka u honda, cueros de llama cargados a la espalda en dos llikllas tejidas, en las que llevan la pichuwira o grasa de llama, un q’eso o concha de mar, un hato de sogas de lana, el fi ambre, y una cabeza de llama u oveja o un pequeño animal disecado. En las manos llevan un millwi o lana de llama que van torciendo para trenzar warakas y sogas. Bailan con gran libertad de movimientos al son de sus sonajas. Están liderados por un bailarín de mayor edad, el Qapaq Llamero, quien se identifica del conjunto por llevar unos anillos de bronce en los dedos. Su labor, después de terminada la participación en la huaylìa, sería la de distribuir lo recolectado en el trueque por los centros poblados de las alturas. Como parte de su caracterización, suelen dar sus exclamaciones con una voz sumamente aguda.
En tanto, los Inkas, comparsa conformada por dos o tres danzantes, representan a los antiguos soberanos del Cusco. Su vestimenta consta de una camisa blanca, un pantalón ajustado y sostenido a la cintura con un chumpi tejido, una chaqueta de jerga de colores, con el orillo con motivos tejidos, máscara de lana con motivos diversos, una montera forrada de tela roja, medias de lana tejida, y calzado de vestir.
Portan una vara de madera con borlas multicolores de lana, y sonajas. Se acompañan por un guitarrista. Las cantoras son un grupo de mujeres organizadas en grupos de cuatro, ocho o doce mujeres, cada una dirigida por una guiadora o maestra que hace de primera voz, siempre más aguda, acompañada por el conjunto de segundas voces de tono contralto llamadas trasquías o trasguías.
Por regla general, cantan con voces muy agudas, entonando canciones del tipo harawi sobre el nacimiento del Niño Dios. Su vestimenta consiste en una blusa blanca con encajes, polleras de Maranganí adornadas con cintas cosidas, un mantón fino de color rojo, sobre el cual lleva una manta blanca llana con orillo dorado, el tocado consiste en un sombrero de paño forrado con encajes blancos.
En el momento de la adoración del Niño Dios el día 25, se llevan sombreros de elaborado adorno hecho con cintas de colores, espejillos, reatillos dorados y plumas multicolores, y con una caída orlada con un orillo o una cortinilla de flecos dorados que llegan a la altura de los ojos. Por calzado llevan botines de caña alta, y en la mano una sonaja hecha con dos piezas largas de madera que llevan clavadas varios pares de chapas de botella dispuestos en hilera.
Cargan también bebidas hechas con infusiones de coca, de rosas blancas y otras hierbas, y licor de caña, guardadas en botellas pequeñas, para acompañar la constante labor de canto y acompañamiento de los cuerpos de baile. Las cantoras también van acompañadas por un guitarrista, ataviado igualmente con un poncho rojo.
La danza de la huaylía consta de una nutrida serie de fi guras coreográficas, con diversos nombres. Algunos describen una formación, como el pasacalle o el esquinado, otros imitan el paso de animales, como el tordito, el gallito, la ranita, la lewleqa, en referencia a la gaviota andina, el qampato, que imita al sapo, la trabita, que imita el paso del caballo con las patas delanteras atadas, o el pichinkito, que imita el movimiento del gorrión.
Otros hacen referencia a objetos como el trompito, el resorte, la tijerita o el martillo; otros describen un tipo especial de paso como el abracito, la estakita, en que se salta en un solo pie sobre un mismo punto, agitando los pañolones de seda, el wikchu, en que los bailarines danzan levantando los pies lo más alto posible, el phataqllanku, en que se danza a gran velocidad con los pies apenas levantándose del suelo, paso que se considera especialmente difícil de realizar y se plantea esencialmente para favorecer la competencia entre los fiscales y entre las parejas casadas.
Otros se refieren a figuras en grupo como la cadenita o la olita, o a la competencia entre parejas en los pasos del argumento y el contrapunto. Los pasos del chihuancito y del wayrurito son ejecutados solamente por los llameros, que bailan acompañados con la voz de las cantoras y el golpe de sus sonajas. Las más importantes y populares son las figuras de la adoración, en que los fiscales y luego los bailarines hacen una reverencia al Niño Dios en formación de línea, antes de hacer algunas de las figuras coreográficas, realizan movimientos con los pies muy abiertos y pisadas firmes a ambos costados, girando con saltos y brincos. Los pasos terminan siempre con tres golpes secos y fuertes, marcados por las matracas de los pastores y las sonajas de las cantoras, siguiendo un orden de pasos decidido por los fiscales o guiadores.
La música de la huaylía de San Antonio consiste en esencia en los cantos del cuerpo de cantoras, cuyas tonadas siguen un ritmo marcado por las sonajas que llevan éstas y por el paso marcado por los tres cuerpos de baile.
Los guitarristas acompañan estas tonadas con un ritmo constante a modo de apoyatura rítmica. El cambio de tonadas es anunciado por el golpe sonoro de las matracas de los pastores. La importancia de la huaylía como género de danza y música, para las localidades y regiones en las que se practica, ha llevado a que algunas versiones de esta expresión sean declaradas Patrimonio cultural de la Nación.
De esa manera, la huaylía del distrito de San Antonio, en la provincia de Grau, constituye una variante particular y distinguible de un tipo de manifestación ampliamente difundida por esta región andina, en la que además participa masivamente la población local, constituyéndose en una de sus expresiones definitorias de su herencia e identidad cultural.
Por sus rasgos originales, en su presentación y su expresión musical, la diversidad de sus referentes y la importancia que ha adquirido en la tradición local, consideramos que la expresión conocida como huaylía, en la versión del distrito de San Antonio, provincia de Grau, región Apurímac, reúne las condiciones para ser reconocida Patrimonio Cultural de la Nación, sostiene el Ministerio de Cultura.